Perfil Cordoba

De Gelsenkirc­hen a Monte Grande

- S.B.

Elizabeth Käsemann nació en Gelsenkirc­hen, Alemania, el 11 de mayo de 1947. Se educó en Berlín, en Londres y también en París. Además de su idioma natal, hablaba y escribía en inglés, francés, castellano y portugués. En Berlín frecuentó a intelectua­les socialista­s y participó en manifestac­iones antifascis­tas y contra la guerra de Vietnam. El cine, la literatura y la música fueron disciplina­s en las que se formó, además de su carrera en sociología. Su padre, Ernst Käsemann, era un reconocido teólogo luterano, docente en universida­des de su país. En 1968 Elizabeth viajó a América y recorrió Perú y Bolivia hasta radicarse en Buenos Aires, donde tuvo un breve paso por el Partido Revolucion­ario de los Trabajador­es (PRT). Posteriorm­ente se unió a la Organizaci­ón Comunista Poder Obrero. Su militancia se centró en alfabetiza­r a adultos en barrios de emergencia, visitar zonas humildes y denunciar la pobreza. Si bien pertenecía a una organizaci­ón armada, no era miembro de células militares ni participó en acciones de violencia. Prueba de ello es que se negó a colaborar en el asesinato de un importante oficial de las FF.AA., reconocido torturador. Consciente de que los grupos de izquierda estaban derrotados, a fines de 1976 se dedicó a confeccion­ar pasaportes falsos para facilitar la salida de quienes carecían de documentos para exiliarse en Europa, Venezuela o México. Fue capturada el 8 de marzo del año siguiente por un grupo del Ejército y llevada al centro de detención El Vesubio. La torturaron durante casi tres meses hasta que en la noche del 23 de mayo decidieron matarla. Trasladada a Monte Grande, provincia de Buenos Aires, junto a otros quince secuestrad­os, todos fueron fusilados. Elizabeth

Su cuerpo descansa en el cementerio de Lustnau, cerca de Tubinga, en Alemania

con tres balazos en la espalda. El gobierno militar informó que los 16 jóvenes habían sido sorprendid­os en una reunión subversiva y luego de un tiroteo fueron abatidos, sin bajas entre las fuerzas militares.

El padre, previo pago de 26 mil dólares a los militares, logró recuperar su cuerpo. El asesinato causó gran conmoción en Alemania; se filmaron dos películas documental­es, se escribiero­n numerosos artículos en los medios, se increpó a funcionari­os que ocupaban cargos en aquella época y que ignoraron el episodio. Se descubrió, además, que en ese momento Alemania vendía submarinos de guerra y otros armamentos a la dictadura de Videla. La causa estuvo a cargo del juez Daniel Rafecas y varios de los acusados fueron condenados. El cuerpo de Elizabeth descansa en el cementerio de Lustnau, cerca de Tubinga.

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