La sinuosa línea del Ecuador político
El ‘empate’ en segundo lugar entre el banquero Lasso y el dirigente indígena Yaku Pérez, complicó la estrategia del establishment para conformar un frente contra Andrés Arauz, ganador claro del primer turno y bendecido por
el condenado y proscripto Rafael Correa.
Los comicios del pasado 7 de febrero en Ecuador inauguraron un nuevo año, en que las urnas tendrán otra vez protagonismo clave en diferentes países latinoamericanos. Tras la contundente victoria del MAS en Bolivia, a fines de 2020, la elección ecuatoriana – también enmarcada por profundas tensiones políticas, económicas y sociales, a las que se sumó la pandemia del Covid-19 y sus efectos devastadores– era observada con interés por quienes suelen interpretar resultados como señales de caminos confirmados o de virajes ideológicos, que se encasillan en categorías no siempre universales.
Dicho de una manera más simple, la lupa sobre lo que pasaría entre los 16 candidatos presidenciales que se presentaron hace dos semanas estaba puesta en la diferencia que Andrés Arauz, bendecido por el expresidente Rafael Correa, podría obtener frente a un variopinto menú de aspirantes encabezados por el exbanquero Guillermo Lasso, el dirigente del movimiento indígena Pachakutik, Yaku Pérez, y el empresario Xavier Hervas, quien logró un sorprendente cuarto lugar.
La primera gran incógnita a dilucidar era si Arauz, un economista con formación en Estados Unidos que el 6 de febrero pasado cumplió apenas 36 años, sería capaz de aglutinar los apoyos de quien fuera presidente entre enero de 2007 y mayo de 2017 y quedó fuera de esta compulsa por una sentencia a ocho años de prisión y 25 de inhabilitación política. Una condena basada en una trama de sobornos y corrupción que desde Bélgica, la tierra natal de su esposa y donde reside, Correa considera parte del Lawfare que se ejecutó en su contra para quitarlo del camino y borrar los vestigios de la Revolución Ciudadana con la que cambió a Ecuador en el amanecer de este siglo 21.
Revolución o ‘socialismo del siglo 21’ que tuvo en los primeros seis años como vicepresidente de Ecuador al mismo Lenín Moreno que hace cuatro años ganó la presidencia con el aval y los votos de Correa, de cuyos postulados abjuró a poco de asumir en el Palacio de Carondelet, que dejará el 24 de mayo con apenas un 10 por ciento de aprobación.
Good bye Lenín. “Alguien debió presentir la dudosa fiabilidad de una persona cuyos nombres de pila son Lenín, con tilde en la i, y Boltaire, con B en lugar de
V”, bromeaba tiempo atrás un colega ecuatoriano consultado acerca del rumbo del presidente saliente, mucho más cerca del establishment económico-financiero y mediático que de aquella Alianza País con la que triunfó en binomio con Correa en los comicios de 2006.
Y si de establishment se habla, su candidato más visible hace dos semanas era Lasso, quien por tercera vez busca la presidencia al frente de su fuerza política CREO, ahora apoyada por el Partido Socialcristiano (PSC) de Jaime Nebot, dueño del poder y por 19 años alcalde en su feudo de Guayaquil. Con puentes tirados hacia distintos sectores conservadores para presentarse como abanderado del anticorreísmo, Lasso aspiraba a quedar lo más cerca posible de Arauz o lo más lejos de los otros contendientes, de cara a un balotaje que todos los sondeos previos auguraban como inevitable.
El sistema electoral ecuatoriano prevé que para ganar en primera vuelta y evitar el balotaje, se debe obtener la mitad más uno de los votos o más del 40 por ciento de los sufragios y 10 puntos de diferencia sobre el segundo. El escrutinio provisorio, que el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio por terminado recién en la tarde de este viernes, arrojó como certeza la victoria de Arauz con el 32,72 por ciento, equivalente a 3.032.906 votos del primer turno y 13 puntos por encima de su contrincante más cercano.
Sin embargo, desde la misma noche del 7 de febrero la atención se centró en una suerte de ‘empate técnico’ entre Lasso, a quien el CNE asignó un 19,74 por ciento, y Pérez, al que el cómputo concluido anteayer concedió 19,38. En concreto, los 1.829.378 votos computados para el banquero suponen sólo 32.836 sufragios más que los 1.796.542 del candidato de Pachakutik, a quien algunas proyecciones y recuentos parciales en días anteriores habían colocado en segundo lugar y, por ende, como animador del próximo y definitivo segundo round.
Las denuncias de manipulación o fraude en regiones como Guayas (bastión electoral de Lasso) no tardaron en resonar entre liderazgos indígenas mucho más fuerte que el compromiso asumido por Pérez con el banquero para acatar resultados oficiales y unir fuerzas contra el ‘correísmo’. La idea de conformar un frente al que se sumaría Hervas –el ingeniero que de la mano de Tik Tok captó a muchos jóvenes y sumó 1.453.460 votos a la Izquierda Democrática que fundara Rodrigo Borja– no parece tan simple tras el mapa político dibujado por la voluntad de los ecuatorianos.
Ya se sabe que en política dos más dos no siempre es igual a cuatro y que las voluntades que un candidato sumó en una elección no siempre son ‘endosables’ a otro, por más acuerdos que se firmen o sellen por encima o debajo de una mesa.
Y aunque Yaku sea el candidato formal de Pachakutik y asegure que el pacto contra Arauz para el balotaje se mantendrá, a no pocos integrantes de ese y otros movimientos indígenas ecuatorianos no les cerrará nunca la idea de votar por Lasso y lo que representa y menos aún después de que el propio Pérez denunciara que CREO, en anuencia con las actuales
autoridades (también anticorreístas), le birlaron el segundo lugar y la llave para llegar al poder.
Camino a Quito. La marcha que desde distintos sectores de Ecuador han iniciado hacia Quito integrantes de Pachakutik y otras comunidades originarias, para exigir recuentos de votos y en contra de lo que consideran un fraude para imponer a Lasso, abre nuevos interrogantes. Aún está fresco el recuerdo de las movilizaciones que en octubre de 2019 rechazaron la quita del subsidio a los combustibles y otras medidas que el gobierno de Lenín Moreno había dispuesto en sintonía con recetas del Fondo Monetario Internacional. La crisis derivó en la imposición del estado de excepción, toque de queda, una fuerte represión, un poder Ejecutivo que abandonó la capital y huyó de las protestas hacia Guayaquil y terminó con el ominoso saldo de 10 muertos y casi 1.350 heridos.
Los problemas y la tensión de entonces no sólo no se saldaron con la marcha atrás de las medidas, sino que se potenciaron con la estela de muertes que el Coronavirus sembró al inicio de la pandemia en las calles de las principales ciudades de esta nación, de 17 millones y medio de habitantes. También esto pesará quizá en la decisión de los ciudadanos de un país donde el 7 de febrero se contaron más de un millón de votos nulos y casi 330 mil en blanco.
Quedan todavía demasiados interrogantes de cara al próximo 11 de abril, fecha marcada para la cita decisiva con las urnas en Ecuador y día que también será crucial para Chile y Perú. En el primero de estos países, sus ciudadanos elegirán quiénes habrán de redactar una nueva Constitución con la que dejar atrás las últimas estructuras legadas por la dictadura que encabezó Augusto Pinochet.
Y en Perú, será la primera vuelta de unas presidenciales que tal vez no ayuden a salir del todo del laberinto que derivó en la dimisión o cesantía de un puñado de gobernantes desde 2016 hasta hoy. Una fragilidad institucional y una fugacidad de mandatos que recuerda al Ecuador donde alternaron Abdalá Bucaram, Fabián Alarcón, Rosalía Arteaga, otra vez Alarcón, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Aquello se parecía a una comedia política cuyo récord de gobernantes en menos tiempo se superaría en estas pampas, después de la tragedia del 2001.