Nadie nace mártir
taca que “siempre viene bien un libro sobre la memoria”. A eso voy, contando los casos, en gran parte muy diversos uno del otro, de sacerdotes, presbíteros, curas extranjeros, obispos, teólogos, docentes, campesinos, mujeres y hombres, jóvenes y quien estaba en ocaso de la vida.
—¿Cómo trabajó con las fuentes, hubo problemas?
—La investigación quizás encontró un límite en las fuentes escritas, que son bastante escasas. Algunas historias menores han sido reconstruidas a través de testimonios orales. Es decir, no es fácil testificar la fe de las personas y ver su propio itinerario espiritual, en definitiva las motivaciones de su accionar. —¿Por ejemplo?
—En el caso del padre salesiano Dorñak y del itinerario de los dos seminaristas asuncionistas, Carlos Di Pietro y Raúl Rodríguez, se manifiestan en sus vidas este camino existencial que los llevó al martirio, para testimoniar hasta las últimas consecuencias su seguimiento a Jesús. En una parte del listado de Mons. Giaquinta hasta hoy el día de hoy no hay material escrito suficiente que permita describir historias menos conocidas, por ejemplo las de catequistas que han dado sus vidas solo por el hecho de brindar una formación religiosa en los barrios marginales. Por esto hablo de una primera aproximación de la investigación, porque es posible, en el futuro quizás, con la ayuda de parientes y conocidos, poder ofrecer un panorama más acotado del martirio cristiano en aquellos años en nuestro país.
—En el libro se subraya que “nadie nace mártir”.
—Claro, los casos examinados demuestran que son las vicisitudes de la vida las que pueden llevar a derramar la propia sangre por la fidelidad al Evangelio. Pienso en la historia de Mauricio Silva, pequeño hermano de Jesús, barrendero de la ciudad de Buenos Aires, que desaparece y muere en 1977. Silva decidió compartir la vida de aquellos, en ese tiempo, descartados y cuyos anhelos apuntaban a los más altos valores de la fraternidad cristiana.
—¿Hay entonces una manera más o menos rigurosa para definir un martirio cristiano?
—Este es en efecto un punto clave ya que es importante comprender la diferencia entre lo que podríamos definir los ‘verdaderos’ martirios cristianos, o sea las desapariciones o asesinatos en odio a la fe, o de aquellos que, en cambio, se han movido más por razones políticas o sociales. Afronto este tema sobre en el capítulo llamado ‘Martirio cristiano o elección política’.
—¿Es posible aclarar esta diferencia?
—En 2018 el papa Francisco canonizó al obispo salvadoreño Oscar Romero, asesinado mientras celebraba la eucaristía, en el altar, martirio que puede ser definido precisamente “en odio a la fe”: Romero es en otras palabras un mártir del Evangelio, su fe hablaba de reconciliación, de amor a los pobres, de justicia social. En la vida por otra parte de Inés Adriana Cobos, cristiana metodista torturada y desaparecida en 1976, se entremezclan los ideales de la militancia política con la búsqueda de valores evangélicos, los cuales, en su caso, fueron de compasión y empatía con el dolor y el sufrimiento de los niños pobres de barrios populares.
—Pasemos al caso argentino. —En numerosos contextos históricos la coyuntura de nuestro país no es muy diferente a la de otras naciones de América Latina, donde en situaciones de fuerte polarización y de espacios realmente muy estrechos para el anuncio evangélico, dicho de otra manera, una posible reconciliación, puedan desembocar en la solución de los problemas,