Perfil Cordoba

La normalidad del futuro

- EDUARDO DUHALDE*

Si bien la expresión “Nueva normalidad” surgió en el ámbito económico mundial en 2008, para describir las nuevas condicione­s financiera­s tras la crisis de ese año, la pandemia provocada por el Covid-19 la instaló definitiva­mente, en el mundo en general y en la Argentina en particular, cómo un desafío frente a cómo la humanidad aprenderá a convivir de ahora en más con sus usos, costumbres y creencias.

Es que frente a la pregunta de cómo será el día después, surge un lógico desafío: la “Nueva normalidad” es, por sobre todo, un territorio en construcci­ón. Es decididame­nte el futuro, esa porción de línea temporal que todavía no ha sucedido y para la cual deberemos estar trabajando todos juntos.

Ningún consenso se logra de un día para el otro. Se da como resultado de un arduo trabajo y de mucho diálogo. Los mayores, los trascenden­tes, son aquellos que se alcanzan cuando los gobernante­s y los opositores logran aunar sus voluntades despojados de revanchism­o y en pos del bien común.

Europa es un claro ejemplo de lo que digo. Salió apostando a la producción y al trabajo y con mucho diálogo. Si no, miremos el caso de España. Pactos como el de la Moncloa son un modelo a seguir. Fue un acuerdo que cambió el rumbo del país y lo mejor que tuvo es que no se alcanzó entre gentes que pensaban lo mismo o de idéntica extracción. Por el contrario, fue refrendado por desde Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista, al franquista Manuel Fraga Iribarne, incluyendo al socialista Felipe González y al centrista Adolfo Suárez. Así, todos juntos parieron un nuevo sistema democrátic­o.

Es que si no está acompañada de diálogo político la democracia se convierte sencillame­nte en una parodia.

Tuve la suerte de dialogar con Fraga Iribarne y con Carrillo, y fue éste último quien me comentó que un día se juntaron y se preguntaro­n: “¿Les vamos a dejar a las futuras generacion­es nuestros problemas?” se dieron la mano, se abrazaron y así comenzó a cambiar el destino de España.

Ahora, si nos trasladamo­s a la Argentina, nosotros también debiéramos empezar a trabajar y a dialogar para dejarles a nuestros hijos y nietos un país más ordenado. Los argentinos no nos merecemos los descalabro­s económicos, políticos y sociales que estamos padeciendo.

Por eso es tan importante poner en funcionami­ento la construcci­ón y multiplica­ción a lo largo y ancho de todo el país de ámbitos de interacció­n y diálogo democrátic­o donde converjan todos los actores de nuestro sistema constituci­onal.

Coincido con todos aquellos que sostienen que “el diálogo es un puente, ese elemento que sirve para poner en contacto o acercar dos partes distintas, pero también es verdad que nadie se quiere quedar a vivir en él de por vida, porque el logro de ese diálogo se plasma el día en el que se logre arribar a la otra orilla”.

Si vengo hablando de “Nueva normalidad”, es porque existe una “Vieja normalidad”, esa que debemos desterrar de nuestra forma de entender la política. Estoy hablando de la fallida creencia respecto a que se puede gobernar desde un partido solo, con prescinden­cia de los que muchos en público llaman “oposición”, pero que en la intimidad tratan como “enemigos”.

Por todo esto, creo que llegó la hora en la que los argentinos veamos que si queremos lograr en corto tiempo todo lo que nuestra potenciali­dad como país nos permite, tenemos que terminar con los enfrentami­entos y chicanas. Uno en un partido y otro en otro, pero todos juntos trabajando por la República Argentina.

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CEDOC PERFIL Cómo aprenderá la humanidad a convivir con nuevos hábitos.

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