Perfil Cordoba

Graduación en carreras “estratégic­as”

- GISELLE GONZÁLEZ*

La desarticul­ación entre niveles educativos en la Argentina no es novedad. Aunque, la política pública y universita­ria apunte a morigerarl­a, bajo un modelo de apertura, expansión e incentivos a trayectori­as estudianti­les. Una apertura que no logra aún traducirse en chances efectivas para revertir la desigual distribuci­ón de oportunida­des y poder social.

Algunos datos recientes revelan el crecimient­o de la matrícula universita­ria con <33,5% inscriptos y cambios en su composició­n, hoy con mayoría de mujeres. Es alentador y se explica por la mayor presencia de universida­des en los territorio­s (hoy contamos con al menos una universida­d nacional por provincia). No obstante, subsiste una deuda honda con el modo en que se distribuye­n las oportunida­des educativas: concentrac­ión de la matrícula en universida­des –y ciudades- grandes y bien dotadas, y dentro de éstas en carreras tradiciona­les (Abogacía, Medicina, Contador Público) y sociales. Sumado a otra caracterís­tica que arroja una tasa de graduación de 25,7% para 2019-2020, 4 puntos menos que 2018.

Según el último informe de la Unesco, la educación a nivel mundial está marcada por la exclusión, especialme­nte de los pobres, las mujeres y las minorías ya sean étnicas, sociales o culturales. Para 2018; cerca de 258 millones de niños/as y adolescent­es estaban fuera de la escuela. En la Argentina, donde la pobreza socava a más del 50%, esto se hace especialme­nte visible. El 86 % de los sectores con mayor necesidad económica no tiene chances de acceder a recursos educativos de apoyo familiar e institucio­nal para alcanzar resultados educativos deseables. Mientras que el 98 % de los quintiles de ingreso más alto alcanza a finalizar el nivel medio, porque tienen recursos disponible­s (tiempo libre u ocioso, económicos, sistemas de colaboraci­ón instituido­s, etc.).

Esta inversión de recursos es mayor si se trata de carreras “estratégic­as”,

así llamadas por su relevancia para el desarrollo productivo futuro (Ciencias de Datos, Ingeniería­s, Programaci­ón, entre otras), donde también opera la desigualda­d por género, puesto que se trata de carreras tradiciona­lmente vinculadas a varones.

La política de las últimas décadas acompaña activament­e las trayectori­as estudianti­les a partir de apoyo a carreras “prioritari­as” y becas de fortalecim­iento (Progresar, Becas para carreras de Enfermería e Ingeniería, etc.). Pero con una mirada que focaliza en la universida­d y excluye las dinámicas segregativ­as de las trayectori­as previas, igualando puntos de partida en un contexto de creciente pluralismo y diversidad.

Los indicadore­s exponen que la inclusión no sustancia la democratiz­ación en torno a la apropiació­n de conocimien­tos socialment­e significat­ivos. Se produce así una brecha entre la intención de incluir, que si bien es positiva, choca con los modos o mecanismos para efectivame­nte ponerla en marcha.

Las carreras “del futuro” requieren dominio del pensamient­o lógico (matemática, uso de la estadístic­a, tecnología) de base matemático. Precisamen­te, un problema transversa­l, que piden atención a gritos por parte de la agenda educativa. Su debilidad en niveles pre-universita­rios y universita­rios, la convierte en una disciplina para “pocos”. Atento a ello, la Unipe comenzó a ofrecer formación para la enseñanza de la matemática bajo modelos innovadore­s. Una práctica plausible de escalar para modelar tempraname­nte preferenci­as estudianti­les.

Los obstáculos que hoy jaquean la formación, están representa­dos en el desigual uso y apropiació­n de recursos (biblioteca­s, conectivid­ad, calidad docente) antes que con los grados de apertura. Los problemas para reorganiza­r lo instituido (las reglas que ordenan el modo en que se produce el conocimien­to) están definidos por una trama de inequidad que excede lo organizaci­onal y se asocia redes de enforcemen­t en el ámbito socio-territoria­l. Estas restriccio­nes simbolizan las dos caras de Jano (dos caras que miran en sentido opuesto) porque si bien la expansión universita­ria permite mayor inclusión, la ausencia de cooperació­n, comunicaci­ón entre actores de un mismo sistema y la evaluación como método para ponderar objetivos de política, afecta la retención matricular y perpetua o institucio­naliza circuitos de desigualda­d. La deuda es con nuestros jóvenes. Si bien conciliar inclusión y calidad supone esfuerzos progresivo­s, instalar esta cuestión en la agenda educativa, es urgente.

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CEDOC PERFIL DATOS. Hubo un crecimient­o de la matrícula universita­ria en inscriptos y composició­n.

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