A muchos eventuales candidatos los conocen los periodistas pero no la población
que se ha dedicado a la política durante décadas, ha figurado y termina con. Una imagen como la de Nicolás. Esto suele pasar con los “peregrinos de la democracia” que van de partido en partido, de grupo en grupo buscando cargos. Al final la gente no sabe en dónde están, ni lo que hacen.
Conocimiento e imagen. El desconocimiento puede ser útil si el candidato es nuevo. Será un caballo blanco que la primera vez competirá sin manchas. Podrá proyectar la imagen que aconseje la estrategia, y tal vez dar una sorpresa si es original, llama la atención, y expresa afectos y desafectos de los electores. Fue el caso de De Narváez en la provincia en 2009 y Marina Silva en Brasil en 2010. Pasaron de competir con Nicolás a ser figuras de primer nivel en sus países.
Si el candidato es muy conocido y tiene mala imagen, es difícil ganar. Sin embargo, en esto también han cambiado las cosas. En la facultad se dijo siempre que, para ganar, un candidato debía tener el doble de opiniones positivas que negativas. Actualmente la mayoría de los que ganan tiene mala imagen. Suelen pedir el voto alegando que el otro es peor. Hilary y Trump en 2017, Biden y Trump en 2020, Macri y Fernández en Argentina, Arce y Mesa en Bolivia, Lasso y Arauz en Ecuador, Fujimori y Castillo en Perú, tuvieron imágenes negativas y pasaron a la segunda vuelta.
La mala imagen de los líderes se generalizó por la crisis de la democracia representativa. Por eso la frecuencia de las protestas y la ingobernabilidad. Colabora con esto la mala imagen de los congresos, los partidos, los sindicatos, las organizaciones empresariales, los medios de comunicación, la Justicia y la mayoría de las instituciones.
Vivimos un momento grave en que es necesario investigar, reflexionar, dialogar, elaborar estrategias y superar una política que se dedica a veces solo al boato, a perseguir a opositores y dirigentes populares.
Existe una discusión sobre las motivaciones del voto de los electores y los mejores instrumentos para comunicarse con ellos. En estos años han avanzado mucho las ciencias del comportamiento humano y han perdido terreno las interpretaciones pavlovianas de las elecciones. No es cierto que la gente reacciona mecánicamente frente a estímulos primarios. No es cuestión de gritarle “vacuna” o “más subsidio” y vota.
Un autor que ha escrito textos inteligentes al respecto es Malcolm Gladwell, que dice que hay que “lograr que las personas tomen en serio la psicología humana y respeten la complejidad del comportamiento y las motivaciones humanas”. Gladwell, redactor de
durante veinte años, escribió más de una docena de libros sobre el comportamiento humano y la complejidad que tienen nuestros procesos de toma de decisión. Cinco de ellos fueron declarados best sellers por el
Sus principales temas son las causas neurológicas de los delitos violentos, la evolución del perfil criminal, la invención de la píldora anticonceptiva y la psicología que se está detrás del fanatismo religioso. Los libros más famosos son
Gladwell parte de una perspectiva que supera los paradigmas de la historia, la ciencia política y la psicología, pensando los problemas desde una visión holística, propia de la sociedad posmoderna.
Su texto “Small Change, why the revolution will not be tweeted” provocó una rica discusión acerca del uso y abuso de la red en las campañas electorales. Hay elementos que pueden ser usados cuando se cuenta con una buena estrategia, pero no pueden reemplazar a la política. La banalización puede llevar a que sus protagonistas se conviertan en payasos y no en buenos comunicadores. Ya pasó con un candidato ecuatoriano que no llegó al 1%.