Perfil Cordoba

“Nunca hice nada ilegal en la política”

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geográfica de Argentina, para la pertenenci­a a Occidente. Eran diferencia­s de fondo. Yo era joven, no estaba solo en esa preocupaci­ón; pero mis amigos tenían más capacidad de navegar los dos lados. Siempre tuve muy buena relación personal con Menem, la cuidamos aun con esta diferencia. Y el que tenía los votos y la confianza de la gente era él. Entonces yo me fui, no quise volver a su reelección ni a la política partidaria. Quedamos con un buen vínculo personal. Varias veces intentó que volviera. Minimizaba ese conflicto. No le tenía miedo a nada. Un conflicto que tiene Argentina es dónde está el interés nacional, las alianzas posibles y las imposibles. En ese momento, ese sistema de vinculacio­nes que yo resumo en Yabrán, Gait Pharaon o Al Kassar era muy extraño a las necesidade­s que hay en Argentina. Muy extraño a la voluntad de estar en el G20, de funcionar conectada al mercado, de ser una democracia moderna socialdemó­crata. Pero el que mandaba era Menem. Los demás éramos funcionari­os.

—¿Jugó también que vos habías competido con Menem inicialmen­te junto con Antonio Cafiero y Juan Manuel de la Sota?

—No, sería injusto. Mi primera vinculació­n con la política es en el 68/69. Era un niño. Con la represión del gobierno militar hicimos las primeras manifestac­iones. Empecé a militar ahí en el secundario. Después estuvo este debate. Sí tratábamos de construir un modelo más vinculado a una concepción socialdemó­crata, o, para Cafiero un modelo demócrata cristiano. Yo era más socialdemó­crata. Siempre fui mucho más laico. Menem tenía una atracción por lo exótico. Le gustaba Muamar Kadafi. Le gustaba la adrenalina llevada a las relaciones internacio­nales. No tengo nervios para eso. Había tensión interna por ejemplo con los carapintad­a. Siempre pensamos que era una amenaza para la democracia. Había gente en el gobierno que coqueteaba con ellos, creían que podían jugar un rol importante de alineamien­to político de las fuerzas armadas. Me pareció un delirio. Me sigue pareciendo. Menem se ponía por encima de todo con una sonrisa. No tenía miedo a las cosas físicas tampoco. En un vuelo con recontra turbulenci­a, Menem decía: “Chango, quédense tranquilos, nadie se muere en la víspera...”. Con la política era igual.

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