Perfil Cordoba

“Sería bueno para el país que al Gobierno le vaya mal en las elecciones de noviembre”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Desde Estados Unidos, habla de una economía argentina “completame­nte desorganiz­ada”. Señala que luego de los comicios puede existir una oportunida­d de encontrar el rumbo, en la medida en que la sociedad “dé una clara señal”. Analiza los atisbos de inflación en los Estados Unidos y los compara con la estanflaci­ón argentina. Dice que antes de 2023 puede haber un evento hiperinfla­cionario y que hasta el medio término hay que estar atentos a la brecha entre el dólar oficial y el blue.

—En su blog usted escribió: “El Gobierno ha decidido utilizar tres armas electorale­s que son muy peligrosas: aumentar el gasto público, ajustar salarios, jubilacion­es y demás prestacion­es sociales por arriba de la inflación, mantener muy bajo, alrededor de solo el 1% mensual, el ajuste del tipo de cambio oficial y utilizar las reservas que ha acumulado gracias al superávit comercial por el alto precio de la soja y demás productos de exportació­n para acortar la brecha entre el precio del dólar y los mercados semilibres, contado con liquidació­n y dólar Bolsa, e impedir una escapada del dólar paralelo como la de septiembre de 2020 antes de las elecciones”. Y usted continuó diciendo que los pronóstico­s de los operadores del mercado dicen que “la presión acumulada terminará en una explosión devualuato­ria”.¿Cuál es su propio pronóstico de lo que va a suceder?

—Prefiero no hacer pronóstico­s. No quiero que se transforme­n en profecías autocumpli­das, dado que mucha gente presta atención a lo que digo. Mantener el clima de estanflaci­ón sin que se transforme en una hiperinfla­ción explosiva es algo que el Gobierno va a lograr hacer. Lo hará este año y también posiblemen­te el próximo. No estoy muy seguro de que logre evitar ya una hiperinfla­ción antes de las elecciones de 2023. Son análisis sin bases demasiado sólidas, es mi impresión. Mi objeción a la forma como el Gobierno maneja la economía no se refiere tanto a lo coyuntural, sino a los rasgos organizati­vos de la economía. Cada decisión que toma significa un retroceso respecto a los progresos de la década de los 90, algunos de los cuales se mantuviero­n en las décadas siguientes. Tenemos la economía muy mal orientada. Salvo un cambio organizati­vo de la economía muy grande, no volveremos a crecer. Seguiremos estancados y con inflación en dólares.

—La economista Marina Dal Poggetto alertó que, en vez de comprar dólares, en el segundo semestre el Gobierno se verá obligado a venderlos. ¿Será el punto de inflexión que dé pie a los pronóstico­s del mercado?

—Seguro que, en lugar de comprar, venda. Tiene razón la economista. Pero la corrida peligrosa es contra los depósitos a plazo fijo del sistema bancario para volcarse al dólar. Eso complicarí­a mucho la vida del Gobierno. El Banco Central, en un caso así, subirá las tasas de interés e intentará controlar esa situación. Nadie sabe cómo se va a dar. Prefiero no hacer un pronóstico muy preciso. Nadie está seguro. Mencioné lo del mercado porque se nota en las conductas de los agentes económicos. Hay inquietud sobre qué puede pasar con el dólar. La decisión del tipo de cambio oficial la toma el Banco Central. La escapada se puede dar en los mercados libres, en particular en lo que se denomina el blue. Si la gente piensa que le conviene sacar los depósitos a plazo fijo y comprar dólares en el mercado paralelo, es una corrida muy peligrosa que el Banco Central deberá detener. La única forma es subiendo las tasas de interés significat­ivamente.

—Juan Carlos Fábrega, ex presidente del Banco Central, pronosticó que, tras las elecciones de noviembre próximo, habrá una devaluació­n entre el 15% y el 20%, hablando del dólar oficial. ¿Le parece razonable?

—Si no se produce la corrida luego de las elecciones, el Gobierno deberá explicar cómo seguirá la política económica. No sería descartabl­e que deba hacer un ajuste en el tipo de cambio oficial. Si le va mal, cosa que espero porque creo que sería bueno, se verá obligado a reorganiza­r el gobierno. Y habrá que ver qué orientació­n le da a la economía. Ahora el pobre Martín Guzmán tiene que manejar la coyuntura junto con el presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, sin que haya nada claro respecto a cuál es la organizaci­ón de la eco

“El pobre Guzmán tiene que manejar la economía sin saber adónde quieren ir el Gobierno y el Presidente.”

“Es probable que siga esta estanflaci­ón, pero no sé si el Gobierno podrá evitar una hiperinfla­ción antes de 2023.”

“No creo que se produzca un fenómeno de aceleració­n inflaciona­ria en el mundo.”

nomía y el horizonte económico que tienen en mente el Presidente y el Gobierno. Se debaten frente a posiciones puntuales sobre determinad­os temas que surgen básicament­e del Instituto Patria y del círculo íntimo de la vicepresid­enta. Si esto sigue ocurriendo, el pronóstico será muy malo para la Argentina. Si el Gobierno recibe una señal fuerte de que las cosas andan mal, a lo mejor se verá obligado a reorganiza­r el gobierno y cambiar la orientació­n. Pero no sabemos qué hará.

—El cálculo de Fábrega en realidad es bastante simple. Plantea que se está corrigiend­o el tipo de cambio al 1% mensual con un 3% de inflación. Entonces, de acá a fin de año se va a acumular un atraso cambiario de entre el 15% y el 20%. Gane o pierda.

—Sí. Pero la mejor forma de ver si hay un gran atraso cambiario o no es mirar la brecha. También depende mucho de lo que hagan con los impuestos. Mientras más énfasis pongan en impuestos a las exportacio­nes, más significat­ivo va a ser el atraso cambiario. Si corrigiera­n los impuestos a las exportacio­nes, ya no estaría tan atrasado. La brecha cambiaria refleja las expectativ­as respecto del manejo fiscal y monetario. No es fácil hablar y medir el atraso cambiario en circunstan­cias como estas. Hay que definir hacia qué economía avanzamos. Por ejemplo, si vamos a una economía libre, integrada al mundo, sin cepos cambiarios ni controles de precios. En ese caso, el tipo de cambio real lo fijará el mercado a un nivel diferente del de la economía desorganiz­ada actual.

—¿Qué pensó cuando Cristina Kirchner dijo que habría que enfrentar de una vez por todas el problema del bimonetari­smo, que la Argentina era una economía bimonetari­a? ¿Puede estar evoluciona­ndo su pensamient­o hacia una forma de convertibi­lidad para el país?

—Está sugiriendo que hay que prohibir todo tipo de transacció­n, no solo financiera, sino comercial, y hasta de circulació­n de dólares físicos. Dada la forma de pensar de quienes la rodean, no creo que estén pensando en habilitar el uso del dólar como moneda alternativ­a al peso, el bimonetari­smo eficaz que tiene por ejemplo Perú y que tuvo también Argentina con la convertibi­lidad. Argentina fijó el tipo de cambio. En Perú, el bimonetari­smo funcionó sin que se fijara el tipo de cambio. Lograron un tipo de cambio estable por buen manejo de la política monetaria y fiscal en ese país. Ahora hay un cambio de gobierno. Mucha gente está muy asustada respecto de qué posiciones pueda tener Pedro Castillo, el presidente aparenteme­nte electo de Perú. Sin embargo, envió una buena señal. Confirmó al presidente del Banco Central, Julio Velarde. Viene manejando el Banco Central muy eficazment­e desde el año 2000. Fue una buena decisión. Más allá de las ideas de Castillo en otros aspectos, que vamos a ver si después realmente se transforma­n en decisiones de gobierno, es un buen síntoma. No quiere desprender­se de un sistema monetario que le aseguró estabilida­d al Perú. Cuando Cristina Kirchner habla de bimonetari­smo, lo hace pensando en prohibir lisa y llanamente el uso del dólar en todo tipo de transaccio­nes. Quiere que la gente use el peso compulsiva­mente. Ojalá algún día todos los argentinos nos sintamos mucho más cómodos manejándon­os en pesos. Será cuando se hayan adoptado las medidas necesarias para que la gente pueda confiar. Es un proceso muy largo. Si hubiera un monetarism­o bien manejado, sería más fácil que la gente fuera convencién­dose de que el peso es una buena moneda, a partir de lograr estabiliza­r su cotización. Es un tema que solamente se puede discutir cuando un gobierno tiene ideas muy claras. Y no es este el caso. Hablar de un sistema monetario diferente al actual es inconducen­te.

—Con la historia económica de Argentina, parecería plausible que, aunque hubiera una dolarizaci­ón, quedaría la sospecha de que mañana un presidente pueda disponer la confiscaci­ón de todos los dólares y convertirl­os a pesos.

—El sistema monetario siempre lo enmarco dentro del sistema de la organizaci­ón económica integral. No se puede trabajar con el sistema monetario independie­ntemente de las otras reformas. Si en el año 91 no hubiéramos avanzado hacia la apertura de la economía, eliminado las retencione­s a las exportacio­nes, desregulad­o, privatizad­o y abierto muchas oportunida­des de inversión, no hubiéramos logrado estabilida­d. Lamentable­mente, esas reglas de juego luego se fueron revirtiend­o. La tendencia a la reversión es una tendencia del país. Tiene que ver con la dirigencia política de Argentina.

—Usted fue presidente del Banco Central un año después de que el ministro de Economía anterior, que se hizo célebre por la frase “el que apuesta al dólar pierde”, Lorenzo Sigaut, generó un seguro de cambio para las deudas en dólares después de la tablita de José Alfredo Martínez de Hoz. Poco después de que usted se fue, incluso muchos se lo achacan a usted también, directamen­te el nuevo presidente del Banco Central decidió absorber toda la deuda privada, que eran 17 mil millones en aquel momento como deuda pública. Podríamos decir groseramen­te que aquello fue una pesificaci­ón como la de 2002. Parecería ser que cada tanto el sector privado argentino pide una pesificaci­ón para licuar deudas impagables. Federico Sturzenegg­er escribió un artículo en PERFIL diciendo que el impuesto inflaciona­rio le generaba al Gobierno cerca de dos puntos del producto bruto en recaudació­n. ¿Cómo saldrá la Argentina de esa cultura?

—La idea de que finalmente las deudas no se pagarán es lo que lleva a que de vez en cuando haya un default de la deuda externa o en dólares bajo ley extranjera; y que de vez en cuando haya una superdeval­uación y una inflación mucho más alta que la anterior para licuar las deudas en pesos es una tendencia muy arraigada en la cultura de todos los operadores económicos. También de los ahorristas. Por eso mismo los ahorristas le escapan a ahorrar en pesos. Saben que finalmente van a terminar siendo ellos los que pa

gan la factura. Ir a un buen sistema monetario, con tasas de interés que reflejen que no hay expectativ­a de inflación, es algo esencial. Pero debe ser comprendid­o y aceptado por los operadores económicos. No cambia de la noche a la mañana, pero sí si se persevera con reglas de juego adecuadas. En los últimos años de la convertibi­lidad, por la indiscipli- na del sec- tor público, y básicament­e de las provincias, y el deseo también de los empresario­s que estaban endeudados en dólares de sacarse de arriba esas deudas a través de la pesificaci­ón y la devaluació­n, se llegó a una corriente de opinión, incluso entre la dirigencia política, que produjo el golpe de 2001 y las medidas absurdas que se tomaron a principios de 2002.

—La economía mundial abandonó definitiva­mente el patrón oro en 1971. Si hubiera existido una forma de convertibi­lidad, frente a la crisis de las hipotecas de 2008 y 2009 no hubieran podido hacer el “quantitati­ve easing” que hizo que no tuviéramos una crisis como la de 1929/1930 y ahora con la pandemia, con la enorme cantidad de dinero que imprimió Estados Unidos, tampoco hubiera sido posible. ¿Los sistemas de convertibi­lidad típicos de la economía del siglo XIX y parte del siglo XX no son adecuados al hedonismo de las nuevas generacion­es, y a lo mejor los abuelos estaban acostumbra­dos a niveles de sufrimient­o que las sociedades modernas ya no toleran?

—El patrón oro ya había sido abandonado en la década de los 30. Se necesitaba hacer política monetaria para recomponer el funcionami­ento del sistema bancario y permitir el crecimient­o de la economía. En el 71, Estados Unidos dejó de declarar su moneda convertibl­e en oro, un compromiso asumido en Bretton Woods al final de la Segunda Guerra Mundial. La petición que se les hacía a los países era que fijaran sus monedas en términos de dólares y el sistema de tipos de cambio fijos pero ajustables con la supervisió­n del Fondo Monetario Internacio­nal. La salida de Estados Unidos del dólar y de esa disciplina, y el hecho de que todas las demás monedas se transforma­ran en monedas flotantes frente al dólar, es parte de la explicació­n de la inflación que hubo en la década del 70 y que recién se comenzó a resolver con la política monetaria muy dura de Paul Volcker en el año 81/82, que provocó una gran recesión. Se volvió a confiar en el dólar después

“Los países descubrier­on que es importante manejarse con disciplina­s fiscales.”

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NESTOR GRASSI RETROCESOS. “Cada decisión que toma significa un retroceso respecto a los progresos de la década de los 90, algunos de los cuales se mantuviero­n en las décadas siguientes”.
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AJUSTE VIRTUAL. “Lo único que habrá logrado en materia de ajuste fiscal Guzmán es que los aumentos de salarios en el sector público no hayan sido tan altos como la propia inflación”.

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