“Sería bueno para el país que al Gobierno le vaya mal en las elecciones de noviembre”
Desde Estados Unidos, habla de una economía argentina “completamente desorganizada”. Señala que luego de los comicios puede existir una oportunidad de encontrar el rumbo, en la medida en que la sociedad “dé una clara señal”. Analiza los atisbos de inflación en los Estados Unidos y los compara con la estanflación argentina. Dice que antes de 2023 puede haber un evento hiperinflacionario y que hasta el medio término hay que estar atentos a la brecha entre el dólar oficial y el blue.
—En su blog usted escribió: “El Gobierno ha decidido utilizar tres armas electorales que son muy peligrosas: aumentar el gasto público, ajustar salarios, jubilaciones y demás prestaciones sociales por arriba de la inflación, mantener muy bajo, alrededor de solo el 1% mensual, el ajuste del tipo de cambio oficial y utilizar las reservas que ha acumulado gracias al superávit comercial por el alto precio de la soja y demás productos de exportación para acortar la brecha entre el precio del dólar y los mercados semilibres, contado con liquidación y dólar Bolsa, e impedir una escapada del dólar paralelo como la de septiembre de 2020 antes de las elecciones”. Y usted continuó diciendo que los pronósticos de los operadores del mercado dicen que “la presión acumulada terminará en una explosión devualuatoria”.¿Cuál es su propio pronóstico de lo que va a suceder?
—Prefiero no hacer pronósticos. No quiero que se transformen en profecías autocumplidas, dado que mucha gente presta atención a lo que digo. Mantener el clima de estanflación sin que se transforme en una hiperinflación explosiva es algo que el Gobierno va a lograr hacer. Lo hará este año y también posiblemente el próximo. No estoy muy seguro de que logre evitar ya una hiperinflación antes de las elecciones de 2023. Son análisis sin bases demasiado sólidas, es mi impresión. Mi objeción a la forma como el Gobierno maneja la economía no se refiere tanto a lo coyuntural, sino a los rasgos organizativos de la economía. Cada decisión que toma significa un retroceso respecto a los progresos de la década de los 90, algunos de los cuales se mantuvieron en las décadas siguientes. Tenemos la economía muy mal orientada. Salvo un cambio organizativo de la economía muy grande, no volveremos a crecer. Seguiremos estancados y con inflación en dólares.
—La economista Marina Dal Poggetto alertó que, en vez de comprar dólares, en el segundo semestre el Gobierno se verá obligado a venderlos. ¿Será el punto de inflexión que dé pie a los pronósticos del mercado?
—Seguro que, en lugar de comprar, venda. Tiene razón la economista. Pero la corrida peligrosa es contra los depósitos a plazo fijo del sistema bancario para volcarse al dólar. Eso complicaría mucho la vida del Gobierno. El Banco Central, en un caso así, subirá las tasas de interés e intentará controlar esa situación. Nadie sabe cómo se va a dar. Prefiero no hacer un pronóstico muy preciso. Nadie está seguro. Mencioné lo del mercado porque se nota en las conductas de los agentes económicos. Hay inquietud sobre qué puede pasar con el dólar. La decisión del tipo de cambio oficial la toma el Banco Central. La escapada se puede dar en los mercados libres, en particular en lo que se denomina el blue. Si la gente piensa que le conviene sacar los depósitos a plazo fijo y comprar dólares en el mercado paralelo, es una corrida muy peligrosa que el Banco Central deberá detener. La única forma es subiendo las tasas de interés significativamente.
—Juan Carlos Fábrega, ex presidente del Banco Central, pronosticó que, tras las elecciones de noviembre próximo, habrá una devaluación entre el 15% y el 20%, hablando del dólar oficial. ¿Le parece razonable?
—Si no se produce la corrida luego de las elecciones, el Gobierno deberá explicar cómo seguirá la política económica. No sería descartable que deba hacer un ajuste en el tipo de cambio oficial. Si le va mal, cosa que espero porque creo que sería bueno, se verá obligado a reorganizar el gobierno. Y habrá que ver qué orientación le da a la economía. Ahora el pobre Martín Guzmán tiene que manejar la coyuntura junto con el presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, sin que haya nada claro respecto a cuál es la organización de la eco
“El pobre Guzmán tiene que manejar la economía sin saber adónde quieren ir el Gobierno y el Presidente.”
“Es probable que siga esta estanflación, pero no sé si el Gobierno podrá evitar una hiperinflación antes de 2023.”
“No creo que se produzca un fenómeno de aceleración inflacionaria en el mundo.”
nomía y el horizonte económico que tienen en mente el Presidente y el Gobierno. Se debaten frente a posiciones puntuales sobre determinados temas que surgen básicamente del Instituto Patria y del círculo íntimo de la vicepresidenta. Si esto sigue ocurriendo, el pronóstico será muy malo para la Argentina. Si el Gobierno recibe una señal fuerte de que las cosas andan mal, a lo mejor se verá obligado a reorganizar el gobierno y cambiar la orientación. Pero no sabemos qué hará.
—El cálculo de Fábrega en realidad es bastante simple. Plantea que se está corrigiendo el tipo de cambio al 1% mensual con un 3% de inflación. Entonces, de acá a fin de año se va a acumular un atraso cambiario de entre el 15% y el 20%. Gane o pierda.
—Sí. Pero la mejor forma de ver si hay un gran atraso cambiario o no es mirar la brecha. También depende mucho de lo que hagan con los impuestos. Mientras más énfasis pongan en impuestos a las exportaciones, más significativo va a ser el atraso cambiario. Si corrigieran los impuestos a las exportaciones, ya no estaría tan atrasado. La brecha cambiaria refleja las expectativas respecto del manejo fiscal y monetario. No es fácil hablar y medir el atraso cambiario en circunstancias como estas. Hay que definir hacia qué economía avanzamos. Por ejemplo, si vamos a una economía libre, integrada al mundo, sin cepos cambiarios ni controles de precios. En ese caso, el tipo de cambio real lo fijará el mercado a un nivel diferente del de la economía desorganizada actual.
—¿Qué pensó cuando Cristina Kirchner dijo que habría que enfrentar de una vez por todas el problema del bimonetarismo, que la Argentina era una economía bimonetaria? ¿Puede estar evolucionando su pensamiento hacia una forma de convertibilidad para el país?
—Está sugiriendo que hay que prohibir todo tipo de transacción, no solo financiera, sino comercial, y hasta de circulación de dólares físicos. Dada la forma de pensar de quienes la rodean, no creo que estén pensando en habilitar el uso del dólar como moneda alternativa al peso, el bimonetarismo eficaz que tiene por ejemplo Perú y que tuvo también Argentina con la convertibilidad. Argentina fijó el tipo de cambio. En Perú, el bimonetarismo funcionó sin que se fijara el tipo de cambio. Lograron un tipo de cambio estable por buen manejo de la política monetaria y fiscal en ese país. Ahora hay un cambio de gobierno. Mucha gente está muy asustada respecto de qué posiciones pueda tener Pedro Castillo, el presidente aparentemente electo de Perú. Sin embargo, envió una buena señal. Confirmó al presidente del Banco Central, Julio Velarde. Viene manejando el Banco Central muy eficazmente desde el año 2000. Fue una buena decisión. Más allá de las ideas de Castillo en otros aspectos, que vamos a ver si después realmente se transforman en decisiones de gobierno, es un buen síntoma. No quiere desprenderse de un sistema monetario que le aseguró estabilidad al Perú. Cuando Cristina Kirchner habla de bimonetarismo, lo hace pensando en prohibir lisa y llanamente el uso del dólar en todo tipo de transacciones. Quiere que la gente use el peso compulsivamente. Ojalá algún día todos los argentinos nos sintamos mucho más cómodos manejándonos en pesos. Será cuando se hayan adoptado las medidas necesarias para que la gente pueda confiar. Es un proceso muy largo. Si hubiera un monetarismo bien manejado, sería más fácil que la gente fuera convenciéndose de que el peso es una buena moneda, a partir de lograr estabilizar su cotización. Es un tema que solamente se puede discutir cuando un gobierno tiene ideas muy claras. Y no es este el caso. Hablar de un sistema monetario diferente al actual es inconducente.
—Con la historia económica de Argentina, parecería plausible que, aunque hubiera una dolarización, quedaría la sospecha de que mañana un presidente pueda disponer la confiscación de todos los dólares y convertirlos a pesos.
—El sistema monetario siempre lo enmarco dentro del sistema de la organización económica integral. No se puede trabajar con el sistema monetario independientemente de las otras reformas. Si en el año 91 no hubiéramos avanzado hacia la apertura de la economía, eliminado las retenciones a las exportaciones, desregulado, privatizado y abierto muchas oportunidades de inversión, no hubiéramos logrado estabilidad. Lamentablemente, esas reglas de juego luego se fueron revirtiendo. La tendencia a la reversión es una tendencia del país. Tiene que ver con la dirigencia política de Argentina.
—Usted fue presidente del Banco Central un año después de que el ministro de Economía anterior, que se hizo célebre por la frase “el que apuesta al dólar pierde”, Lorenzo Sigaut, generó un seguro de cambio para las deudas en dólares después de la tablita de José Alfredo Martínez de Hoz. Poco después de que usted se fue, incluso muchos se lo achacan a usted también, directamente el nuevo presidente del Banco Central decidió absorber toda la deuda privada, que eran 17 mil millones en aquel momento como deuda pública. Podríamos decir groseramente que aquello fue una pesificación como la de 2002. Parecería ser que cada tanto el sector privado argentino pide una pesificación para licuar deudas impagables. Federico Sturzenegger escribió un artículo en PERFIL diciendo que el impuesto inflacionario le generaba al Gobierno cerca de dos puntos del producto bruto en recaudación. ¿Cómo saldrá la Argentina de esa cultura?
—La idea de que finalmente las deudas no se pagarán es lo que lleva a que de vez en cuando haya un default de la deuda externa o en dólares bajo ley extranjera; y que de vez en cuando haya una superdevaluación y una inflación mucho más alta que la anterior para licuar las deudas en pesos es una tendencia muy arraigada en la cultura de todos los operadores económicos. También de los ahorristas. Por eso mismo los ahorristas le escapan a ahorrar en pesos. Saben que finalmente van a terminar siendo ellos los que pa
gan la factura. Ir a un buen sistema monetario, con tasas de interés que reflejen que no hay expectativa de inflación, es algo esencial. Pero debe ser comprendido y aceptado por los operadores económicos. No cambia de la noche a la mañana, pero sí si se persevera con reglas de juego adecuadas. En los últimos años de la convertibilidad, por la indiscipli- na del sec- tor público, y básicamente de las provincias, y el deseo también de los empresarios que estaban endeudados en dólares de sacarse de arriba esas deudas a través de la pesificación y la devaluación, se llegó a una corriente de opinión, incluso entre la dirigencia política, que produjo el golpe de 2001 y las medidas absurdas que se tomaron a principios de 2002.
—La economía mundial abandonó definitivamente el patrón oro en 1971. Si hubiera existido una forma de convertibilidad, frente a la crisis de las hipotecas de 2008 y 2009 no hubieran podido hacer el “quantitative easing” que hizo que no tuviéramos una crisis como la de 1929/1930 y ahora con la pandemia, con la enorme cantidad de dinero que imprimió Estados Unidos, tampoco hubiera sido posible. ¿Los sistemas de convertibilidad típicos de la economía del siglo XIX y parte del siglo XX no son adecuados al hedonismo de las nuevas generaciones, y a lo mejor los abuelos estaban acostumbrados a niveles de sufrimiento que las sociedades modernas ya no toleran?
—El patrón oro ya había sido abandonado en la década de los 30. Se necesitaba hacer política monetaria para recomponer el funcionamiento del sistema bancario y permitir el crecimiento de la economía. En el 71, Estados Unidos dejó de declarar su moneda convertible en oro, un compromiso asumido en Bretton Woods al final de la Segunda Guerra Mundial. La petición que se les hacía a los países era que fijaran sus monedas en términos de dólares y el sistema de tipos de cambio fijos pero ajustables con la supervisión del Fondo Monetario Internacional. La salida de Estados Unidos del dólar y de esa disciplina, y el hecho de que todas las demás monedas se transformaran en monedas flotantes frente al dólar, es parte de la explicación de la inflación que hubo en la década del 70 y que recién se comenzó a resolver con la política monetaria muy dura de Paul Volcker en el año 81/82, que provocó una gran recesión. Se volvió a confiar en el dólar después
“Los países descubrieron que es importante manejarse con disciplinas fiscales.”