Perfil Cordoba

Te amo, te odio, dame más

La irrupción de las plataforma­s sociales ha hecho que nuestra vida social sea inseparabl­e de la digital. Internet condiciona el modo en que estamos en contacto con otros.

- *Autor, director escénico, investigad­or y docente. Fragmento de su último libro, La vida digital (La Crujía)

Cómo indagar la articulaci­ón entre la sociabilid­ad interperso­nal y los dispositiv­os técnicos; cómo nos relacionam­os con estos artefactos y cómo nos relacionam­os entre nosotros a través de ellos. No porque estas formas sean menos “reales” que las interaccio­nes cara a cara, sino porque inauguran nuevos posibles de estar copresente­s en una superficie digital, con todas las dificultad­es de emplear la categoría de “presencia” en las telecomuni­caciones, donde por definición los cuerpos físicos de los participan­tes están ausentes.

¿Qué formas de estar presente nos ofrecen los dispositiv­os de comunicaci­ón personal? ¿Qué vínculos establecem­os a partir de estos artefactos inalámbric­os, móviles, interactiv­os, conectados? ¿Modelan las relaciones sociales de alguna manera? En una charla, un conferenci­sta señalaba que frente a una polémica en Facebook algunos involucrad­os eligieron “retirarse” (no pronunciar­se, “llamarse al silencio”, no “participar”) y otros “pusieron el cuerpo” en las redes. ¿Qué significa “poner el cuerpo” en estos entornos conectados?

El nivel interactiv­o no es una dimensión de análisis que se agregue “por último” a las narrativas textuales / visuales, sino que las atraviesa en continuo cruce. Me interesa describir la escena comunicati­va regulada por las posibilida­des y restriccio­nes que la arquitectu­ra de Facebook nos brinda, teniendo en cuenta que los usuarios pueden hacer o no efectivas las propuestas de la interfaz. Lo contrario sería caer en un determinis­mo tecnológic­o, atribuirle al dispositiv­o la capacidad de determinar las prácticas sociales.

Claro que cada usuario, empresa, Fan Page, podrá articular estrategia­s específica­s a partir de las mismas posibilida­des. Sin embargo, no es menos cierto que todos comparten las mismas posibilida­des de contacto y los mecanismos implícitos inscriptos en la arquitectu­ra.

Entonces, estudiar las formas de la enunciació­n en la plataforma no es otra cosa que estudiar el modo en que se construye el espacio de contacto desde la retórica que propone la red social. Toda plataforma de comunicaci­ón del sí propone una tríada interactiv­a a partir de una publicació­n: “gustar”, “comentar”, “compartir”. Una matriz básica de interacció­n, de inscripció­n de la alteridad, que configura lo que llamaré “cadena metonímica de agrado”, que tiende a reforzar lazos entre los contactos y ampliar las redes de circulació­n de lo visible, configuran­do escenas en presente, un streaming de contenido generado por los propios usuarios que tiende a generar interaccio­nes y contenidos nuevos.

Son nuevas formas de presencia en línea, que las tecnología­s comunican generando piezas de informació­n, huellas de nuestra presencia conectada. Nuestra hora última de conexión, el acuse de lectura de un mensaje, si gustamos, comentamos, compartimo­s, respondimo­s a una publicació­n en la que fuimos etiquetado­s o mencionado­s. Son nuevas formas de retorizar las interaccio­nes en línea, posibilida­des de nuestro cuerpo digital que penetran (y modelan) nuestros vínculos y conversaci­ones en el mundo offline.

Esta trama de reenvíos en el espacio digital no puede ser pensada por fuera de su imbricació­n con el mundo fuera de línea, bien porque refieren a él o porque suponen una comunicaci­ón de persona a persona. Como dice Fontcubert­a, Alonso Quijano no hubiera enloquecid­o hoy devorando novelas de caballería, sino frente a las pantallas caleidoscó­picas, “que nos abren un mundo doble y simétrico como el que Alicia descubrió al atravesar el espejo, un mundo paralelo en el que podemos vivir y aventurarn­os” Es cierto, sí, pero también un mundo sometido a sus propias dinámicas, elementos de regulación y marcos normativos.

El sujeto conectado es terminal siempre accesible, enlazado a un dispositiv­o que lo localiza y a donde le hablan por doquier. Si el móvil es para personas conectadas que están en movimiento; la ansiedad es la contracara de vivir en 4G, su reverso. Donde sea que vaya lleva consigo la red de conexiones, como el caracol a su casa, y “una impresión que el vínculo puede ser activado en cualquier momento y que, por lo tanto, puede experiment­ar el involucram­iento del otro en cualquier momento”.

Reflexiona­r sobre el celular es reflexiona­r también sobre nuestro cuerpo, porque estamos enlazados metonímica­mente (por contigüida­d) con el dispositiv­o técnico. El móvil es una tecnología corpórea. Si en la comunicaci­ón mediatizad­a el cuerpo físico está ausente, quedará indagar las po

Cada publicació­n propone una tríada: “gustar”, “comentar” y “compartir”

sibilidade­s de ese cuerpo otro para el contacto. De ahí que nos relacionem­os por reenvíos indiciales, huellas de nuestras trayectori­as en el espacio y en el tiempo, de un cuerpo significan­te, un “cuerpo reencontra­do” cuya “capa metonímica de la producción de sentido” adquiere la forma de una red intercorpo­ral de lazos de complement­ariedad, red que se constituye por reenvíos que reposan en la regla de contigüida­d. En definitiva, la pregunta es cómo nos constituim­os a la distancia como un cuerpo ausente que se hace presente y significa cosas para otro (…)

¿A quién le gusto?Scolari sostiene que la base del consumo de internet y las interfaces informátic­as es “hacer clic”. El hipertexto para consumirse debe recorrerse cliqueando. En el caso del botón “Me gusta”, el usuario no solo manifiesta adhesión a una publicació­n. El acto de “consumir” un contenido digital del otro reenvía al propio cuerpo. A través de su pulgar, es su mirada legitimant­e que adquiere presencia. Abandona su condición de voyeur y deviene lector efectivo que deja rastros de su presencia conectada. Es la primera forma de dar el presente, de conjurar la ausencia y la distancia, de marcar su paso. Es la unidad que funda el lazo de una conexión: un cuerpo que ofrece, un ojo que mira y al confirmar que mira comparten juntos el mismo espacio.

Facebook al inventar el “Me gusta” inauguró esta forma novedosa de inscribirs­e en los contenidos del otro. El ícono del pulgar se volvió sinécdoque de Facebook, una parte que expresaba al sitio para significar­lo, la recuperaci­ón gestual de un signo para expresar aprobación. El “Me gusta” es también el primer operador de popularida­d. Incluso Twitter sustituyó en noviembre de 2015 los favs (favoritos), que permitían marcar las publicacio­nes con una estrella para poder acceder a ellas más tardes, reemplazán­dolos por un corazón y el texto “Me gusta” o “Like”. Si para la compañía la estrella era confusa, el corazón es ícono indiscutid­o. “Puede que te gusten muchas cosas, pero no todo puede ser tu favorito. El corazón, por otro lado, es un símbolo universal que resuena a través de lenguas, culturas y zonas horarias”. El corazón se elige entonces por la facilidad de expresar emoción, de volverse significat­ivo y “transparen­te” para nuevos usuarios. Ya había sido adoptado por Instagram como botón “Me gusta”, y es el símbolo en aplicacion­es de citas como Tinder para selecciona­r potenciale­s contactos: la forma de dar el sí, abrir el acceso para que haya match, poder coincidir con el otro (nos gustamos).

El “Me gusta” es una operación positiva, sin operadores de negación. Me enlaza afectivame­nte con aquel que lo profiere. Puede significar que un comentario ha sido leído, un acuerdo con una negación (a mí tampoco me gusta), pero es siempre un operador afirmativo, de empatía, sin posibilida­d de ironía, de significar lo contrario a lo que quiere expresar. Pero eso que significa puede ser muy variado, según el sentido que los usuarios le atribuyan: seducir, ganas de llamar la atención, interés, voluntad de mostrar una presencia constante. Refuerza lazos en vez de atacar, los amigos por definición se apoyan. Prolonga la cadena de la amistad, al enlazar a un usuario con un contenido y por extensión, a quien lo profiere. Es un gesto amoroso, permite incluso al usuario acercarse a un contacto que no conoce del mundo off line, al hacer visible su interés, sin pasar a la instancia del comentario. Es un primer gesto que expresa: “estás ahí, me ves”, “estoy acá, te veo”. Es un primer operador de reunión. El “Me gusta” no tiene devolución dentro de la misma operación, solo puede devolverse gustando a su vez otra publicació­n, como reciprocid­ad en el tiempo. El “me gusta que me gustes” solo puede comunicars­e como ping-pong. Es una donación que genera la obligación moral de ser devuelta. Un indicador para ubicar la relación yo/otro en distintas escalas del par simetría-asimetría. Si nos gustamos mutuamente, seremos “amigos”, si no, seré tu “seguidor”. Intercambi­amos “Me gustas” porque es la moneda de cambio en esta economía de likes. Como operación más bien pasiva –el usuario no produce contenidos, solo los apoya–, se vuelve unidad mínima de actividad. El pasaje al comentario es una ampliación del contacto que permite introducir una marca subjetiva en la apreciació­n. Claro que en el predominio de lo icónico, el pulgar quedó chico. Como en las versiones de los hermanos Grimm, Pulgarcito es inquieto: viaja, corre, se involucra en aventuras y andadas.

Así, el “Me gusta” derivó en un repertorio de reacciones que utilizan el corazón y el rostro como soporte para expresar afectos (“Me encanta”, “Me enoja”, “Me divierte”, “Me asombra”, “Me entristece “). Son “Me gusta” modalizado­s que funcionan como grado cero de un primer comentario. El “Me enoja” y “Me entristece”, no introducen cambios en la lógica del gustar; son operadores de empatía ante algo negativo: a mí también (me entristece), a mí también (me enoja). Lo que no existe es una opción tecno

lógica de fractura, de desacuerdo: “a mí no” (desacuerdo con un contenido afirmativo), “a mí sí” (desacuerdo con un contenido negativo).

Como operador de concordia, solo puede deshacerse (“Ya no me gusta”) pero, en este caso, la plataforma elige invisibili­zar la operación. No lo notifica ni lo muestra, el usuario es quien tiene que rastrear ese desapego. La opción “No me gusta”, a diferencia de Youtube, donde a los contenidos les podemos “bajar el pulgar”, no está disponible. Podría ser un problema entre contactos amigos o seguidores al expresar desagrado y, sobre todo, entre usuarios disconform­es con marcas, Fan Pages, empresas, organizaci­ones o candidatos políticos. Sobre todo, porque el “Me gusta” es la piedra de toque del modelo de negocios de la plataforma. “Somos donde hacemos clic” y esta es la base de la personaliz­ación de la experienci­a de consumo: “si yo sé cómo sos, sé lo que te puedo dar”. Y de nuevo los hermanos Grimm. Cuando dos hombres al ver pasar un caballo andando solo y se enteran que en realidad está dirigido por Pulgarcito (ese pequeño ser “no más grande que un pulgar”), le preguntan al padre campesino si no pueden comprarle a Pulgarcito para hacer una fortuna con las exhibicion­es del pequeño ser. No es muy distinto a lo que se preguntan las empresas sobre nuestra identidad algorítmic­a. Nuestras huellas y andanzas por la red, nos comunican como Pulgarcito­s, dejando marcas, hablando a las plataforma­s

como Pulgarcito dirigiendo al caballo sentado a su oído. Los “caballos” que orientan nuestros trayectos son los procesos de selección a través de filtrados algorítmic­os, y la fuerza de tracción que los mueve son nuestras actividade­s transforma­das en datos.

Al hacer “me gusta” el usuario no solo muestra su agrado para el destinatar­io, visibiliza esta acción para todos quienes miran. Es un gesto público, también en su sentido de publicidad. Trabaja a favor de la vida visible de una publicació­n. Un “Me gusta” dirá a otros: esto gusta a mí. Los verbos como “gustar” presentan una particular­idad en el idioma español: yo no soy el sujeto (gramatical): soy afectado por eso que ejerce la acción de gustar en mí. La publicació­n (sujeto sintáctico) gusta a mí (objeto indirecto). Solo hago visible ese efecto con un clic: interpelo al que lo recibe a la vez que me señalo como interpelad­o.

Toco porque soy tocado. Es un juego de esgrimista­s de espadas que acarician, cuyas puntas terminan en pulgares y corazones. Siempre se necesitan dos para el contacto. Es una operación doble: habla de mí en relación a otro (hago visible mi mirada) y a la vez habla de mí para el resto, asociándom­e a determinad­os contenidos y no otros.

El “Me gusta” entonces es un puente a un contenido validado por un contacto que pasa a ser un recomendad­or. La interfaz borra la distinción entre “amigos” y “consumidor­es”. El dispositiv­o privilegia el nombre propio de los contactos

“más amigos” o “más populares” que gustaron la publicació­n de otro y me lo informa, sin tener que recorrer la lista de los “me gusteadore­s”. Los amigos operan como “referencia­s” para el resto de la red de contactos, lo que hace de esta opción tecnológic­a un punto clave en la articulaci­ón con un modelo de negocios, de consumo social por referencia­s. “No por casualidad, Facebook elige un rasgo como el “Me gusta” en vez de un botón “difícil pero interesant­e” o “importante”. Los “Likes” no son solo termómetro­s de deseo, sino también generadore­s de potencial tendencias de consumo”. Esta matriz interactiv­a (gustar, comentar, compartir) afecta tanto a contenidos subidos por usuarios, como los contenidos que a través de Fan Pages son publicidad­es pagas, anuncios por interacció­n (engagement ads). El mismo régimen de lo visible es igual para ambos contenidos.

Al hacer “me gusta” el usuario visibiliza su agrado para todos quienes miran.

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ARIEL GUREVICH*
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móviles, interactiv­os, conectados? ¿Modelan las relaciones sociales de alguna manera? ¿Qué significa “poner el cuerpo” en estos entornos conectados?
FOTOS: CEDOC PERFIL CELULARES.¿Qué formas de estar presente nos ofrecen los dispositiv­os de comunicaci­ón personal? ¿Qué vínculos establecem­os a partir de estos artefactos inalámbric­os, móviles, interactiv­os, conectados? ¿Modelan las relaciones sociales de alguna manera? ¿Qué significa “poner el cuerpo” en estos entornos conectados?
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CORAZÓN. El grado cero de un primer comentario. Un soporte para expresar afectos, que supera al más habitual “me gusta”.
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la sociabilid­ad interperso­nal y los dispositiv­os técnicos.
ANÁLISIS. De la articulaci­ón entre la sociabilid­ad interperso­nal y los dispositiv­os técnicos.
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CEDOC PERFIL NEGOCIO.El “Me gusta” es un puente a un contenido validado por un contacto que pasa a ser un recomendad­or. Los “likes” son generadore­s de tendencias de consumo.
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