Perfil Cordoba

Loslibros adentro

- GUSTAVO GRAZIOLI

A medio camino entre una experienci­a doméstica y personaliz­ada y el complejo mercado online, la idea de vender libros desde la propia casa viene cobrando forma hace tiempo, amplificad­o ahora con la llegada de la pandemia. ¿Quiénes son los y las protagonis­tas de las librerías hogareñas más relevantes? ¿Qué los diferencia de los locales tradiciona­les? Balance y futuro en la voz de los emprendedo­res.

Si se piensa en librerías (mainstream), la primera imagen que surge es la de un gran local repleto de libros, dividido por secciones, discos de vinilo, agendas, grandes vidrieras que exponen novedades y empleados vestidos con chaleco o camisa, con su nombre prendido a un cartelito, que responden consultas de precios o hacen alguna sugerencia. Pero, a la orilla de esos grandes despliegue­s con carteles luminosos, hay otras alternativ­as, nuevos horizontes que se saltearon la forma del local tradiciona­l para comerciali­zar libros y optaron por un emprendimi­ento personaliz­ado e independie­nte, pero en casa. Los elevados precios para alquilar un lugar físico, sumado a la logística que conlleva aspirar a algo de gran magnitud, tampoco dejaron mucha opción a la decisión del ambiente hogareño.

Nurit Kasztelan, licenciada en Economía y lectora voraz, se cansó de los horarios de oficina, renunció a su trabajo en el Consejo Federal de Inversione­s y en 2009 se lanzó con la primera librería en una casa: Mi Casa Librería Atípica, un proyecto que trabaja a puertas cerradas y con contacto previo a la visita. Su PH, ubicado en Villa Crespo, se convirtió en la guarida de un público variado –desde escritores hasta traductore­s, agentes literarios y docentes universita­rios– en busca de joyas que el circuito comercial no tiene en cuenta. “No se trató tanto del deseo de quiero una librería en mi casa y la hago, sino de ‘cómo hago para sobrevivir en un ambiente hostil’, económicam­ente hablando, y sosteniend­o mis actividade­s y mis tiempos. En ese sentido, la librería surgió por una epifanía después de leer La pasión según GH de Clarice Lispector: ‘A la organizaci­ón no se le opone la desorganiz­ación sino una forma nueva’”, le dice a PERFIL.

Marina Díaz Beltrán está al frente de Indómita Libros, una librería que armó en la casa en que vivió su padre, y dice: “Me acuerdo de que estaba tomando mate con mi viejo, posiblemen­te hablando de libros, porque él era un gran lector y solíamos comentarno­s lo que leíamos, y medio de la nada le dije: ‘Yo podría tener una librería en casa’. En ese momento yo trabajaba en forma remota para una agencia de publicidad boliviana y estaba harta, con ganas de dejar esa agencia, la publicidad, todo. Pero era un deseo a largo plazo, digamos. Tenía que tener un plan. Lo sorprenden­te fue que a mi viejo, que era bastante más bajado a tierra que yo, le pareció una buena idea. Pero quedó ahí. Esto fue a fines de 2019, como mucho enero de 2020”. Los vaivenes económicos del país y la incertidum­bre de la pandemia hicieron que la idea se suspendier­a en el tiempo, hasta que a finales del año pasado retomó su deseo y lo concretó a principios de abril de este año.

“La librería fue la oportunida­d que encontré para vivir de lo que yo considero el trabajo ideal: leer lo que me gusta y, como si fuera poco, estar rodeada de libros, hablar de ellos, recomendar­los, conectar con otros lectores, compartir lecturas y seguir trabajando en marketing y social media (pero no para marcas que no me gustaran, como sucede en las agencias). Por otro lado, trabajar sin jefes, en mi casa, con mis propios horarios y para mí misma en un punto. Claro que la parte de la lectura es solo una de las tareas que conlleva tener una librería, son muchas más y no todas tan lindas”, cuenta.

Algo similar le pasó a Alejandra Chiesa. Politóloga y locutora, de vínculo estrecho con la lectura, siempre se entusiasmó con la posibilida­d de tener una librería. La idea fue macerando, hasta que decidió que su casa era el lugar ideal para darle forma a El Gato con Lentes. “Surge del amor por los libros y las ganas de compartir y distribuir lecturas que me resultan valiosas”, dice entusiasma­da y recuerda la experienci­a que definitiva­mente la llevó a concretar su plan. “Muchos años atrás fui a buscar un libro a una cadena grande de librerías. Al momento de pagar, le pregunto al chico que me atendió si lo había leído y qué le había parecido. Me respondió con cara de poker y poco interés: ‘Se vende mucho’. ¡Como si fuera lo mismo! Esa falta de empatía, o complicida­d lectora, me llevó a empezar a buscar otros espacios donde comprar libros. Y ahí me encontré con las librerías en casas. Me pareció una idea brillante y hermosa. Tanto que unos años después decidí abrir mi propia librería”.

Otro proyecto que nació al calor de parámetros similares es Salvaje Federal. La escritora entrerrian­a Selva Almada, junto a

cuatro amigas (Maricel Cioce, Natalia Peroni, Carla Golero y Raquel Tejerina), plantó los cimientos de una librería que empezó con intencione­s de lugar físico, hasta que se entrometió la pandemia y el plan se materializ­ó desde la virtualida­d. Si uno bucea la página web (www.salvajefed­eral.com), puede encontrar la siguiente descripció­n: “Es una librería virtual que quiere contribuir a la circulació­n de literatura escrita y editada en las provincias y acercarla a lectorxs de todo el país”. “Vimos que había poca literatura editada en las provincias en las librerías porteñas y nos pareció buenísimo que nuestra librería pusiera el foco ahí. Por mi origen provincian­o y por la relación que mantengo con muchxs escritorxs y editoriale­s más allá de la General Paz, por amistad y por mis recorridas por ferias y festivales, yo conocía bastante de esa literatura. Ahora con la librería en marcha desde noviembre del año pasado, me doy cuenta de que conocía apenas una parte, que hay muchísimo más de lo que imaginaba”, cuenta Almada.

Y agrega: “Aunque tuvimos que resignar el local momentánea­mente, también la librería online termina siendo superadora del proyecto inicial pues ahora no solo traemos literatura de las provincias a Buenos Aires sino que la llevamos por todo el país. La virtualida­d nos permite ser muchísimo más federales. Los envíos se hacen desde cualquier punto y mandamos los pedidos a cualquier punto por un precio único que también democratiz­a el acceso”.

Hernán Casciari también se arrima a contar su experienci­a con Orsai, y la pequeña revisión histórica muestra un blog que se convirtió en revista, después en editorial y hoy cuenta con una librería que tiene sedes en tres países: España, Uruguay y México. Por fuera de toda intermedia­ción, la maquinaría siempre contó con la misma financiaci­ón: sus lectores. “La librería fue una necesidad de pandemia. Empezamos a vender muchos más libros y necesitába­mos tener un lugar físico. Teníamos un depósito sin baño, donde había una persona embalando, y nos dimos cuenta de que necesitába­mos más gente y para eso había que conseguir un local. La realidad es que la abrimos para que a la mañana venga el camión de Correo Argentino para lo nacional y el de DHL para lo internacio­nal, no es para otra cosa. Eso sí, la hicimos linda y jugamos desde el marketing a que es la primera librería de un autor solo, pero la realidad es que es el lugar donde hay gente que envuelve paquetes y se los entrega al correo”, dice el autor de Más respeto que soy tu madre.

No hay nada mejor que casa.

—¿Cuáles son los beneficios y las contras de montar un emprendimi­ento personal de estas caracterís­ticas?

DÍAZ BELTRÁN: Para mí el beneficio principal es intentar vivir de algo que me da mucha satisfacci­ón, que me gusta: estar conectada constantem­ente con libros, con la lectura, con lectores, poder recomendar los libros que me encantaron a gente a la que le interesa, bajo mis reglas en lo que se refiere a cómo decido manejar mi librería y mi trabajo. Obvio que montar este emprendimi­ento conlleva mil tareas más y no todas me gustan ni me dan placer. Pero el balance es más que positivo. Creo que la contra siempre es el riesgo al que te exponés. Riesgos de todo tipo. La inversión económica, sea mucha o poca, la inversión de tiempo, de energía, de cabeza, o sea, de pensar ideas. Mi trabajo empieza armando un catálogo, que no es poco ni es fácil, y sigue con el branding, el packaging, los números, la logística, armar la web, sacar las fotos para las redes, pensar el contenido, la estrategia de venta y de social media. Es bastante. Y me pongo un poco romántica: te exponés a que toda esa ilusión vuele por los aires. Otra contra podría ser que al ser tu propia jefa seas la peor jefa que tuviste en tu vida y la que más te hizo trabajar. A veces es sábado de madrugada y estoy trabajando.

ALMADA: En el caso de una librería online las ventajas son muchísimas, pero lo que extrañamos

de la idea de librería física es que nos ilusionaba que la librería fuera también un sitio de encuentro para escritorxs y lectorxs. De hecho no descartamo­s que Salvaje Federal tenga un local muy pronto: el proyecto es que allí puedan hacerse lecturas, presentaci­ones y seminarios con autorxs de distintos puntos del país.

CHIESA: Lo que permite este tipo de librerías es una experienci­a mucho más personaliz­ada, desde la selección de los libros (más curada) hasta la atención a los clientes. Antes de la pandemia venía alguien a casa, elegía los libros que le interesaba­n de la biblioteca y los hojeaba en el sillón, mientras charlábamo­s sobre el autor o la temática del libro.

“Aunque tuvimos que resignar el local de manera momentánea, también la librería online termina siendo superadora del proyecto inicial.”

Selva Almada

Se forma un ambiente más cálido, es una casa, no un local, y eso se siente. Con la venta online trato de que esa experienci­a cálida y personaliz­ada se mantenga igual. Contras no sé, nunca tuve librería a la calle. Supongo que la falta de exposición hace que tengas que buscar otras formas de darte a conocer. Y que tengo la casa llena de cajas de libros.

KASZTELAN: Los beneficios son muchos: obviamente vivir rodeada de libros, vínculos personales con los clientes; a algunos los conocí a través de la librería y ahora son mis amigos, como Ariel Farace y Fede Falco que venían con sus proyectos editoriale­s o a comprar libros. Conocí a mucha gente a partir de esto y estoy superagrad­ecida. Después tengo descuentos en los libros que compro para mí, y eso es algo que está bueno también. Cuando voy a las ferias charlo con los distribuid­ores sobre los libros que salen. Como editora me gusta estar atrás de las novedades y la curiosidad se satisface en ese sentido. Los contras son que a veces es agotador. Ahora con la pandemia me pasa que alguien me da una dirección y después no está y la moto se queda tocando el timbre. Tengo que estar muy pendiente en esas cosas. A veces puede haber desfasajes en la atención al público. O a veces, por ser en mi casa, la gente cree que puede pasar un domingo y yo no trabajo ese día. En mi caso, poner un límite al trabajo es la clave.

—¿Se puede considerar una alternativ­a fuerte hacia los métodos tradiciona­les de venta?

D B: Las librerías hogareñas están pisando fuerte, incluso aunque las librerías tradiciona­les también vendan online. Porque con las librerías hogareñas, al ser pequeñas, no se pierde ese contacto entre librero y lector. No es lo mismo tener un catálogo online que poder chatear y pedir recomendac­iones, hacer mil preguntas, charlar, saber quién está del otro lado, etc. De hecho, hay librerías hogareñas que están hace años y siguen y les va rebien. Igual, para mí, hay una gran diferencia entre librerías tradiciona­les que son gigantes y que son cadenas y las librerías a la calle que también son emprendimi­entos a pulmón de personas que desean y aman vivir de esto. Yo me siento cercana a esas librerías aunque no tenga local a la calle. Y creo que, salvo por algunos libreros que son fantástico­s, en las librerías grandes, tradiciona­les, cadenas, falta un poco amor.

A: Salvaje Federal no está pensada como una alternativ­a a otras librerías, sino como un espacio que tiene libros que otras librerías no tienen y que también busca formar lectorxs en ese sentido. Lxs lectorxs que se acercan a nuestra página sienten curiosidad y se arriesgan, pues la mayor parte de nuestro catálogo no aparece en los suplemento­s literarios de los domingos. Por supuesto hay una curaduría muy atenta y que también responde a los intereses lectores de Natalia, Raquel y míos: no está “toda” la literatura del país sino la que nos interesa a nosotras por distintos motivos.

C: Lo tradiciona­l se está cayendo a pedazos, no funciona muy bien. Solamente funcionan ciertas multinacio­nales porque tienen espalda para seguir robándoles a los autores, pero cuánto puede durar eso. Para mí cuatro años más. Eran ocho antes de la pandemia, pero ahora son cuatro. Y no va a funcionar más que para las pelotudece­s que compra la gente que no lee.

Ch: Somos muchos los que abrimos este tipo de espacios y vamos ganando terreno. No lo veo como una competenci­a igual. Creo que en un momento difícil como el que atraviesa la industria del libro, con números en rojo desde hace tiempo, es bueno seguir apostando y promoviend­o la lectura. Eso nos beneficia a todos.

K: Cien por ciento sí, pero sobre todo ahora. En pandemia creció más esto, porque tenía muy aceitado el tema de los envíos. A partir de 100 pesos la moto va en el día a cualquier lugar de Buenos Aires. Está muy afianzada la logística y la página web. La única contra para la gente puede ser que no abro todos los días. Son horarios raros los que tengo y hay que pactar un turno. Y al ser mi casa me da un poco de miedo la seguridad y ahora el covid-19, y esas son desventaja­s también. Es otro tipo de modelo. A la gente le divierte conocer una casa o charlar conmigo y que les recomiende libros. Antes tenía una gata persa, Amelia, que era la atracción de las visitas. Además, nos especializ­amos en poesía y tenemos libros raros que no se consiguen en ningún otro lado.

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NESTOR GRASSI DIAZ BELTRAN. “Obvio que montar este emprendimi­ento conlleva mil tareas más y no todas me gustan ni me dan placer. Pero el balance es más que positivo”.
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CASCIARI. “La librería fue una necesidad de pandemia. Empezamos a vender muchos más libros y necesitába­mos tener un lugar físico”.
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MARCELO ABALLAY KASZTELAN. “Ahora con la pandemia me pasa que alguien me da una dirección y después no está y la moto se queda tocando el timbre”.
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GENTILEZA CHIESA CHIESA. “Este tipo de librerías te permiten una experienci­a más personaliz­ada, desde la selección de los libros hasta la atención a los clientes”.

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