Una laguna de 2.100 años en la historia
de 21 siglos.
“No existe una mejor prueba del progreso de una civilización que la del progreso de la cooperación”; “Como fuerza social, un individuo con una idea vale por 99 con un solo interés”; “La originalidad es la única cosa cuya utilidad no pueden comprender los espíritus vulgares”. Las citas célebres fueron proferidas por John Stuart Mill, nacido en Londres en 1806 d.C. Incluida la que comienza este artículo.
Sintetizando el cambio radical (que ya había iniciado el británico Jeremy Bentham), una acción humana es correcta y proporciona, por lo tanto, bienestar intelectual, si suministra beneficio colectivo y como ya hemos citado en otras columnas, “el máximo bienestar a la mayor cantidad de personas” debe ser el objetivo de la acción del hombre.
He lamentado reiteradamente haber llegado a conocer el ‘utilitarismo’ (así se le llama a la teoría que compendió Mill), cuando ya pasaba los 40 años de vida. Pese a haber desarrollado siempre mi actividad en círculos ‘intelectuales’, jamás escuché a ningún ‘docto’ desarrollar el tema; tampoco sé que esté incluido en algún nivel de enseñanza. Me consuela, en parte, haber actuado siempre intuitivamente como utilitarista, desconociendo que mi acción tenía un sustento teórico sólido.
Mill y otros ‘utilitaristas’ desarrollaron su ‘doctrina ética’ en una situación de esplendor económico, con lo que infiero que es muy difícil hoy, en Argentina, practicar conscientemente la acción colectiva buena que nos haga más felices (esto es, evaluar las consecuencias de cada acto).
No obstante, volviendo a Epicuro, sospecho que es posible practicar de una manera racional la privación de los excesos, para evitar un sufrimiento posterior y entonces los placeres del espíritu surgirán como superiores a los del cuerpo. Abogo, entonces, por seguir una vida sencilla, autosuficiente, rodeada de amigos y estimo que, en esa situación, la penuria económica no perturbará la felicidad de practicar conscientemente las acciones ‘útiles’ que nos acerquen al óptimo de Wilfredo Paretto.
“Los hijos de mi padre ni le amaron a él ni sintieron ningún tipo de afecto por nadie”.
Esta cita de Stuart muestra un grado de profunda depresión; los argentinos somos irracionalmente optimistas, por lo que creo, además, que podemos actuar con la moralidad del utilitarismo, aún sin libertad y con depresión económica.
“Un discípulo de quien jamás se pide nada que no pueda hacer, nunca hace todo lo que puede”. Esta frase, también de Stuart Mill, parece fuera de contexto, pero en realidad pretende alentar al esfuerzo intelectual a todos los lectores, incluido, mis “asistentes y asociados”.