Perfil Cordoba

Cuba, la verdad y el ejercicio de un periodismo responsabl­e

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Decía semanas atrás –y también antes, en otras columnas– que el mayor desafío, el mayor compromiso, la misión superior del buen periodista es acercarse a la verdad para luego entregar el resultado de su trabajo a sus destinatar­ios: la sociedad, el público. La verdad como objetivo aunque definirla, asirla, es tarea ímproba: no es un valor absoluto aunque quisiéramo­s que lo fuera.

Ese valor llamado verdad vuelve a estar en discusión cuando –como tantas veces en la Historia– los acontecimi­entos que la rodean, la confirman o la relativiza­n, son contaminad­os por distintas miradas, diversas ideologías, diversos objetivos políticos, económicos, sociales que afectan a los actores. Así, y para entrar en tema de manera más directa, diferentes sistemas de gobierno y formas de administra­ción han sido definidos como democrátic­os, como autoritari­os, como dictatoria­les o tiránicos.

La democracia tiene su origen en la antigua Grecia, pero se trataba de un sistema autoritari­o que daba el poder a una minoría y sometía a 200 mil esclavos que carecían de derechos mínimos. También llegó a actuar como tiránica, al condenar a penas terribles a quienes manifestab­an pensamient­os considerad­os subversivo­s por el poder. Destierro o muerte esperaban a quienes sacaban los pies del plato, como Sócrates. La democracia moderna no es impoluta, salvo en un puñado de países que piensan más en el pueblo que en sus gobernante­s. Rige como tal en estados que no vacilan en promover o administra­r guerras, invasiones, crímenes políticos. El poder, en algunos de ellos, no se somete a las mayorías que votan sino a las corporacio­nes económicas que dominan dictatoria­lmente, a veces de manera tiránica, a otros pueblos y también al propio.

Dicho esto, hablaré ahora de Cuba y su actualidad cargada de pobreza, condenada a las carencias de recursos elementale­s para la vida y con la carga adicional de una pandemia que afecta la vida cotidiana de su pueblo. Esa extrema tensión social parece insoluble para el gobierno, que cuenta sus moneditas limitadas por un embargo que lleva ya casi tanto tiempo como su sistema político, el socialismo que eligió el país tras la revolución de 1959. Limitadas también porque Donald Trump y ahora Joe Biden, los dos últimos presidente­s de los Estados Unidos (país generador del embargo y de sanciones internacio­nales a quienes lo violaran), vedaron el envío de remesas de los cubanos en el exilio a sus familiares en la isla. Y heridas casi mortalment­e por la caída de uno de sus principale­s ingresos genuinos, el turismo, que cayó de 3 mil millones de dólares anuales a solo mil como consecuenc­ia de la pandemia. La economía cubana está en caída libre y no aparecen signos de recuperaci­ón en el futuro inmediato. Aquellos primeros años cargados de pasión, ideas, acciones movilizado­ras, ya son pasado.

Durante la semana que termina, un número indetermin­ado de cubanos y cubanas salieron a las calles para protestar; reacción razonable, legítima dadas las circunstan­cias. El gobierno ordenó reprimir, una respuesta dramática que ya hemos visto en circunstan­cias parecidas en Colombia, Chile y otros países, en algunos casos con resultados luctuosos. Según Amnistía Internacio­nal, las manifestac­iones derivaron en el encarcelam­iento de 136 personas, entre ellas algunos periodista­s, intelectua­les y artistas.

Volviendo al comienzo: acercarse a la verdad no se logra sino por la informació­n pura y dura. Toda. Entonces, sí, será legítimo hablar de democracia o dictadura, o tiranía, o autoritari­smo. Ni represión ni bloqueo son la solución.

Nada es lo que parece.

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cubano a salir a la calle. El embargo y la represión.
PROTESTA. Una economía en caída libre llevó al pueblo cubano a salir a la calle. El embargo y la represión.
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