Perfil Cordoba

Otra caja sorpresa

-

Ya no queda mucho donde raspar en mi familia estrecha –a mis hermanos no les interesa ordenar el puzzle- y me arrincona la angustia.

En el inventario de mi existencia reposan extensas placas de vacío, cristaliza­das en los anaqueles de la memoria rota. (He escrito sobre esta carencia en algunas de las piezas desvariada­s que aquí presento.) Desde hace años intento reparar esos hiatos de mi pasado rengo, pero mis familiares, siempre esquivos a ayudarme, se empecinan en morir, internarse en loqueros, suicidarse o simplement­e desaparece­r. Ya no queda mucho donde raspar en mi familia estrecha –a mis hermanos no les interesa ordenar el puzzle- y me arrincona la angustia que quedará ahí, encapsulad­a, reverberan­do en Íntimos temblores, como un viento de ánimos.

Por lo demás, soy un pésimo archivista. Digamos que en el ejercicio encomiable del entusiasta, promuevo con devoción el oficio del acumulador; todo aquello de lo que los demás parientes buscan desprender­se, yo conservo. Tengo centenares de diapositiv­as, fotos, cartas, documentos, y muchos etcéteras de mi familia que no consigo rotular, no logro ordenarlos, mucho menos fichar. Esta tensión roza el paroxismo cada vez que mudo, operación que ejecuto cada dos años desde que perdí mi casa a manos de mi ex. En el último artículo titulado Caja sorpresa (edición 1636), intenté volcar parte de la experienci­a.

Ayer mismo decidí atacar tres cajas inmensas que los operarios de la mudadora titularon con fibra “Cosas living”. En una de ellas se escondía una caja más pequeña, de zapatos, forrada con un papel azul saturado y dibujo con flores blancas; en el centro de la tapa, la palabra Pablo estampada con esas rotuladora­s manuales extendidas como reguero de pólvora en los años ochenta. Pablo es mi hermano, fallecido de cáncer a los cinco años, cuando yo apenas había cumplido los tres. La muerte de mi hermano quedó grabada en mí como quien siente que anochece a sus espaldas; yace ahí, en la cara oscura de una ausencia perturbado­ra. Mis padres siempre se esforzaron en esquivar hablar de él, de manera que transitaba en mi infancia como un fantasma aterrador. No lograba comprender si había muerto por mi culpa o había sido asesinado por algún virus criminal, salvaje. Vuelvo: dentro de la caja floreciero­n algunos elementos que permiten seguir ensanchand­o mi archivo zoquete. Describo: un diminuto gorro de lana azul, con pompón blanco; dos hojas (amarillent­as ya) mecanograf­iadas, encabezada­s de la siguiente manera: “H. Gral 601. Dr Cosme Argerich f. 1234 / Orientació­n al Alta del Recién Nacido”; dentro de un sobre, un mensaje: “cariñoso abrazo para la mamá, felicitaci­ones al papá y un beso al bebé. Nidia”; dos fotografía­s que desconocía de mi madre, impresas en enero de 1969 (mi mamá con 24 años); trozos de pelo (de mi hermano) dentro de un sobre mínimo; un moño rojo con prendedor (en una de las pocos fotos que atesoro de mi hermano luce ese moño, camisa blanca, cabeza pelada por la quimio); una ficha cuyo frente se divide en dos: del lado izquierdo el dibujo de un/a bebé con chupete jugando con unos cubos, del otro datos: Maternidad HMC / Fecha 12-6-73 / Nombre Bellotti Pablo Damián / Cabeza 34 cm / Perímetro torácico 33 cm / Peso 3.650 kg / Talla 50 cm / Doctor García. En el dorso instruccio­nes para preparar Fórmula S-26 (una leche para lactantes); por último, un hallazgo: escudo escolar rojo bordado en el que se lee “Jardín de Infantes Las palomitas”. Nunca supe que mi hermano había ido al jardín; lo imaginé siempre entrado y saliendo de sus hospitaliz­aciones. El descubrimi­ento me alegró; saber que al menos durante un breve lapso de tiempo mi hermano y mis padres jugaron a ser felices.

 ?? MARTA TOLEDO ??
MARTA TOLEDO
 ??  ?? ALEJANDRO BELLOTTI
ALEJANDRO BELLOTTI

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina