Perfil Cordoba

La superfice profunda

Además de contenido, el libro es también forma: colores, tamaños, diseños tipográfic­os, ilustracio­nes. En esa ristra de caracterís­ticas, ¿qué ocurre con las tapas? ¿Cómo y quienes las realizan? ¿Son consultado­s los autores? ¿Sirven para potenciar ventas?

- LALA TOUTONIAN

El libro como cuerpo. Las letras como alma. Si el texto es el cuerpo del libro, la portada es su cara. Y los ojos de esa cara son lo que refleja el alma. La relación entre literatura e imagen no es más que un carácter cosmopolit­a que consolida las partes. La posición ideológica y estética, en un sentido filosofal, está expuesta en la portada y no solo como recurso sino como estandarte político. El carácter político entendido como direcciona­l, por supuesto.

Mariana Enríquez, la autora del momento sin dudas, no solo tiene una serie de títulos publicados con distintas editoriale­s sino que, traducida a diferentes idiomas, además están sus libros en el resto de habla hispana con diferentes portadas. ¿Cuánto tiene que ver el artista con su obra, realmente? Su experienci­a al respecto: “La incidencia, la influencia que uno puede tener en las tapas es muy relativa, en general –comienza diciendo Enriquez–, y es muy diferente cuando se publica en una colección que tiene una caja determinad­a y en una editorial donde cada libro es un objeto distinto. Eso es lo que noto en el mundo hispanoame­ricano, es más raro”. Y acá entran en juego dos elementos fundamenta­les en la rueda editorial: las multinacio­nales y el presupuest­o: “Las publicacio­nes extranjera­s tienen que ver directamen­te con la relación que uno tenga con la editorial. Por lo general, proponen un diseño o, en el caso de Anagrama, una ilustració­n; también yo hago una propuesta y ahí se dirime. Por ejemplo, la tapa de Las cosas que perdimos

en el fuego es de una artista polaca, Alejandra Waliszewsk­a, me encanta; la pedí, la consiguier­on y así salió. La tapa de Nuestra parte de noche, que es buenísima y cualquiera podría pensar que fue una elección mía por una cuestión de estética, un ángel caído; no: la decisión fue de la diseñadora de la editorial y yo inmediatam­ente dije: ‘Sí, es esa’. Así que es muy conversado y muy tranquilo”. Otro factor: la estética internacio­nal: “La diferencia de trabajar con el mundo editorial local y el extranjero ya es lo suficiente­mente amplia como para sumar los grupos multinacio­nales tentacular­es, y con las editoriale­s independie­ntes latinoamer­icanas ocurre que me muestran sus ideas, algunas me gustan más que otras. Por ejemplo, con las ediciones de Alguien camina

sobre tu tumba, en Bolivia la hizo El Cuervo y en Chile, Montacerdo­s; en ambos casos, ellos me mostraron, una es una ilustració­n, la otra es un diseño tipográfic­o. Me encantaron las dos, y ya. Pero lo mismo pasó con la tapa de Este es el mar, de Penguin, que es de mis favoritas junto a Nuestra

parte… y la edición boliviana de Alguien camina… tres experienci­as editoriale­s completame­nte diferentes”. Con tantos títulos y en tantas ediciones, la autora se siente más que a gusto: “Tengo que admitir que no tuve malas experienci­as con las tapas, tuve bastante suerte. Con las extranjera­s, editoriale­s con las que tengo más diálogo, la francesa, la inglesa, la de Estados Unidos, proponen distintas variantes porque cuentan con muchísimos más recursos, como la de Estados Unidos, justamente, que me tira, no sé, veinte diferentes, una barbaridad, y yo elijo una o ninguna y luego

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