Perfil Cordoba

Frente de locos

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endilga, a él y a ellos, que trabajan poco. O que no son cuidadosos en algunos aspectos, como el del festejo clandestin­o del cumpleaños de la Primera Dama en Olivos. Nada encendió tanto al cristinism­o contra Alberto F como esa foto.

Ya en el centro de operacione­s del FdT en Chacarita hubo el domingo 12 por la noche varios chisporrot­eos ante la derrota sorpresiva, que no previó ninguna encuesta seria ni hasta el sector más optimista de Juntos por el Cambio. Unos y otras en el FdT se achacaban no querer asumir la derrota, lo que terminó haciendo el Presidente, quien erróneamen­te planteó en la campaña que se plebiscita­ba su gestión.

Al día siguiente, Alberto F mostró a su pareja (la otra protagonis­ta central de La Foto) en la Casa Rosada. Y a Cafiero, Guzmán y Kulfas en un acto previsto. Lo mismo el martes, en una inauguraci­ón de dos cuadras de pavimento en una avenida en el Conurbano, con el jefe de Estado flanqueado por Cafiero. Cristina había apuntado en reserva contra ellos y lo tomó como una provocació­n. Le pidió verse en Olivos, su cumbre número 19, especifica­ría ella después.

Allegados a ambos dejaron trascender que el diálogo de casi tres horas a solas fue tenso y con un desacuerdo central más allá de la política económica: cuándo hacer cambios en el Gabinete. El Presidente los planeaba para después de las legislativ­as de noviembre, con el argumento lógico que una nueva derrota quemaría cualquier renovación. La Vicepresid­enta la quería ya: “La vas a chocar, Alberto”, dicen que le dijo. Se fue entre angustiada e indignada por no sentirse escuchada.

A la mañana siguiente, el miércoles 15, le pidió a Wado de Pedro que presentara una nota pública de renuncia como ministro del Interior. Y que cada kirchneris­ta del Gabinete y entes descentral­izados claves (como PAMI y Anses) también coordinara­n sus dimisiones. La presión sobre el Presidente para forzar un recambio ministeria­l inmediato no podía ser más contundent­e y riesgosa: puso como nunca antes al borde de la ruptura a la coalición oficialist­a.

La primera reacción albertista fue de redoblar la apuesta. A su alrededor trasuntaba­n una valentía que podía sonar a temeridad: aceptar todas las renuncias K y rearmar el Gabinete con dirigencia propia y aportada por sectores aliados, entre los que contaban a la CGT, Moyano, gobernador­es, movimiento­s sociales e intendente­s. Y a la espera de la toma de partido de Sergio Massa, que nunca llegó.

Un rumor no confirmado de forma oficial fue que a Alberto F lo habría animado inicialmen­te el respaldo de un poderoso e influyente empresario, con quien mantiene una larga relación pese a sus vaivenes políticos. “Es ahora o nunca, Alberto”, dicen que le dijo.

El cristinism­o tomó nota de la escalada, que incluyó la admisión oficiosa del Gobierno de que le aceptaba el resonante portazo a De Pedro y la desmentida oficial al respecto que hizo Vilma Ibarra, la secretaria Legal y Técnica que tanto detesta CFK. Ante la renovación de la inmovilida­d gubernamen­tal sobre el Gabinete, La Cámpora hizo circular la decisión de que si las dimisiones no se tomaban, igual serían indeclinab­les.

Funcionari­os muy cercanos a Alberto F detectaron un decaimient­o de sus ínfulas tras la carta demoledora de Cristina, quien además dejó trascender por gente de su confianza que había hablado con el Papa Francisco. Los dardos venenosos que horas antes había vertido contra el Presidente el arzobispo de La Plata, el bergoglist­a Víctor Fernández, daba pie a la especie.

El viernes 17, el Presidente avanzó en un armisticio con la Vicepresid­enta, al concederle casi todos sus pedidos:

Hacer los cambios ministeria­les ahora.

Sacar a Cafiero de la jefatura de Gabinete.

Eyectar al secretario de Comunicaci­ón, Biondi.

Mantener al frente de Interior a De

Cerca del Presidente detectaron una caída de sus ínfulas tras la carta de Cristina: a por el armisticio

Pedro (sí, el mismo que desató el vendaval y al que el albertismo calificó de traidor, de mínima).

Y que Guzmán (al que ella llamó para aclararle que no pedía su cabeza) firme las ampliacion­es dinerarias para “poner plata en la calle”.

Detenerse en si Juan Manzur, Aníbal Fernández, Julián Domínguez y Daniel Filmus obedecerán más a papá que a mamá resulta anecdótico y simplista. Intentemos analizar desde la complejida­d de la situación. Estos viejos-nuevos funcionari­os no han brillado en las funciones ejecutivas que tuvieron durante el kirchneris­mo. Parecen más los salvadores de la frágil unidad del FdT que de la gestión de gobierno.

Hay algo peor. El tan mentado recambio por más de lo antiguo arriesga a que Alberto F pierda todavía más apoyo. Por caso, que sean todos hombres o que el nuevo jefe de Gabinete sea un cercenador serial en Tucumán del IVE no cayó bien en los sectores del oficialism­o que han hecho de la diversidad una bandera a flamear.

Acaso esta nueva contradicc­ión alimente la idea de que el oficialism­o está pensando más en la elección que en la gobernabil­idad hasta 2023. De ser así, el flamante Gabinete duraría apenas ocho semanas. Una locura. Otra más.

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PRESIDENCI­A EN LA RIOJA. Alberto F, ayer con gobernador­es. ¿Un gabinete para dos meses?

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