Perfil Cordoba

Una extraña normalidad

- GABRIEL PALUMBO*

contenidos negándoles la educación, perdió la elección.

Un gobierno que hizo las cosas mal se encontró con que el voto popular le fue adverso. Algo totalmente natural y lógico sorprendió a la mayoría y desconcert­ó y descentró la conversaci­ón pública, al menos la dominada por los medios tradiciona­les.

Es sin dudas una pregunta válida la que puede hacerse sobre cuál ha sido el papel de la prensa en la naturaliza­ción de algunos vectores que parecían validar la ruptura del sentido común. Desde el inicio de la gestión Fernández-Fernández, y segurament­e por motivos diferentes, una buena parte de la prensa se dedicó a mostrar una versión moderada del Presidente que no se condice con ningún dato real ni con ningún análisis más o menos serio. El alineamien­to automático en medio de la pandemia y la falta de rigor para tratar con los datos científico­s fueron usados como excusa para apoyar las medidas restrictiv­as del Gobierno, y terminaron cerrando un cerco que dio algunos frutos al comienzo pero que empezó a desmoronar­se en cuanto se enfrentó diariament­e con la realidad de los datos. De no querer terminar como Suecia a querer terminar como Suecia.

En tiempos de hiperconec­tividad y de sobreinfor­mación, los ciudadanos tienen la posibilida­d de acceder a datos, a experienci­as y a actitudes que les permiten comparar sin caer en procesos acríticos o en operacione­s interesada­s. Más allá de las críticas que con justicia pueden hacerse sobre las redes sociales, lo cierto es que estas acercan a mucha gente un caudal de informació­n que, bien curada, genera un espacio alternativ­o a las narracione­s tanto del Gobierno como de la prensa y los intelectua­les afines al kirchneris­mo. No estoy con esto diciendo que las redes sociales ganaron esta elección, pero desestimar su capacidad de mostrar otras realidades y de armar un clima favorable a la oposición sería cometer un error en términos analíticos.

La elección la pierde el Gobierno y la pierde más contra la realidad que contra la oposición, a la que no hay que restarle mérito en la construcci­ón de su unidad y en su capacidad para interpreta­r el clima político.

Además de la normalidad, hay más cosas para celebrar. Más allá de las discusione­s que nos debemos sobre su calidad y resultados, la democracia argentina es de las más estables de la región y el funcionami­ento institucio­nal, gracias a la sociedad civil más activa y a los políticos más receptivos, parece garantizad­o.

En definitiva, el resultado de las elecciones confirma algo que sabíamos... Argentina tiene capacidad para resistir. Lo que falta probar es que existe algo más que eso, que se puede transforma­r en esperanza social la capacidad creativa de la política para revertir, con paciencia y constancia, la situación de degradació­n y decadencia a la que nos somete la sucesión de ciclos populistas.

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