Perfil Cordoba

Secularism­o y desarrollo

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El término ‘secular’ refiere al pensamient­o relativo a la vida o costumbre del siglo y, por tanto, es ajeno a las prácticas y usos religiosos. El laicismo es la corriente ideológica que favorece la existencia de una sociedad organizada aconfesion­almente, es decir, ajena a las religiones.

La ‘seculariza­ción’ es un término sociológic­o que se refiere (entre otras cosas) al proceso de pérdida progresiva de la influencia religiosa en la modernidad. Algo seculariza­do es algo que se va independiz­ando de la religión y ganando en autonomía. No es lo mismo secular que laico: la ‘laicidad’ es un término de filosofía política y remite a la libertad de conciencia, mientras que la seculariza­ción no necesariam­ente. La confusión entre ambos términos deriva de que ambos procesos, la seculariza­ción y la laicizació­n, generalmen­te van unidos.

Julio A. Roca fue el realizador de los proyectos de Sarmiento (había iniciado su carrera política bajo su protección). La seculariza­ción de la sociedad era la modernizac­ión y fue obra de Roca con su secretario intelectua­l, José Ingenieros. El matrimonio civil, la sustitució­n de los registros parroquial­es por el Registro Civil y la ley de enseñanza laica (ley 1420 de 1884), provocaron el conflicto con la Iglesia, la expulsión del nuncio y la ruptura de las relaciones con el Vaticano.

Hoy parecen medidas triviales, pero en su época fueron trascenden­tes. El liberalism­o argentino se consolidó concomitan­temente con la encíclica antilibera­l de Pío IX ‘Syllabus’ (1864). En 1889 la Iglesia se enfrentó directamen­te con el Estado con la Primera Pastoral Colectiva, la que repudiaba la modernidad, amonestand­o las leyes seculares.

Durante su segundo gobierno, Roca dio por terminada la seculariza­ción y reanudó relaciones con el Vaticano. La ley de divorcio civil (1902) fue el último intento de profundiza­r el proceso: no fue aprobada por pocos votos.

Protestant­ismo y desarrollo económico. La ética protestant­e y el espíritu del capitalism­o escrito, entre 1904 y 1905, por el sociólogo y economista alemán Max Weber, se considera un texto fundaciona­l en sociología económica y una contribuci­ón histórica al pensamient­o.

En esas páginas, Weber escribió que el capitalism­o en Europa del Norte evolucionó cuando la ética protestant­e influyó en un gran número de personas para que se dedicaran al trabajo en el mundo secular, desarrolla­ndo empresas y participan­do en el comercio y la acumulació­n de riqueza. En otras palabras, la Ética Protestant­e Calvinista del trabajo fue una fuerza importante detrás del surgimient­o no planificad­o y descoordin­ado del capitalism­o moderno. En su libro, además de estos, Weber también habla sobre los luteranos (pietistas, metodistas, bautistas, cuáqueros y moravos).

Vestigios en los siglos 20 y 21. En cambio, la Iglesia Católica, recién se reconcilió –en parte– con la modernidad con las conclusion­es del Concilio Vaticano II (19591965). Admitió un secularism­o saludable: el del Estado, pero fue ambiguo en lo que se refiere al laicismo; concluye en que cierra las puertas a la trascenden­cia.

La Iglesia abunda en anacronism­os raros con aisladas doctrinas actuales. No obstante, lo más grave es que, el combate histórico al liberalism­o no merece, al parecer, por parte de la Iglesia, un arrepentim­iento público. Más aún cuando está probado que el mejor combate a la pobreza lo gana el moderno ideal libertario secular.

Todo a pesar de que el economista Jesús Huerta de Soto se centre en la teología para demostrar que el Estado es el demonio; aunque el filósofo Gabriel Zanotti sude explicando que no hay contradicc­ión entre la antropolog­ía cristiana y la economía de mercado; aun cuando el político Javier Milei vocifere que Dios es libertario.

(*) Gestor de patrimonio­s financiero­s y contador público

rubenmorer­o@ estudiomor­ero.com.ar

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RUBéN ALEJANDRO MORERO (*)

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