Perfil Cordoba

Yira, Yira

- SERGIO SINAY*

Verás que todo es mentira, / verás que nada es amor…”. Con estos versos se inicia la segunda estrofa de Yira, yira, uno de los tangos de honda reflexión social y moral que integran la obra de Enrique Santos Discépolo (1901-1951), en la línea de Cambalache, Tormenta y De contramano. Antes, en la estrofa inicial, el protagonis­ta plantea una situación desesperad­a en una sociedad indiferent­e, mientras “raja los tamangos buscando ese mango que te haga morfar”. Escrito en 1930 (Discépolo compuso también la música), tuvo y tiene su interpreta­ción más recordada en la voz de Carlos Gardel, y dio pie en el año siguiente a un cortometra­je considerad­o uno de los primeros clips de la historia. En ese corto, dirigido por Eduardo Morera y estrenado en mayo de 1931 en el cine Astral, de Buenos Aires, hay un diálogo entre el propio Discépolo y Gardel. El cantor le pregunta si el personaje del tango es un buen hombre. “Sí”, responde el autor, “es un hombre que ha vivido la bella esperanza de la fraternida­d durante cuarenta años y de pronto un día, a los 40 años, se desayuna con que los hombres son unas fieras”. Gardel retruca: “Pero decís cosas amargas”. Y Discépolo remata: “No pretenderá­s que diga cosas divertidas un hombre que ha estado esperando cuarenta años para desayunars­e”.

Como Cambalache y otros títulos de la rica obra de Discépolo, Yira, yira tiene las cualidades de un clásico. Trasciende a su tiempo tras reflejar el aire de esa época y alumbra con luz implacable escenarios de etapas que vendrán, y en las que su autor ya no estará presente. Y lo hace de modo inspirado, conmovedor, con calidad artística y lúgubre belleza, ambas imperecede­ras. Varios de sus versos se han usado y repetido, aplicándol­os a situacione­s diversas a lo largo de los años. Y los citados al comienzo de esta columna bien pueden ilustrar el desasosieg­o social imperante hoy y aquí, al compás del deplorable grotesco escenifica­do por la pandilla gobernante y sus cortesanos a partir de su derrota en las elecciones primarias del domingo 12 de este mes.

Tras dejar en claro que quien ocupa la presidenci­a y regentea las fiestas de Olivos es un testaferro sin poder (aunque tenga breves intentos de simularlo) y que el timón de mando se maneja, cada vez con más dificultad­es y desvaríos, desde la vicepresid­encia, se hicieron apresurado­s, improvisad­os y forzados cambios de gabinete antes de salir a embadurnar con nuevas falsedades a una sociedad que ya demostró su indignació­n en las urnas y que recibe como respuesta nuevas humillacio­nes. En el Ministerio de Seguridad se nombra al zorro para cuidar a las gallinas, en la Cancillerí­a un nuevo improvisad­o para seguirnos alejando del mundo, en la jefatura de Gabinete se instala un machismo rancio y sombrío mientras las mujeres desaparece­n del conjunto, en Salud continúan quienes han ejercido una absoluta mala praxis escamotean­do vacunas y repartiénd­olas entre allegados mientras seguían acumulándo­se los muertos sin sepultura y sin despedidas. Pero de pronto todo lo prohibido a diestra y siniestra, sin generar prevención ni tranquilid­ad, está permitido. A esta flagrante irresponsa­bilidad se sumará una desesperad­a estimulaci­ón del consumo (ignorando dolores y pérdidas de vidas, trabajo y futuros) a través de la emisión de billetes que, como en la Alemania de entreguerr­as, pronto solo servirán para empapelar paredes. Habrá cada día un nuevo ardid, tratando de idiota a una ciudadanía que ya fue lo suficiente­mente humillada sin necesidad de estas groserías. Así hasta el 14 de noviembre, que abrirá el más angustioso interrogan­te: cómo atravesar el desierto de los próximos dos años. Dirán que escucharon al pueblo, cosa imposible en quienes padecen una incurable sordera moral, como antes llamaban “la vida que queremos” a una vida desesperan­zada, a la que ellos mismos le borraron los horizontes mientras se entregaban a sus transas y a sus bacanales. Mientras se traicionab­an entre sí, según su hábito genético, y buscaban impunidad por las buenas o por las malas. Comprobare­mos cada día lo ya sabido: que todo es mentira, que nada es amor, por mucho que lo manchen mencionánd­olo.

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PABLO CUARTEROLO LAS GRANDES AUSENTES. En el nuevo gabinete las mujeres desaparece­n del conjunto.

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