A la “era Merkel”
jugado su ambigüedad en asuntos clave como sus potenciales aliados tras los comicios, en particular sobre el trato que está dispuesto a dar a Die Linke.
Antes de que llegue el momento de los pactos, primero habrá que saber el número de escaños de cada formación política. Para ello, la legislación alemana establece un sistema múltiple de reparto a partir de dos votos: en uno de ellos, los electores eligen un candidato directo por cada una de las 299 circunscripciones, mientras que en el segundo se examinan listas de partido a nivel regional.
Al reparto final, sin embargo, aún le resta incorporar los denominados escaños adicionales, de tal forma que si un partido recibe en un estado más escaños por el voto directo que por el de listas, se añade un número equivalente de asientos. Esta compensación hace que no haya siempre un número fijo de escaños en el Bundestag.
Los nuevos diputados tomarán posesión de sus cargos un mes después de las elecciones y, hasta que haya un Gobierno en firme, Merkel seguirá siendo la canciller de Alemania en funciones. Las elecciones de 2017 derivaron en seis meses de conversaciones para tejer consensos y, teniendo en cuenta la volatilidad actual, podrían no estar claras las opciones de la coalición de forma inmediata.
Pase lo que pase, Alemania entrará en una nueva era sin Merkel, a falta de ver si lo hará de la mano de Scholz, de Laschet o, en menor medida, de Baerbock. La actual canciller, que culminará un proceso de retirada que anunció en octubre de 2018, ha esquivado en todo momento las preguntas que le plantean cuál puede ser su futuro político.
Será el noveno canciller de la Alemania de posguerra, gobernada de forma alterna por la CDU y el SPD. Se sumará a una lista de honor que, además del nombre de Merkel, también incorpora -por orden cronológicolos de Konrad Adenauer, Ludwig Erhard, Kurt Kiesinger, Willy Brandt, Helmut Schmidt, Helmut Kohl y Gerhard Schroeder.