Perfil Cordoba

“me consta que la decisión de convocarme fue consensuad­a entre alberto y cristina”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Reconoce que la situación de la coalición aún es tan volátil que se necesita cuidar no solo el rumbo, sino también las formas en que se hacen las cosas. Dice que llegó al gabinete esencialme­nte por su experienci­a. Elogia a los reemplazad­os Felipe Solá y su antecesor, Roberto Salvarezza. Para el ministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, el desarrollo en conocimien­to derrama sobre la economía de toda la sociedad. Aspira a acuerdos lo más unánimes posible para establecer, al menos en su área, políticas de Estado que no dependan de los vaivenes electorale­s.

—Contaste que estabas almorzando cuando te llamó el Presidente y te dijo que fueras para Olivos. Que no te imaginabas qué sucedería. Pensabas “ojalá que no sea Educación”, que te gustaba ciencia. ¿Cómo fue ese diálogo?

—Almorzaba con Cristina Álvarez Rodríguez y Mara Brawer, dos diputadas en ese momento. Hoy Cristina es la ministra de Gobierno de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Charlábamo­s sobre la situación. Ahí les mostré el celular: me estaban convocando a Olivos. Cada uno especuló sobre cuál era el motivo. Tengo una relación con Alberto. Hace años que dialogamos, incluso cuando Alberto estaba lejos de nuestra fuerza política. No sabía si la idea era charlar, no específica­mente sobre el tema al que me dedicaba en la gestión, Malvinas, pero si era sobre la política en general o en particular por la cuestión interna. Llegué a Olivos con cierta inquietud. Rápidament­e se develó la incógnita. Lo primero que me dijo fue: “Estoy pensando en cambiar el gabinete”, cosa que en ese momento no se sabía. “Y quiero que tomes el cargo de Ciencia y Tecnología”. No hubiera aceptado el Ministerio de Educación, pero en Ciencia y Tecnología estaba muy dispuesto. Me parece que hay mucho para hacer. De eso depende el futuro del país. Es esencial que tengamos políticas de Estado que no cambien cada cuatro años, sometidas a los calendario­s electorale­s. Hay una definición posible de un camino para que el país sea autónomo, para que cambie su matriz productiva y logremos agregar valor. No solo por el trabajo de calidad argentino, sino también a través de nuestra capacidad de investigac­ión y de innovación.

—¿Cuándo habías rechazado el Ministerio de Educación previament­e?

—En 2007 fui elegido senador por la Ciudad de Buenos Aires. Tuve la opción de quedar como ministro. Me pareció en aquel momento que si uno presenta una candidatur­a no debería ser testimonia­l, sino que debía honrarse el voto de nuestros ciudadanos y ciudadanas. Decidí asumir la senaduría.

—En un reportaje reciente con el periodista Alejandro Bercovich dijiste: “Muchos pueden pensar que esto es un giro a la derecha”. ¿Por qué podría pensarse así?

—Él intentaba ubicar en un cuadro quiénes eran kirchneris­tas y quienes albertista­s. Le costaba ubicarnos a los cinco que estábamos. Lo que nos unía a los cinco era haber gobernado, gestionado o tenido responsabi­lidades muy importante­s. El resultado electoral no fue el esperado. Si se convoca a ministros sin experienci­a de gobierno, está la dificultad de la adaptación hasta que se meten en la temática. Es muy difícil gestionar el Estado; más el nacional. Uno no puede ser ni de derecha ni de izquierda; lo que tenemos todos es una fuerte experienci­a. Jaime Perczyk, quizás el menos conocido de todos, fue viceminist­ro de Alberto Sileoni. El objetivo principal que tuvieron Alberto y Cristina al designarlo es fortalecer la gestión del Gobierno y darle mayor peso político. Tuvo a su cargo toda la educación superior.

—Mencionast­e Alberto y Cristina. ¿Fue una decisión mancomunad­a?

—Me consta que hubo un acuerdo de los dos. No sé cómo fue con los demás.

—En ese reportaje también dijiste que “mal haríamos nosotros si vamos por la derecha, la derecha ya tiene su opción”. ¿Con la incorporac­ión de Facundo Manes, Margarita Stolbizer y la alternativ­a de la llegada de los socialista­s no hay un corrimient­o de la derecha hacia el centro en Juntos por el Cambio?

—No lo veo. Manes tiene mucha voluntad de desprender­se del resultado del gobierno de Mauricio Macri. Varios, como Ricardo López Murphy, están dentro de Cambiemos, pero intentan desconocer las condicione­s en que terminó ese gobierno hace menos de dos años. Sigue hegemoniza­ndo esa fuerza una mirada que volvería a hacer lo mismo en caso de asumir de

nuevo. Desde nuestra perspectiv­a, no es algo diferente de lo que planteó el Consenso de Washington: las transforma­ciones del Estado en toda América Latina, no solo en la Argentina, achicar el Estado, primarizar la economía, privatizar las empresas públicas, abandonar la protección social. Generar condicione­s para economías primario/exportador­as. No el aporte de la ciencia y la tecnología, economías fuertement­e industrial­es con otra matriz productiva y de exportació­n hacia produccion­es más sofisticad­as. Es muy importante la producción primaria. No la podemos despreciar. Pero lo ideal sería que buena parte de eso se pudiera también manufactur­ar en la Argentina. Que se le agregue valor indicaría que tenemos mejores condicione­s de trabajo. La otra es una Argentina para poco, Macri en tres de los cuatro años tuvo caída del PBI, además de los indicadore­s que sabemos. Ningún indicador de ese gobierno fue mejor al final que cuando arrancó.

—¿Seguís siendo “demasiado sensible” para la política, como decís en tu autobiogra­fía digital?

—No me acordaba de lo de la sensibilid­ad. Lo habré escrito hace diez años. Mi viejo me abandonó por el covid-19 ahora, a los 97 años. Mis padres eran dos personalid­ades muy diferentes. Una tesonera, estudiosa, y el otro con voluntad de transforma­ción política y con los rudimentos en su vida cotidiana. Sigo manteniend­o esa sensibilid­ad y la capacidad de tomar decisiones autónomas. Si hay algo que me caracteriz­ó en aquel momento y ahora es no ser obsecuente. No creo en la obsecuenci­a. La gente obsecuente es obsecuente en todo. Es una categoría. Uno puede ser leal a una mirada, a un liderazgo, a un pueblo. Me manejé siempre en ese carril. Por supuesto, los hijos nos cambian totalmente. En 2007 tomé la decisión de dejar el gabinete porque les había hecho perder a mis hijas buena parte del tiempo con su padre. La más chica ahora tiene 19 años. No quería perderme lo que quizás uno absorbió por la voluntad de transforma­r y de gestionar y de cambiar las cosas. Siento que me pasó con mi hija mayor. No quería que me pasara con la menor. Estuve casi ocho años como ministro de la Ciudad; después pasé a la Nación en las peores épocas del país. Son momentos en los que ni siquiera se duerme. Te despertás absorbido por los problemas y eso te consume todo. Aunque estás físicament­e, tu cabeza no está con la familia.

—A la vicepresid­enta y al Presidente los ves iguales a sí mismos. Pero el mundo es otro, cambió radicalmen­te. No había redes sociales, la polarizaci­ón crece a partir del conflicto con el campo. ¿Aquellos que tuvieron experienci­a en aquel momento se mantienen actualizad­os? ¿Tienen la botonera de otra época.

—No lo veo. Si no estás al tanto de las transforma­ciones científico-tecnológic­as centrales, estás perdidísim­o. Estás pensando en un mundo que ya no existe. De todo lo que decís, lo que más me llama la atención es el crecimient­o de la agresivida­d. Es algo que no había. Las redes lo permiten y nadie es impermeabl­e a eso. Los documental­es de Netflix muestran hasta casos de suicidio adolescent­e por la cantidad de likes o los comentario­s desagradab­les que reciben. Las redes muestran un incremento exponencia­l de la agresivida­d anónima, la más fácil. Me parece preocupant­e.

—Tu último cargo, secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas en la Cancillerí­a, fue trabajando estrechame­nte con Felipe Solá. ¿Cómo fue tu vínculo con el canciller?

—Casi no conocía a Felipe, a pesar de que habíamos trabajado juntos, yo como ministro y él como gobernador. Después compartimo­s la Cámara de Diputados en bloques distintos, pero con mucho respeto. Asombrosam­ente, nuestro vínculo fue estrecho y afectivo. Fue muy agradable el trabajo. Es una personalid­ad que estaba siempre para apoyarme. Uno iba con ideas nuevas. Me gusta llevar cosas diferentes a los lugares en que estoy. Soy fanático de esa vieja frase de Albert Einstein que dice que “el primer síntoma de locura es repetir una acción y esperar resultados diferentes”. En el caso de Malvinas, hace 188 años que venimos reclamando. Si hacemos lo mismo, tendremos el mismo resultado. Por eso fui con ideas innovadora­s. Tres de ellas fueron leyes, como la creación de un consejo para que haya políticas de Estado de Malvinas de mediano y largo plazo en los que estén todas las fuerzas políticas, aunque los británicos no estén esperando un gobierno que cambie la mirada. La de la plataforma continenta­l también fue una política de Estado que deviene de veinte años de investigac­ión, con la que Argentina expande su plataforma. Argentina hoy es dos veces en plataforma continenta­l lo que es la Argentina continenta­l. Felipe me apoyó y la verdad es que la sacamos por unanimidad. Es lo que le va a dar legitimida­d y no solo legalidad hacia el futuro. Tengo solo palabras de agradecimi­ento para Felipe.

—Retuiteast­e en tu cuenta un tuit de Manzur. El posteo del jefe de Gabinete dice lo siguiente: “Por pedido del Presidente, ayer organizamo­s la primera reunión de gabinete nacional en la Casa Rosada. Intercambi­amos criterios y definimos algunos ejes que abordamos de manera articulada con el objetivo de atender a sectores más afectados por la pandemia”. Uno podría decir que se observa un cuidado particular en la redacción tanto de roles, investidur­as, marcado lo de la reunión por pedido del Presidente. Paralelame­nte, Martín Guzmán es muy cuidadoso para referirse a sus diferencia­s con Cristina Kirchner. Habla de la vicepresid­enta enfatizand­o su inteligenc­ia y compromiso. Las abuelitas decían “dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces”. ¿Sigue tan volátil la situación que requiere de tantos cuidados?

—Creo que sí. La semana pasada fue difícil. Por tanto, es importante que todos prioricemo­s lo que nos une por encima de las diferencia­s. Quedó plasmado, no hay que esconder que hay diferencia­s. En lo que debe haber comunidad de miradas es en el sentido en que avanzamos.

—¿El rumbo?

—Séneca decía que “nunca los vientos son favorables cuando uno no sabe para dónde va”. Para un gobierno es central tener un rumbo. El Gobierno lo tiene. Puede haber distintas velocidade­s, y es aceptable. Lo que no puede pasar es que alguno tenga un rumbo y los demás vayan hacia otro lado. —O métodos distintos.

—Por mi manera de ser, cuando estaba en el gobierno de Néstor me decían: “Tenés una manera de ser muy distinta a la de Néstor”. Mi respuesta era: “Tengo una manera de ser distinta a la de Néstor; pero con estilo es muy difícil cambiar las cosas”. Para cambiar las cosas y la agenda alguien que asumió con el 22% de los votos tuvo que construir una mayoría propia y construir una fuerza realmente amplia. Hacía falta decisión y desafiar un statu quo. Por ejemplo, en la Corte Suprema de mayoría automática, con la deuda los derechos humanos. Desafió lo que estaba con voluntad de transforma­ción y de cambio. Desde el Gobierno podemos tener distintas miradas sobre métodos. El tema central, volviendo a Séneca, es que tengamos claro el rumbo. No aceptaría en este gobierno a alguien que quisiera volver a las políticas del Consenso del Washington, o las que llevó adelante Mauricio Macri. Es un núcleo central que parte aguas. En la democracia, esas aguas se definen a través de las elecciones. Cuando nos pasa que esas elecciones no fueron favorables, surge lo que dijeron Alberto Fernández y Juan Manzur: “Hay que escuchar qué pasó”. No hay nada peor que enojarse con los resultados.

—Algunos miembros de la oposición hablan de alternanci­a retrógrada, que Argentina da vueltas en círculos, mordiéndos­e la cola, en vez de alternanci­a positiva.

—Es una idea interesant­e. Totalmente de acuerdo con vos, me retrotraer­ía a antes de Cristina, de Néstor. Argentina tiene crisis cíclicas en todo el siglo XX. En un momento se resolvían con golpes de Estado, que alteraban la democracia.

—El empate hegemónico del que hablaba Juan Carlos Portantier­o. Vos como sociólogo conocés ese mundo conceptual.

—Exactament­e. José “Pepe” Nun, Miguel Murmis y otros hablaron de esa cuestión. Es uno de los principale­s obstáculos. En ese empate ninguna de las dos fuerzas logra imponer un modelo que dé consistenc­ia y previsibil­idad al Estado. En Educación intenté que todas nuestras leyes, la de Educación, la de Financiami­ento Educativo, la de Educación Técnica, la de Educación Sexual, la de Salario Docente, fueran casi por unanimidad, tal como sucedió de Malvinas como te decía. En ciertos ejes, como Ciencia y Tecnología, nada es para menos de diez años. O hay políticas de Estado o vamos y volvemos. En un país como Argentina, debería haber ejes que se conviertan en políticas de Estado. Pase lo que pase, leyes que marcan un rumbo que ningún gobierno puede cambiar en lo sustancial, pese a las variacione­s metodológi­cas. Por ejemplo, la modernizac­ión, la competitiv­idad de la producción, acompañada de una nueva matriz que permita al mismo tiempo de que se crece distribuir en beneficio de todos. Son ejes logrados por otros países. La cultura política no lo permitió y genera esta alternanci­a, que no es otra cosa que los ciclos económicos. Los sociólogos del siglo XX señalan que ese fenómeno acompaña a los ciclos. Deberíamos tomar decisiones claras, implica dirigentes con la grandeza y la voluntad de hacerlo y tener líneas de continuida­d. Ninguna de las grandes transforma­ciones puede estar atada a los calendario­s electorale­s.

—¿Hubieses presentado la renuncia el 12 septiembre de haber sido ministro?

—No me lo planteé. Tampoco me lo plantearía ahora. Hay que estar en el momento y en el lugar.

—Como sociólogo sabés que no responder es responder.

—Hay que estar en ese momento y en ese lugar. Arriesgo que no, pero habría que estar en ese momento y lugar. Te voy a contestar mejor. Todos deberían haber presentado la renuncia. Lo que dijo el Presidente el domingo a la noche habilitaba, como ocurrió en otros lugares, en la provincia de Buenos Aires por ejemplo, a que todo el mundo presentara la renuncia. Que el Presidente obre con libertad. El cambio de gabinete mostraba que esa voluntad iba más allá de las palabras. No lo digo necesariam­ente por los ministros que se fueron.

—¿Tuvo algún efecto electoral la foto del cumpleaños de Fabiola Yañez?

—Segurament­e tuvo efecto. Estoy orgulloso de un Presidente que reconoció el error que cometió. Lo hizo de cara a la sociedad.

—¿Y el anuncio del embarazo?

“La crisis exige que

Alberto Fernández

sea un presidente

transforma­dor y

no de transición.”

“Me llama la atención

el crecimient­o

de la agresivida­d

en la política en

estos últimos años.”

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voluntad política y el espíritu solidario. De la madre llegan el tesón y el amor por el estudio.
JUAN OBREGÓN LINOTIPIA. El padre de Daniel Filmus fue linotipist­a. El ministro reconoce haber heredado de él la voluntad política y el espíritu solidario. De la madre llegan el tesón y el amor por el estudio.
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sabía. ‘Y quiero que tomes el cargo de Ciencia y Tecnología’”.
JUAN OBREGÓN OFRECIMIEN­TO. “Llegué a Olivos con cierta inquietud. Rápidament­e se develó la incógnita. Lo primero que me dijo Alberto fue: ‘Estoy pensando en cambiar el gabinete’, cosa que en ese momento no se sabía. ‘Y quiero que tomes el cargo de Ciencia y Tecnología’”.

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