El fin del dedazo cristinista
en el conurbano bonaerense. La primera y tercera sección electoral bonaerense representan un 70 % del electorado de la provincia de Buenos Aires. Ésta da cuenta de casi un 40 % de los votos a nivel nacional. Habiendo, como hay desde 2015, una alternativa no peronista competitiva no sólo a nivel nacional sino también en provincia de Buenos Aires, ningún proyecto peronista alternativo al kirchnerismo resulta electoralmente viable. El presidente Alberto Fernández señaló con acierto en 2019 que con Cristina sola no alcanzaba para ganar, pero que tampoco era factible hacerlo prescindiendo de ella. La razón es simple: es posible ganar la presidencia no siendo la fuerza más votada en la provincia de Buenos Aires
–como lo mostró el triunfo a nivel nacional de Mauricio Macri en 2015–, pero es imposible hacerlo siendo tercero distante en el distrito de mayor peso electoral. La conclusión también es simple: cualquier proyecto político peronista que pretenda llegar a la presidencia pasa por el kirchnerismo, que controla el “heartland” de la política argentina. O al menos esa era la certeza hasta el domingo pasado.
Es difícil predecir qué ocurrirá en noviembre por una variedad de razones. La participación electoral fue significativamente baja en la provincia de Buenos Aires. Sólo concurrió a votar algo más del 66 % del electorado, casi 12 puntos menos que en las primarias de 2017. A ello debemos agregar a los votantes de aquellas fuerzas que no superaron el 1,5 % de los votos mínimos y quedaron excluidas de competir en las elecciones del 14 de noviembre. Entre los votantes de los partidos que no superaron el umbral y quienes optaron por no ir a votar hay dos millones de votos. Si el oficialismo apuesta a recuperarse en noviembre, los hechos de esta semana no parecieran ser para nada auspiciosos. Más que enamorar al votante, el Frente de Todos pareciera estar empeñado en espantarlo.
Hecha esta salvedad, si los resultados de las elecciones de