Restos diurnos (entre Maradona y Pasolini)
La muerte de Europa inteligible. Sin embargo, él escuchó –o creyó escuchar– una frase coherente: “Todo está gobernado por la brutalidad”, y la incluyó al comienzo del libro como cita junto a una de Pier Paolo Pasolini.
Lo importante es que aquella frase fue la causa eficiente del sueño soñado y, por lo tanto, del libro, cuyo material crudo son sus restos diurnos. Se trata de un texto que, en su pura linealidad, incluye (dos) personajes, diálogos, escenarios e indicaciones visuales al modo de una obra teatral o guión cinematográfico. Con una salvedad no menor: “Miramos desde adentro. Exactamente al revés que en el teatro”. Al mismo tiempo –el presente de la narración–, el texto exhibe en carne viva su propia hechura y las marcas de la traducción del registro onírico al puramente textual, en sus múltiples niveles de lectura: “Es tanto lo que ha clareado ahora, en el espacio entre dos renglones, en ese tiempo en que la vista lectora sortea su hiato, que se pueden distinguir dos siluetas”.
Porque el relato “cuenta”, por decirlo así, los diálogos fragmentarios e inteligibles entre dos personajes de los que ni hace falta aclarar quiénes son (y el autor tampoco lo hace: alcanza su descripción física y las citas al comienzo), que conviven en una habitación con una ventana abierta al fondo por donde se filtra a cuentagotas el mundo exterior. “Dos personajes, se está tentado a decir de tan sucintamente que están trazados, sólo por sombras y por luces, tal como lo blanco y lo negro, encima de un papel, bastan a las letras y sostienen, quizás, mundos”, acota el autor, añadiendo cada vez un nivel más (nunca uno menos) de lectura.
La descripción de acciones y situaciones se combina con la transcripción de diálogos armados con frases, en general truncas, extraídas de la vida real de los dos protagonistas: “Había que ganarlo por...”, “No es una clase social”, “¿Y si la tiraba afuera?”, “No hay que romper el poema”, “El gol rompe el código”, entre muchísimas otras. Balbuceos que no llegan a hilvanar un discurso coherente: “Afirmaría un lenguaje que ya no puede hablar de la realidad, que ya no puede crear realidad, que ya no puede, siquiera, hablar de sí mismo”, concluye Duizeide. Es que todo está gobernado por la brutalidad, no importa quién lo diga.
La segunda mitad del libro consiste en una serie de notas periodísticas, testimonios y otros textos que reflejan a Pasolini en sus facetas más transgresoras y politizadas. Cumplen acabadamente con el fin de despertar cierta voracidad por repasar su obra.