Perfil Cordoba

alimentand­o lo indecible

- LAURA ISOLA

Bony toma el control en las imágenes como si fuera una dominatrix y desarma la escena

“Eróticas 70’s” se titula la muestra de Oscar Bony que se puede ver en Waldengall­ery, un conjunto poco conocido de obras realizadas entre 1974 y 1976, con las que el artista argentino siguió con la exploració­n del cuerpo y la técnica que ya había emprendido en los años 60.

Luis Ricardo Rodríguez, matricero de profesión, percibe el doble de lo que gana en su oficio por permanecer en exhibición con su mujer y su hijo durante la muestra.” Eso podía leerse en el cartel que Oscar Bony había puesto como epígrafe a su obra La familia obrera de 1968. Lo que había que ver era, justamente, a esa “familia muy normal” compuesta por el señor Rodríguez, su mujer y su hijo instalados sobre un pedestal representá­ndose a sí mismos. Mientras el nene hace su tarea, la madre hojea una revista, el padre asume una pose de pensador cual escultura de Rodin, todas las preguntas por el arte contemporá­neo se concentran y se hacen una madeja en esta pieza.

Poco duró esta bomba de tiempo con la que Bony activó, en “Experienci­as del 68” en el Instituto Di Tella, las explosione­s (de sentido) en cadena: la familia es sagrada pero también una institució­n horrenda que paga una entrada y resume el tedio de la vida clasemedie­ra; el trabajo dignifica pero esclaviza; el arte es liberador y opresivo al mismo tiempo; el artista es un genio y un demonio que es capaz de llevar a cabo una empresa como esta. Las polémicas vinieron por derecha y por izquierda pero el régimen de Onganía se encargó de, al menos, desactivar­las censurando la obra.

El texto que acompañaba la performanc­e era elocuente como pocos sobre el significad­o del trabajo y pone en tensión la fórmula sobre la tarea y la remuneraci­ón, sobre la fuerza de trabajo, el ocio y el salario; en fin, sobre el arte y la vida. Oscar Bony era un mago que podía, con solo poner en escena una idea, derribar todas las demás.

A continuaci­ón de esta experienci­a señera, sobresalie­nte, con la que cierra los años 60, están las fotografía­s de una serie que fue nombrada Eróticas más por su contenido que por una planificac­ión o pensamient­o del artista. Así le decía Bony, tanto como le dijo Baleadas a las que realizó desde los años 90 hasta 2001, ya que les disparaba con una pistola automática Walther P. 88 9 mm y agujereaba los vidrios de unas fotografía­s preparadas con cartón por detrás. Como si fuera un tiro al blanco, Bony se ponía los protectore­s auditivos y las perforaba a balazos en su caserón de Barracas en permanente refacción, entre albañiles y las quejas de los vecinos. También les tiraba con gomera a las palomas, “porque me cagan todo”. Cuando Lucio Fontana tajeó el lienzo, no sólo infligió un golpe estético: trazó una grieta mucho más profunda que separó, de algún modo, la tradición de la pintura. Por lo pronto, permitió pensar la destrucció­n como gesto creativo y a Oscar Bony, en particular, seguir su estela en el arte y la fotografía. El tajo de Fontana deviene en los disparos de Bony sobre su propia imagen. Entonces las así llamadas Eróticas, un conjunto poco conocido realizado entre 1974 y 1976, sigue con la exploració­n del cuerpo y la técnica. Fotos intervenid­as con sustancias químicas menos para su destrucció­n que para difuminar límites, exaltar y cubrir, fragmentar y totalizar, retratos insuficien­tes, cuerpos moldeados y arrasados, diferencia y disidencia, lugar común y extrañeza, belleza y abyección. Sin embargo, los opuestos no funcionan como tales. Alimentan lo indecible, el entredós y el entrevero, de una imaginació­n desbordant­e y subversiva. Bony toma el control en las imágenes como si fuera una suerte de dominatrix y desarma la escena. Muy cerca de su tiempo, también, contribuye al otro lado de los años 70, sexuales y glamorosos, más a la Bowie que a las luchas revolucion­arias.

En muchos de los epígrafes de esas fotografía­s hubieran ido de maravilla la letra de la canción que Madonna propuso para los años 90 como un manifiesto. En

Erotica se la escuchó susurrar: “If I’m in charge and I treat you like a child/ Will you let yourself go wild/ Let my mouth go where it wants to” (Si yo mando y te trato como a un niño/ ¿Te dejarás enloquecer?/ Deja que mi boca vaya a donde quiera.)

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FOTOS: GENTILEZA WALDENGALL­ERY FOTOS. Intervenid­as con sustancias químicas menos para su destrucció­n que para difuminar límites, exaltar y cubrir, fragmentar y totalizar, retratos insuficien­tes, cuerpos moldeados y arrasados, diferencia y disidencia, lugar común y extrañeza, belleza y abyección.
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