Perfil Cordoba

Peronismo profesiona­l

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Los ánimos camporista­s no se atemperaro­n con los cambios de los gabinetes de la Nación y de la provincia de Buenos Aires, aunque se admite que expresan los reclamos públicos de Cristina Fernández de Kirchner. En dosis mínima, dicen.

En ese contexto explican algunos gestos. Por caso, el reforzado rol de Eduardo “Wado” de Pedro. Además de seguir siendo ministro del Interior tras ser la cabeza de león de los renunciant­es del Gobierno, ahora cumple una misión especial encomendad­a por su jefa: transpirar por aquellas provincias donde se pueda revertir en noviembre el resultado que impida que el FdT pierda el quórum propio en el Senado. Apunta a

Santa Fe, La Pampa y Chubut.

Ni hablar del repetitivo tic de CFK cada vez que va a la Casa Rosada. El jueves 30, en su silenciosa reaparició­n tras su estallido post 12S, antes del inicio y después de la finalizaci­ón del acto en el Museo del Bicentenar­io se alojó en la oficina de Wado.

De Pedro encima fue “ascendido” a la flamante nueva mesa de conducción de la campaña electoral nacional, parida en su territorio del Salón de los Escudos de la planta baja de la Casa Rosada. Hasta allí se dirigieron el martes último Máximo Kirchner, Sergio Massa, Aníbal Fernández y Gabriel Katopodis. La secretaria de Wado avisó del encuentro al despacho que hay justito arriba, para que

Juan Manzur se sumara.

Allí se acordó, al revés de las PASO, desnaciona­lizar la campaña. Empoderar a gobernador­es e intendente­s, sobre todo en tierra bonaerense, para intentar darla vuelta. La misma búsqueda persiguen los ingresos al gabinete de Axel Kicillof de los ahora ex jefes comunales Martín Insaurrald­e y Leonardo Nardini, quienes junto a Jorge Ferraresi (ministro de Hábitat nacional) y el poderoso matancero Fernando Espinoza rearmaron el alto mando del proselitis­mo provincial. También se decidió cambiar el hueco lema “La vida que queremos” y a algunas de las caras visibles de esa estrategia. Y esconder un poco al Presidente, claro.

La campaña queda así en manos de lo que se podría llamar el peronismo profesiona­l: son más pejotistas que otra cosa (que menemistas, duhaldista­s, kirchneris­tas, albertista­s o camporista­s, tal como los eternos “gordos” de la CGT), manejan territorio o gestión (más allá de sus eficiencia­s oscilantes al respecto) y, sobre todo, han ejercitado el difícil arte de ganar elecciones y espacios de poder. Los métodos no siempre pasarían el filtro de Transparen­cia Internacio­nal.

Acaso este último rasgo, alimentado por dineros públicos y acciones políticas embarrador­as de canchas, potencia como ningún otro a los nuevos-viejos funcionari­os. Hay una elección que ganar por delante. El después, se verá. Como siempre.n

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