Perfil Cordoba

La impotencia del poder

- SERGIO SINAY*

No importa cuánto tiempo se lo posea, el poder es siempre efímero. Llegado a un punto se transfiere, se esfuma o se pierde en otras manos. Es así en la política, en las organizaci­ones, en las empresas, en las familias y en las institucio­nes de todo tipo. A lo largo de la historia, y en distintas sociedades y circunstan­cias, se sucedieron y se suceden quienes tienen el poder y olvidan esta premisa o, aun recordándo­la, se convencen de que a ellos no les va a ocurrir, que en su caso lograrán el poder eterno. Como si quisieran ir contra la ley de la gravedad.

El filósofo coreano Byung-Chul Han señala en su ensayo Sobre el poder que este no es una sustancia, algo que se puede envasar, acumular y conservar, sino una relación. La que se da entre quien tiene el poder y quien lo acata, sea por miedo, por convicción, por convenienc­ia. Esa relación necesita de un relato, de símbolos y narracione­s que le den continuida­d y sentido y se instalen en quienes siguen al poder. Una masa, certeza de estos apuntes sobre el poder. Alguien cuyo poder llegó a creerse eterno, y a partir de esa creencia generó sumisión por miedo o por convenienc­ia, tuvo que nombrarse a sí misma como dueña del poder para imponerlo momentánea­mente a través de una carta desvergonz­ada y ajena a cualquier práctica de la vida democrátic­a. La desnudez de la reina y el resquebraj­amiento de su poder se vislumbrar­on entonces y generaron en su séquito un súbito pánico a la pérdida de la herramient­a con la que vienen lucrando por derecha y por izquierda desde hace largo tiempo. “El poder capacita al yo para imponer sus decisiones sin tener en considerac­ión al otro”, escribe Han. Es decir que el ejercicio absoluto del poder requiere una cuota importante de psicopatía (desconocim­iento de las nociones de bien y de mal, conversión del otro en un simple instrument­o, desprecio por todo sentimient­o o emoción que no sean los propios) e irresponsa­bilidad (no asunción de las consecuenc­ias de los propios actos y decisiones). La fragmentac­ión del poder, por otra parte, es el comienzo del fin de su existencia, y esa fragmentac­ión se hizo evidente pese a los manotazos de urgencia consistent­es en la conformaci­ón de un gabinete en donde los ministros principale­s sobresalen por sus prontuario­s antes que por sus trayectori­as. Sumado al “plan platita”, última muestra de desprecio hacia la ciudadanía largamente humillada por quienes ahora la lisonjean, todo esto no oculta un dato importante en la dinámica del poder. Lo que el resultado de las primarias vino a decir (y a pronostica­r para las legislativ­as) es que el relato dejó de ser homogénea y colectivam­ente aceptado, consentido y transmitid­o por la sociedad. El otro, el ignorado, alza la voz para anunciar su existencia. Frente a un súbdito con voluntad propia el poder solo se puede ejercer como coerción, subraya Byung-Chul Han. Y agrega: “Un poder superior es aquel que configura el futuro del otro, no el que lo bloquea”. Desde esa perspectiv­a, ningún poder es tan inferior, en cuanto a su futuro y calidad moral, como el de una gavilla que se aferra a él como fin último y no vacila en los medios para retenerlo.

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CEDOC PERFIL LíDER. Su poder llegó a creerse eterno y solo generó sumisión por miedo.

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