La interdisciplina como una de las bellas artes
La pelea entre Piet Mondrian y Theo van Doesburg es bastante conocida y puede resumirse en que discutieron por un cuadrado. Cuando en 1924, Mondrian abandonó la revista De Stijl y al grupo de vanguardia de comienzos del XX en el que colaboró junto a su paisano holandés, estaba en su momento más radical. Doesburg quiso inclinar levemente estas figuras geométricas para construir rombos y el fanático de los colores primarios y la retícula cósmica pegó un portazo y se mandó a mudar con su indagación sobre lo absoluto del arte.
El artista inglés Ryan Gander, nacido en Chester en 1976, retoma esta escena para su intervención en la que hay libros por el piso, unos anteojos estrellados y pedacitos de vidrios por todos lados como consecuencias de esa discusión ficticia entre los pintores holandeses. Según la poética de Gander que “cuenta” con sus obras porque siempre está ligado a una anécdota, a una historia, por fin, a un relato que será de un género híbrido entre las artes visuales y la literatura.
Eso es lo que sorprende de este artista: la posibilidad de unir las dos disciplinas menos de una forma convencional que de maneras fragmentarias y disfóricas. En ese sentido, no ilustra el relato que elige y no siempre trabaja con los mismos géneros del arte.
Si para “Interval Series”, la obra mencionada anteriormente, propuso una instalación en el espacio de la biblioteca del museo con forma de caracol de la 5ta Avenida, para “El Príncipe Feliz” dialogó con el cuento infantil de Wilde y la resolución vino por la escultura. Su primera comisión de arte público está en la plaza Freeman de Manhattan para resignificar la parábola del escritor irlandés sobre la caridad y los privilegios.