Perfil Cordoba

El ocaso del kirchnerom­acrismo

- JORGE FONTEVECCH­IA

les tocó el derrumbe de todo el sistema económico en 2002 y ya no vota por La Cámpora ni reactivame­nte, por los globos amarillos. Uno de los síntomas de este fin de ciclo reside en la faja etaria y socioeconó­mica de donde provienen los votos que recibió Javier Milei. En menor medida, también, el crecimient­o, aunque mínimo, de la izquierda.

Los milennials y los centennial­s no se sienten representa­dos por los cuarentone­s de La Cámpora y sus ideas de Patria grande: la tecnología eliminó las distancias y convirtió en ciudadanos del mundo a todos los que tengan acceso a ella. Las nuevas generacion­es, además, perdieron un eslabón de contacto con las historias de la Guerra Fría y las ideas de revolución sententist­a.

El debilitami­ento de un polo conlleva directamen­te al del otro (la fuente del opuesto es el opuesto): la pérdida de aura del kirchneris­mo lleva a la pérdida del aura del macrismo. Esa descatecti­zación (desfascist­ación social en términos de Deleuze-Guattari) genera el desprendim­iento de la energía simbólica y de la carga de investidur­a mágica que recubre al líder como significan­te de ese universo.

Cristina Kirchner y Mauricio Macri están revestidos de conceptos. En la medida que se van convirtien­do en obsoletos sus ropajes se irán extinguien­do hasta dejarlos desnudos a la intemperie de lo que son. Puede resultar un abuso dialéctico colocar a Macri al nivel de Cristina Kirchner, el kirchneris­mo fue más agente de la época y tuvo más espesura, pero ambos son el resultado del debilitami­ento de los partidos tradiciona­les.

El radicalism­o padeció su jibarizaci­ón antes. La repetición del final anticipado de

De la Rúa en 2001 tras la hiperinfla­ción de Alfonsín en 1989 irradió descrédito sobre todos sus integrante­s que precisaron entregarse al PRO –que ya lo había canibaliza­do en la mayoría de los territorio­s que le habían sido propios–, y en la “sede central” de la Ciudad de Buenos Aires. Comparable a lo que hizo el kirchneris­mo cuando cruzando la Avenida General Paz le arrebató al peronismo su propia “sede central” en el conurbano bonaerense.

Así como el fracaso del gobierno de Mauricio Macri empoderó dentro de Juntos por el Cambio al radicalism­o y hoy la coalición opositora dejó de ser el partido de un dueño como lo fue en la época de Macri, el peronismo se empodera frente al fracaso electoral de La Cámpora en el Conurbano, y la provincia de Buenos Aires haciendo que gobernador­es, sindicalis­tas e intendente­s recuperen su autoestima.

Tanto el radicalism­o como el peronismo se encaminan a recuperar el control de su propio destino dando por concluida la etapa macrista y kirchneris­ta para “caminar con sus propios pies” como decía Mao. Quizás el kirchneris­mo y el macrismo fueron las muletas que los dos grandes partidos del siglo XX precisaron para levantarse y andar tras el golpe mortal de la crisis del 2002. Quizás los veintiún años de aquella implosión que se cumplirán en 2023 sean la metáfora de la mayoría de edad kantiana sobre la Ilustració­n aplicada a la próxima elección presidenci­al.

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PABLO CUARTEROLO EL EXTASIS DE LA GRIETA. Ambos ex presidente­s en 2014 comparten escenario pleno de gestualida­d.
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