El ocaso del kirchneromacrismo
les tocó el derrumbe de todo el sistema económico en 2002 y ya no vota por La Cámpora ni reactivamente, por los globos amarillos. Uno de los síntomas de este fin de ciclo reside en la faja etaria y socioeconómica de donde provienen los votos que recibió Javier Milei. En menor medida, también, el crecimiento, aunque mínimo, de la izquierda.
Los milennials y los centennials no se sienten representados por los cuarentones de La Cámpora y sus ideas de Patria grande: la tecnología eliminó las distancias y convirtió en ciudadanos del mundo a todos los que tengan acceso a ella. Las nuevas generaciones, además, perdieron un eslabón de contacto con las historias de la Guerra Fría y las ideas de revolución sententista.
El debilitamiento de un polo conlleva directamente al del otro (la fuente del opuesto es el opuesto): la pérdida de aura del kirchnerismo lleva a la pérdida del aura del macrismo. Esa descatectización (desfascistación social en términos de Deleuze-Guattari) genera el desprendimiento de la energía simbólica y de la carga de investidura mágica que recubre al líder como significante de ese universo.
Cristina Kirchner y Mauricio Macri están revestidos de conceptos. En la medida que se van convirtiendo en obsoletos sus ropajes se irán extinguiendo hasta dejarlos desnudos a la intemperie de lo que son. Puede resultar un abuso dialéctico colocar a Macri al nivel de Cristina Kirchner, el kirchnerismo fue más agente de la época y tuvo más espesura, pero ambos son el resultado del debilitamiento de los partidos tradicionales.
El radicalismo padeció su jibarización antes. La repetición del final anticipado de
De la Rúa en 2001 tras la hiperinflación de Alfonsín en 1989 irradió descrédito sobre todos sus integrantes que precisaron entregarse al PRO –que ya lo había canibalizado en la mayoría de los territorios que le habían sido propios–, y en la “sede central” de la Ciudad de Buenos Aires. Comparable a lo que hizo el kirchnerismo cuando cruzando la Avenida General Paz le arrebató al peronismo su propia “sede central” en el conurbano bonaerense.
Así como el fracaso del gobierno de Mauricio Macri empoderó dentro de Juntos por el Cambio al radicalismo y hoy la coalición opositora dejó de ser el partido de un dueño como lo fue en la época de Macri, el peronismo se empodera frente al fracaso electoral de La Cámpora en el Conurbano, y la provincia de Buenos Aires haciendo que gobernadores, sindicalistas e intendentes recuperen su autoestima.
Tanto el radicalismo como el peronismo se encaminan a recuperar el control de su propio destino dando por concluida la etapa macrista y kirchnerista para “caminar con sus propios pies” como decía Mao. Quizás el kirchnerismo y el macrismo fueron las muletas que los dos grandes partidos del siglo XX precisaron para levantarse y andar tras el golpe mortal de la crisis del 2002. Quizás los veintiún años de aquella implosión que se cumplirán en 2023 sean la metáfora de la mayoría de edad kantiana sobre la Ilustración aplicada a la próxima elección presidencial.