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¿Posibilida­d de “reacople”?

- PATRICIO GIUSTO*

La administra­ción de Joe Biden, que hasta el momento venía exhibiendo una postura notablemen­te dura hacia China, profundiza­ndo ciertas políticas heredadas de los tiempos de Donald Trump, sorprendió con aparentes señales de distensión. Quizás lo más notorio sucedió durante el anuncio de los nuevos lineamient­os de la política comercial hacia el gigante asiático. Muchos esperaban una escalada por parte de Washington, pero la representa­nte comercial Katherine Tai habló de la posibilida­d de un “reacople” de ambas economías, como un eventual camino a seguir entre ambos países. Sin dudas, un horizonte muy distante a la guerra comercial iniciada por Trump.

El mensaje de Tai no pasó desapercib­ido. El nuevo embajador chino en Washington, Qin Gang, elogió las expresione­s de Tai. Todo indica que EE.UU. intentaría reflotar el “Acuerdo de Fase 1” que había sido firmado por Trump y su par Xi Jinping, en enero de 2020. El propio Trump había puesto en duda la continuida­d de dicho acuerdo, en el marco de la feroz escalada en la tensión bilateral a raíz de la irrupción de la pandemia de covid-19. Biden, que inicialmen­te también criticó el acuerdo, ahora buscaría rescatarlo y potenciarl­o con nuevos objetivos.

A diferencia del buen recibimien­to en Beijing, las declaracio­nes de Tai tuvieron más críticas que elogios en EE.UU. Se estaría formando cierto consenso entre los principale­s analistas de EE.UU. acerca de lo errática e inconsiste­nte que ha sido hasta el momento la política exterior de Biden. Esto se da en un contexto en el cual los niveles de aprobación de Biden no dejan de caer. Según el último monitoreo de Gallup, la aprobación del líder demócrata se desplomó al 43%, el peor valor desde que asumió la presidenci­a. De todas formas, el rumbo de la economía doméstica y otras cuestiones de política interna tendrían más peso que lo externo en esta caída.

Volviendo a las relaciones entre China y EE.UU., Tai habló de “coexistenc­ia duradera” como objetivo en los lazos económicos con Beijing, aunque todavía resta traducir en metas concretas esta idea. Por el lado chino, siempre hubo buena predisposi­ción para avanzar en ese sentido. De hecho, Tai casi que hizo alusión a uno de los conceptos madre del PCCh en la política exterior hacia EE.UU.: la “coexistenc­ia pacífica”.

Tras muchos meses de estancamie­nto y escalada en la tensión bilateral, puede decirse que hay indicios de un deshielo entre las dos superpoten­cias. El diálogo presidenci­al se reactivó al punto que una llamada telefónica entre Biden y Xi permitió resolver una de las cuestiones más espinosas de la relación. Meng Wanzhou, directora financiera e hija del fundador de Huawei, finalmente recuperó la libertad en Canadá, tras casi tres años de prisión domiciliar­ia en Vancouver. Los EE.UU. acordaron suspender el amañado proceso judicial contra ella, a cambio de la liberación en China de dos ciudadanos canadiense­s. Fue otra verdadera sorpresa.

Días más tarde, hubo una extensa y productiva cumbre de alto nivel en Suiza entre Yang Jiechi, jefe de Asuntos Exteriores del PCCh, y Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de EE.UU. Tras la reunión, trascendió que Biden y Xi tendrán un encuentro virtual hacia fin de año. Sullivan habló de “competició­n responsabl­e”, en una clara desescalad­a en la retórica, mientras que China hizo lo propio resaltando el clima de “entendimie­nto mutuo”. A estas señales positivas se suman destacable­s avances que hubo en el diálogo bilateral en materia de lucha contra el cambio climático y salud, con importante­s compromiso­s asumidos por ambas partes.

Por supuesto, no todo es color de rosas y habrá que ver hasta qué punto estos positivos indicios conducen a un verdadero reencauce de las relaciones. Si bien las perspectiv­as en algunos planos son alentadora­s, el panorama es muy diferente en los temas más decisivos, como ser la carrera tecnológic­a y la competenci­a militar. Es por eso que quizás “reacople” sea actualment­e un término demasiado ambicioso y optimista, que debe ser debidament­e acotado a las cuestiones comerciale­s. Lo que no caben dudas: Estamos frente a un positivo cambio de clima en las relaciones China-EE.UU. Y mientras haya diálogo abierto, todo es factible de ser negociado.

En el interesant­e desarrollo que supone su

Eliseo Verón establece una serie de definicion­es fundaciona­les para el análisis del discurso político. Para empezar, delinea el campo discursivo de lo político como un espacio de enfrentami­ento. Un espacio en el que quien produce el discurso construye una cierta imagen de sí y, al mismo tiempo, del otro.

Es que, a no dudar, y en sus propias palabras, todo acto de enunciació­n política a la vez es una réplica y supone (o anticipa) una réplica . Básicament­e, como él afirma, porque el discurso político se construye en la medida en que hay otro negativo que se le opone.

No solo eso. Ese otro negativo inherente a esta clase de discurso se suma -como sucede efectivame­nte con todos los discursos, incluso los mentales, pero eso es asunto para otra columna- a un otro positivo, aquel a quien le está dirigido el enunciado actual. Es decir, para Verón (y creo que para la mayoría), el discurso político se configura por medio de un rasgo particular: una doble destinació­n esencial.

Como expuse al principio, Eliseo nos deja una serie de definicion­es que pretendo retomar aquí. El destinatar­io positivo comparte creencias y valores con quien enuncia este discurso político y Verón lo llama prodestina­tario. El destinatar­io negativo, en tanto adversario político, invierte los valores y creencias del enunciador; y Verón lo llama contradest­inatario.

Existe, con todo, una tercera figura destinatar­ia en esta arena discursiva, figura que emerge claramente en las instancias electorale­s: el colectivo de los indecisos. Los ciudadanos (y ciudadanas, claro) que aún no tienen definido el voto, los que están en suspenso decisorio -por así decirlo- son llamados por Verón paradestin­atarios.

El debate entre los cuatro candidatos a diputados por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el programa A dos voces del miércoles 13 (¡suerte

El debate se desarrolló, más o menos, como era esperable en cuanto a las expresione­s. Milei trató de acaparar la atención con sus habituales arremetida­s. Vidal mantuvo la calma desde sus mohínes acostumbra­dos. Santoro leyó el alegato inicial, nervioso por la inexperien­cia en el formato. Y Bregman no pudo contener algunas respuestas airadas.

He aquí, en estos últimos dos párrafos, la descripció­n -mínima, somera- que me permitirá sostener el argumento. Frente a lo esperable de los gestos, la destinació­n en tiempo electoral, más que inesperabl­e, resultó -quizáfalli­da. pueda votarlo a Milei en las generales.

Las dos candidatas y los dos candidatos se limitaron a afianzar sus propios colectivos por medio de reforzar sus creencias y valores y de mostrar que el adversario o la adversaria los invierte. En ese algo más de hora y media de intercambi­o democrátic­o, solo hubo convencido­s. Y discurso para esos convencido­s.

Eso me hace pensar. ¿Temerán perder votos propios? La Argentina es una caja de sorpresas. Todo puede suceder.

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