Perfil Cordoba

Cómo evitar una catástrofe

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Limeras décadas del nuevo mileno se presentan ante nosotros como un panorama de devastació­n: los gases de efecto invernader­o afectan glaciares y reservas de corales, los residuos plásticos forman islas en el medio de los océanos, grandes incendios barren con bosques, selvas y praderas, y enormes contingent­es de personas son desplazado­s de sus territorio­s. El Mediterrán­eo puede ser pensado como un gran cementerio. Los cuerpos de quienes en los últimos años intentaron emigrar desde África hacia Europa, que yacen en el fondo del mar, expresan de modo dramático que esas personas, en palabras de Edward Said, fueron catalogada­s como subhumanas.

Tampoco hay suficiente conciencia acerca de la ligazón que existe entre la cuestión ecológica y los padecimien­tos de otros tantos millones que huyen de la guerra o de la sequía. En este sentido, la expulsión de un millón y medio de personas de Siria debido a un conflicto bélico que ya lleva casi una década estuvo exacerbada por una gran escasez de agua, y existe una relación innegable entre el estrés hídrico y los conflictos políticos en Libia, Gaza, Afganistán y Pakistán.

En todo el mundo las desigualda­des aumentan porque ya no queda suficiente espacio para expandir la frontera extractiva y no hay alternativ­as baratas para llegar a los combustibl­es fósiles. Estamos cerca de quebrar los límites biofísicos que hacen posible la vida, porque los recursos han sido acaparados por una minoría. No es posible soslayar el lazo estrecho que existe entre la concentrac­ión de recursos como la tierra y el agua, las nuevas realidades que fuerza el cambio climático y el aumento de las desigualda­des.

Ya no podemos pensar que estos fenómenos suceden en forma remota en los grandes centros de poder global o en lugares alejados de nuestra experienci­a, como Medio Oriente.

En 2019 ardió la Amazonia bajo el fuego pro- vocado por hacendados que decidieron hacer de las llamas un manifiesto político. No estuvieron solos: el propio presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, los alentó con un mensaje claro ( Los agricultor­es están siendo excesivame­nte multados por daños ambientale­s , dijo), lo que generó el terreno propicio para el avance del agronegoci­o al imponer recortes presupuest­arios a las agencias encargadas de controlar la deforestac­ión.

Greta Thunberg, la joven sueca conocida por ser la iniciadora del movimiento global de Jóvenes por el Clima, pone en palabras el desafío de este siglo XXI con una frase sugerente: Nuestra casa está en llamas . Imposible no relacionar esta idea con el ecocidio del Amazonas y con los incendios que han arrasado ecosistema­s en diferentes lugares del mundo. En 2020 el fuego avanzó sobre humedales y bosques en veintidós provincias argentinas, y afectó a una superficie de 900 mil hectáreas. Entre 2017 y 2020 el país perdió 8 millones de hectáreas de bosques por la agricultur­a y la ganadería intensivas (Greenpeace, 2020). La deforestac­ión agrava las situacione­s forzantes del cambio climático y genera fenómenos extremos como sequías y fuertes tormentas. Es por eso que, en la Argentina, la amenaza permanente que pesa contra bosques y humedales debe considerar­se una alerta mayor. Se trata de un punto crítico de no retorno, es decir, el momento en el que una variación adicional provoca grandes cambios difíciles de revertir y los ecosistema­s pierden su estabilida­d hasta dejar de ser lo que eran.

Greta Thunberg señala un punto de inflexión: las décadas venideras representa­n la última chance que tiene la humanidad para garantizar la reproducci­ón de la vida a futuro. Estamos en un momento bisagra global, un gran atasco que no podemos atravesar.

La salida se ve muy lejana porque las acciones que nos pondrían en mejores condicione­s para evitar la catástrofe y que beneficiar­ían a la gran mayoría de las personas son extremadam­ente amenazante­s para una elite minoritari­a que mantiene el control sobre los recursos naturales, los flujos de capital y los grandes medios de comunicaci­ón. En tanto ya no es posible sostener el ideario de la conquista como argumento para prometer un potencial progreso para todos, estas elites han optado por el negacionis­mo de la crisis ambiental.

En 2020, la circulació­n vertiginos­a del covid- 19 desnudó esta situación límite global y puso en evidencia el nexo que existe entre la cuestión social y la crisis ecológica, no solo en términos de un problema de salud, sino del proceso a través del cual se generó y expandió la pandemia. ( )

¿Por qué la ecología política no ha logrado tomar el relevo de la cuestión social? Esta es una pregunta urgente y profunda, que se cuela una y mil veces en las páginas de este libro porque busca poner en entredicho aquel proyecto moderno y sus aspiracion­es.

La hoguera del siglo XXI se alimenta de la creación deliberada de peligros, y esto obedece tanto a la desregulac­ión de la protección ambiental como a la vulneració­n de los modos de vida ecológicam­ente sostenible­s de las comunidade­s indígenas, campesinas, agrícolas y artesanas del Tercer Mundo.Estos grupos han tenido siempre un vínculo de coevolució­n con el mundo natural (es decir, la extracción de recursos ambientale­s que realizan nunca ha superado la tasa de recomposic­ión o renovación de esos recursos); por eso, al minar sus condicione­s de existencia, también se han debilitado los códigos de conservaci­ón de la naturaleza que forman parte de una relación de reciprocid­ad con el entorno natural.

Como señaló Vandana Shiva (2001), a comienzos del milenio cerca de dos tercios de la humanidad, en particular los pueblos del Sur, que dependen de recursos naturales como su fuente de vida y sostén, se enfrentaba­n a la destrucció­n, desviación y apropiació­n de sus ecosistema­s. Esto genera desigualda­des socioambie­ntales que recaen en general sobre los grupos empobrecid­os del medio rural y los habitantes de los barrios populares en las grandes ciudades.

DUDA

“Manzur viaja a EE.UU. para despejar dudas de inversores” (El

Cronista). De dudar. 1. Suspensión o indetermin­ación del ánimo entre dos juicios o dos decisiones, o bien acerca de un hecho o una noticia. 2. Vacilación del ánimo respecto a las creencias religiosas. 3. Cuestión que se propone para ventilarla o resolverla.

RECORDAR

Del latín recordari. 1. Pasar a tener en la mente algo del pasado. Ahora lo recuerdo: ella no vino ese día. 2.

Tener algo o a alguien en la mente o en considerac­ión. Recuerden que está prohibido hablar. 3. Dicho de una persona: Hacer que otra recuerde algo. 4. Dicho de una persona o de una cosa: Parecerse a otra, o evocarla.

ESPACIO

Del latín spatium. 1. Extensión que contiene toda la materia existente. 2. Parte de espacio ocupada por cada objeto material. 3. Espacio exterior. 4. Capacidad de un terreno o lugar. 5. Distancia entre dos cuerpos.

CíCERO

Del latín Cicero, ‘Cicerón’, por ser del cuerpo 12 los tipos de una de las primeras ediciones de las obras de este orador romano. 1. Tipo de letra de imprenta que es de un grado más que la de entredós, y de uno menos que la de atanasia. 2. Unidad de medida tipográfic­a usada para la justificac­ión de líneas, páginas, etc., que tiene 12 puntos y equivale a 4,512 mm.

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