Experiencia y pobreza
Alicia Herrero cruza las artes visuales con un pensamiento económico a través de la incorporación de las “imágenes” que el cálculo produce con sus tablas, esquemas y tortas, en un mundo de cifras y porcentajes. Se puede ver en el Museo del Banco Central, integrando la exposición colectiva “Las formas de la economía o la economía de las formas”.
Para Umberto Eco, la estadística logra que, si mi vecino se come dos pollos y yo ninguno, los dos nos comamos un pollo. Esta definición acertada e irónica sobre la incidencia real de la cuantificación en la vida de las personas y la manera en la que los números son una expresión más (no la única ni la más contundente) tiene una deriva ficcional. Esa “falla” en el sistema de medición, en principio, desata una narrativa imaginaria que hace que a la hora de sentarse a la mesa esté la comida exuberante (un hombre con dos pollos) en una casa y nada en la de al lado (otra persona con el plato vacío). Medianera de por medio, la opulencia y la saciedad contra el hambre y la carencia. La escena se completará con el olor a pollo asado y las papas del banquete de uno y el ruido de tripas vacías del vecino famélico. Llevar al extremo la sentencia, tal y como Ricardo Piglia recomendaba para que la paradoja de Zenón, la de Aquiles y la tortuga, se hiciera trizas con la realidad al poner, efectivamente, al dios de los pies ligeros (o cualquier mortal) a correr contra la lenta tortuga.
Sin embargo, ese relato pequeño convive con otras posibilidades de representación.
En el museo del banco, donde la entidad pierde el valor de uso, la pieza de Herrero redobla su sentido
Por ejemplo, la interpretación que me interesa dar a la obra de Alicia Herrero, que cruza artes visuales con un pensamiento económico desde una incorporación de las “imágenes” que el cálculo produce con sus tablas, esquemas, tortas y demás elementos de medición de un mundo de cifras y de porcentajes. Lejos de volverlas formas inocentes, con esta operación se observa un modo de entender el desaguisado nacional y mundial en términos de distribución. ¿Cómo ver el sentido estético en configuraciones frías y rígidas? ¿Dónde están la plasticidad, el color y los volúmenes en un universo inflexible, inexorable y drástico?
En el hall del Museo del Banco Central está el gráfico de torta pintado sobre una estructura de piso y fondo que podría ser un escenario. Es blanco y en el centro se despliega el gráfico en degradé de rojos. En esta descripción somera de Abducción, una instalación de sitio específico que incluye una acción performática, falta una clave: el desnivel, leve pero perceptible, en el piso y el corte chanfleado del fondo. Entonces, el quiebre no es solo para producir una ilusión óptica. O, mejor dicho, la anamorfosis significa transformar, y eso es exactamente lo que consigue, por medio de un claro dominio de la perspectiva, no solo en el plano de las líneas de la pintura sino en el terreno de la idea sobre la “mala” distribución de la riqueza, por ejemplo. Porque en ese juego de deformar para solo desde un lugar único (privilegiado, podría decirse) poder recuperar “el punto de vista correcto”, hay toda una declaración de principios.
En el museo del banco, donde la entidad se vuelve archivo y pierde el valor de uso, la pieza de Herrero redobla su sentido en el rojo y sus matices, una suerte de metáfora pictórica del déficit constante, y robustece su potencia política. En la performance, los bailarines se visten de rojo y se pierden en el fondo de ese gráfico que, también, es posible ver como un blanco de un polígono de tiro de la indigencia. La superposición de los cuerpos y la estadística son evidentes en ese caso. Ahí está la danza, los movimientos y la pasión, en tanto vehemencia y padecimiento.
Las palabras que Walter Benjamin usó en Experiencia y pobreza, su célebre tratado de 1933, para describir la situación de los hombres después de la Primera Guerra Mundial, fueron necesariamente del campo de la economía. Volver a ellas, una vez más, corrobora que “nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo actual”.