Posfacismo y subjetividad fascistizante
“No hay mediaciones posibles: o se dice sí, o se dice no. Sí a la familia natural. No al lobby LGBT. Sí a la identidad sexual. No a la ideología de género. Sí a la cultura de la vida. No al abismo de la muerte. Sí a la universalidad de la Cruz. No a la violencia islamista. Sí a las fronteras seguras. No a la inmigración masiva. Sí al trabajo de nuestros ciudadanos. No a las grandes finanzas internacionales. Sí a la soberanía de los pueblos. No a los burócratas de Bruselas. Y sí a nuestra civilización. Y no a quienes quieren destruirla. Viva la Europa de los patriotas”.
A los gritos, Giorgia Meloni terminó de pronunciar este encendido y virulento discurso junto a los representantes de Vox, movimiento de extrema derecha español. Si las encuestas están en lo cierto, Meloni triunfará hoy en Italia.
Líder de una coalición que integran grupos ultraconservadores, entre los que se destacan los seguidores de Silvio Berlusconi, Meloni podría convertirse en la primera mujer en la historia italiana en llegar al Palacio Chigi. Su partido remite a la liturgia del fascismo italiano y ella misma admitió su admiración por Benito Mussolini. “Yo pienso que Mussolini fue un buen político, que todo lo que hizo lo hizo por Italia”, se puede ver a una joven Meloni refiriéndose al Il Duce hace algunos años en un video que se viralizó recientemente.
El fenómeno que encarna Meloni se inscribe en un proceso global de avance de la derecha alternativa (altright), que va desde Donald Trump en Estados Unidos a Jair Bolsonaro en Brasil, desde el Brexit en Gran Bretaña a Marine Le Pen en Francia, sumando a los “iliberales”, así se definen, que forman gobiernos en Polonia, Austria y Hungría y también proponen una “contrarrevolución cultural”.
Es un flagelo que también ha llegado a la Argentina y se refleja a través del discurso extremo, outsider y anticasta que propone Javier Milei.
En Las nuevas caras de la derecha, Enzo Traverso advierte que, aunque comparte una historia común con el fascismo de entreguerras, el posfascismo es un movimiento propio de las primeras décadas del siglo veintiuno, con vertientes que priorizan el pragmatismo ideológico, el discurso antipolítico, el rechazo al Estado en todas sus formas, el auge de las nuevas fobias sociales, la condena a los derechos sexuales y el resurgir de los neonacionalismos.
En sociedades occidentales sometidas a repetidas crisis económicas, en medio del paradigma de posideología y un sistema democrático maltrecho, el auge de las extremas derechas es cada vez más evidente. Pero para este historiador italiano, experto en investigaciones sobre el totalitarismo y el nazismo, estos nuevos partidos de ideología fluctuante escapan al análisis tradicional.
“He sugerido la noción de posfacismo, sin dejar de señalar sus límites. Esta noción nos ayuda a describir un fenómeno transitorio, en transformación, que todavía no ha cristalizado. Por eso, no tiene el mismo estatuto que el concepto de fascismo”, concluye Traverso.
Además del componente que se retroalimenta con el fascismo, pero que mantiene sus propias vertientes, hay en este sorprendente movimiento otro rasgo diferenciador, de raíz generacional, que merece la pena ser destacado. En ese eje se concentra Alain Badiou, que propone analizar lo que esta “subjetividad fascistizante les propone a los jóvenes”.
En Una perversión capitalista, el filósofo francés, que fue influenciado por Deleuze y Foucault, se concentra en el perfil etario de los que adscriben mayoritariamente a esta derecha extrema. “Son jóvenes que se consideran a sí mismos sin perspectiva, sin un buen lugar que ocupar. Incluso, aquellos que obtuvieron educación comparten esta visión de que no hay conformidad en su deseo –sostiene Badiou–. O sea que estos jóvenes se ven al margen del trabajo asalariado, del consumo y del porvenir. Lo que les propone esta fascistización es una mezcla entre el heroísmo sacrificial y una satisfacción occidental”.
La definición permite poner en contexto los últimos antecedentes producidos en la Argentina: son jóvenes radicalizados los que protagonizaron las violentas marchas antisistema de Revolución Federal contra la Casa Rosada y también son jóvenes radicalizados los vendedores de copos de algodón que llevaron a cabo el intento de magnicidio contra Cristina Kirchner.