El asesino del copito
Un caso policial que tuvo una gran repercusión mediática acerca de un intento de asesinato, que felizmente y por obra del destino o por un milagro, no llegó a concretarse me trajo a la memoria la historia reflejada en la película tivo en la que un niño de 7 años (Richie Andrusco), a quienes los espectadores llamábamos “el asesino del copito” cree haber matado a su hermano de un tiro y huye para no ser descubierto.
La trama se inicia cuando el hermano mayor del niño consigue una escopeta y con dos amigos le hacen creer al pequeño que cuando disparó un tiro la bala impactó en el pecho de su hermano, que yace inmóvil con su remera manchada con salsa ketchup que aparenta ser sangre. El pequeño asustado por la posibilidad de ir preso se escapa en un tren con destino a Coney Island, donde supone que entre la multitud no será descubierto.
Coney Island es una península cercana al barrio de Brooklyn en Nueva York donde entonces había un enorme parque de diversiones y existía la posibilidad de pasearse por la playa y tomar un baño de mar. En 1953, cuando se filmó esta película, esa zona era muy concurrida por familias de clase media y el protagonista tiene la oportunidad de disfrutar de todos los entretenimientos que ofrecía el parque: calesita, bowling, caída en paracaídas, máquina de probar fuerza y dar vueltas a caballo en un circuito, que es lo que más le divierte. En su recorrida por la playa junta botellas de gaseosa vacías y las canjea en el kiosco por unas monedas que le permiten comprar tickets para los juegos.
En su búsqueda de alimentos queda fascinado por el “cotton candy”, una golosina consistente en azúcar en hilos alrededor de un palito, que se fabrica en una máquina inventada por el dentista William Morrison y el confitero John C. Wharton, y que fue lanzada con gran éxito en la Feria Mundial de St. Louis en 1904. Esa golosina que aquí llamamos “copitos de azúcar” la conocimos en los años 50 cuando se vendía en la Plaza Miserere, en el parque Retiro o en algunos circos.
La sospecha del que atiende la pista de caballos de que el niño puede haberse escapado de su casa lo lleva a conseguir el número de teléfono de su casa y contactarse con su hermano mayor que lo viene a rescatar y a explicarle que realmente no había muerto. Cuando la madre regresa a su casa luego de haberse ausentado por un día para visitar a un familiar enfermo, encuentra a los niños viendo televisión y como premio por su buen comportamiento les promete llevarlos a Coney Island el domingo siguiente.
Afiche del film.