Aquella ola que se estaba llevando todo
Autor: María Laura Pérez Gras
Género: poesía
Otras obras del autora: El único refugio;
Relatos de cautiverio
Editorial: Corregidor, $ 1.350.
En la oscuridad de la pasada pandemia, la novelista e investigadora María Laura Pérez Gras compuso un poemario que reflexiona sobre aquella ola que se estaba llevando todo, y que sin embargo, nos dejaba donde estábamos, estáticos y silenciosos, suspendidos en incertidumbre y cierto aire de injusticia.
El tiempo usurpado es el primer poemario publicado por Pérez Gras. El libro inauguró (junto con Qué haremos con la sombra, de Fabio Wasserman) la nueva colección de poesía contemporánea de la editorial Corregidor (“En cuanto al futuro / Poesía de hoy).
Y lo hizo justo cuando la poesía se hacía necesaria; en aquel momento en que no hay tiempo, ni hay devenir ni hay causa ni efecto, sino un largo instante elastizado, un vacío que es recuperable mediante la intensidad de la palabra concentrada y la imagen poética profunda.
Así, por un lado, los poemas pueden leerse con una continuidad narrativa, tomándolos como partes de una trama que presenta a una familia en desamparo, devuelta a la oscuridad y a las velas, a la caza y los gruñidos, a las pinturas rupestres y sombras cavernarias, hasta que exista una nueva comunión con la naturaleza (o hasta que haya un retorno a esa comunión) para que el hombre “sane del abuso del hombre”.
Pero por otro lado, se trata de, como sugiere el antiguo manual de Lu Ji, “hacer nueva vida en el vacío, golpear el silencio para hacer sonido, y atar el espacio y el tiempo en una sábana”.
María Laura Pérez Gras, con lenguaje preciso y directo, condensa imágenes y “enreda el tiempo”, como dice uno de sus versos, trenzando noche y movimiento, siempre con la tensión que existe entre lo onírico y lo real, lo ordinario y lo sublime; entre el presente y lo ausente, el presente y la memoria, y el presente y la historia. De ese modo detiene los instantes y revela la profundidad oculta en la superficie. Lo vemos en versos como “¿Será la reminiscencia // de la hamaca en el jardín? // ¿De la danza en el útero? // ¿O será la memoria del agua, // el vaivén de las mareas, // bajo los caprichos de la luna?” o
“El agua // traslúcida // lava las cabezas de los niños // que nacen/con cada luna // desde el lecho del río”.
El tiempo usurpado ahonda en esa nostalgia, en esa desesperación por el instante que se escapa, en la impotencia ante el tiempo que se fuga en horas que “se engendran una a otra” y que aun así son “copias degradadas de sí mismas”.
Y también, en el sentimiento de que el tiempo nos lo usurpamos nosotros mismos, intentando cubrir horizontes. Por eso, el libro plantea, tal vez, que todo esto pudo haber servido para algo: siempre queda tiempo.
Hay salir de la jaula (aunque sea desde la alfombra del hogar), y volver a la tierra: volver a los pies de barro y no intentar descifrar la orilla del otro lado del río, sino las voces de la marea y de los que nos rodean, que ellas solas nos guiaran al refugio que está en la palma de nuestra mano.
La autora condensa imágenes y “enreda el tiempo”, como dice uno de sus versos, trenzando noche y movimiento, siempre con la tensión que existe entre lo onírico y lo real.