Perfil Cordoba

Massa candidato y oposición bajo tensión

- ROBERTO GARCíA

Se volvió un experto en movilidad declarativ­a. Alberto cambia, sin prejuicios ni rubores, de una confesión a otra, salta de preservar las PASO a la posibilida­d de suspenderl­as. Desconocía lo que traman gobernador­es como Schiaretti, Perotti, el massismo y en alguna medida Cristina: carece de informació­n, además de convicción. Y hasta su colorida traductora repite ese arte engañoso.

Sobran ejemplos en ese múltiple inventario con afirmacion­es luego testadas, reiterarlo­s es humillante. En el caso de las internas obligatori­as, si se borran por ley, lo afectan también en la multiplica­ción de su ego: se trata de un golpe a su pretensión de renovarse en el cargo y a la eventual participac­ión electoral de alguien de su coleto, un hermano, como ha reconocido a Daniel Scioli.

Sin PASO, en el oficialism­o solo queda el dedazo de Cristina, como en la última contienda presidenci­al. Nadie se atreve a desafiarla. Y ella hoy parece resignada a entregar esa herencia a Sergio Massa, el ministro de Economía que sueña sin dormir con encaramars­e a la Casa Rosada. Un epílogo difícil de imaginar hace tres meses. Y quizás dentro de tres.

Lo aparta la vice de sus oraciones a Alberto, a quien luego de cumplir su mandato le resta un observator­io local o retirarse a un refugio en tierras de Valencia, un lugar en su mundo, como le ocurrió al Mío Cid cuando Alfonso VI lo expulsó del mundo castellano. Para él es fácil cambiar de opinión, no sería difícil modificar su domicilio.

Cristina concede ahora lo que Massa pide. Y su hijo Máximo, otrora setentista revolucion­ario, se ha adaptado a las relaciones carnales con Estados Unidos, a la bendición del FMI y a usar rodilleras frente al ajuste. Justo él que había dejado la conducción del bloque oficialist­a por las restriccio­nes que el ex ministro Martín Guzmán imponía con los organismos internacio­nales. Si temía ser salpicado por el capitalism­o, ahora se embarró hasta el tuétano.

No es una deducción ese reconocimi­ento: Máximo evitó cierta exposición por el nuevo rumbo del Ministerio de Economía, desapareci­ó de ciertos compromiso­s políticos, pero en una última reunión con intendente­s se desgarró por fin la vestimenta: allí proclamó la necesidad de apoyar a Massa y a esa política que antes considerab­a de “entrega”. La excusa: debemos privilegia­r la unidad, evitar la catástrofe económica y pensar en un 2023 más benigno.

Optimista, quizás asista mañana a otra reunión de jefes municipale­s, en la provincia de Buenos Aires, y repita la misma monserga. También él lo unge a Massa como sucesor y médico de urgencia, mientras el resto de la muchachada de La Cámpora hace la venia como los Montoneros con Perón, cuando éste los castigaba prefiriend­o la compañía de José Lopez Rega. “Es una estrategia del Viejo...”, suponían cándidamen­te. Igual que ahora los camporista­s con Cristina y Máximo.

Curiosidad. Extraña que Alberto no haya advertido la ingeniería electoral que encubre el intento por eliminar las PASO, supresión que –en principio– aspira a diluir el frente opositor. Olvida, además, que una exitosa ingeniería electoral será determinan­te para consagrar al nuevo presidente argentino el año próximo, debido al equilibrio partidario que hoy indican las encuestas.

Como se sabe, no es lo mismo jugar de local o visitante, partir en primera fila en lugar de último, mantener la cuerda en la F1 y cualquier jockey podría dar clases sobre la importanci­a de que los competidor­es no lo encierren antes de llegar a la meta. En política abundan los ejemplos de estas alquimias.

Para el oficialism­o, no habrá quien se aliste a dirimir la hegemonía cristinist­a, nadie discutirá su liderazgo si se eliminan las PASO. En cambio, ocurre al revés en la oposición: allí, con tantos pichones en la cúpula, será difícil consagrar un jefe sin comicios relevantes, solo habrá pactos sospechoso­s para elevar un candidato.

Tal vez sea una ecuación sencilla, algo superficia­l, ya que las PASO provincial­es suponen otros intereses contrapues­tos (en Catamarca, por ejemplo). Pero sonó el alerta en Juntos por el Cambio, en los diversos distritos del país –ante la posible suspensión– ya se consumen tres reglas: se elige postulante por acuerdo de cúpula, de acuerdo a lo que digan las encuestas o por medio de una elección doméstica, con el padrón propio.

Sin embargo, este recurso quizás resuelve diferencia­s en las provincias, pero le distrae consistenc­ia a un candidato nacional. Por más que se puedan facilitar fórmulas cruzadas, entre el uno de una lista y el uno de la otra (hoy no permitidas en la legislació­n), como ocurrió con Fernando de la Rúa y Chacho Álvarez.

Se suman otras peculiarid­ades poco deseables al mundo opositor. Un caso del disloque se observa en la Capital, donde la elección de jefe de gobierno va despegada de la presidenci­al. En una interna de entrecasa, no abierta ni obligatori­a como exigen las PASO, se supone que dispone más posibilida­des de triunfar aquel que dispone de un mayor aparato político, punteros, cargos, remuneraci­ones. Es decir, favorece al que maneja el gobierno.

Entonces, si en el distrito porteño vence el sector de Horacio Rodríguez Larreta para jefe de gobierno, una competidor­a en la nacional como Patricia Bullrich quedaría disminuida: no podría reclamar afuera lo que no consigue adentro.

De este tipo hay cientos de alternativ­as que prodiga un cambio de reglas antes de los comicios, no se conoce en su totalidad el sentido de la modificaci­ón. Solo coinciden muchos en que suprimir las PASO –ya no se aplican en catorce provincias– provocará un menoscabo significat­ivo en la oposición. Le será costoso reparar el daño.

el hijo de la vice hasta rompió su bajo perfil para pedir apoyo al jefe económico

sin primarias nacionales, a Jxc le costará ungir un liderazgo que no salga de pactos

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MECON MINISTRO. Massa es visto por CFK y Máximo para 2023. En la foto con el secretario Sujarchuk.
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