Perfil Cordoba

El nuevo mapa electoral

- GUSTAVO GONZÁLEZ

Meses atrás, después de la derrota legislativ­a del oficialism­o, el “in crescendo” de sus enfrentami­entos internos y un ministro de Economía sin apoyo, las únicas dudas eran cómo Alberto Fernández llegaría al final del mandato y quién sería el peronista capaz de poner la cara para enfrentar una derrota en los comicios de 2023.

Mientras en la oposición, la duda era si se impondría quien aparecía como el candidato natural, Horacio Rodríguez Larreta; o podría ser el turno de un radical que no viniera del desgaste de la política tradiciona­l, como Facundo Manes. O una fórmula que los integrara a ambos.

Ahora cambiaron algunas cosas.

Frente al precipicio, el peronismo decidió dar un paso atrás y dejar los enfrentami­entos para más adelante. Y aquel ministro de Economía tan cuestionad­o fue reemplazad­o por uno de los socios políticos del Frente de Todos.

En la oposición, lo que pasó es que la posibilida­d de retomar el poder exacerbó las diferencia­s y promovió las razonables ambiciones de otros postulante­s. Y pasó que el dirigente con peor imagen del espacio, Mauricio Macri, comenzó a dar señales de pretender un “segundo tiempo”, una nueva oportunida­d.

Factor Massa. Aún en medio de la crisis, con señales contradict­orias sobre si se está más cerca o más lejos de la salida, lo que generó el arribo de Sergio Massa al comando de la gestión económica, fue un reacomodam­iento general del peronismo.

Antes del atentado, Cristina Kirchner ya había aceptado que era preferible un plan más ortodoxo que el que hubiera preferido y que fuera Massa el encargado de llevarlo adelante sin mayores interferen­cias de su parte. Se concentró junto a sus abogados en la causa Vialidad y en el resto de los procesos.

A ese asumido bajo perfil se le agregó, después del ataque, un lógico estado de conmoción que la afecta a ella y a su familia, en especial a su hija. Su presente gira más en torno a su vida (judicial y personal): cree que, si nada empeora, para la política electoral habrá tiempo de dedicarse de lleno durante el próximo año.

Con Massa catalizand­o las tensiones de la crisis y la vicepresid­enta corrida de la pulsión diaria de presionar sobre Economía y Gobierno, Alberto Fernández encontró un lugar de cierta comodidad política. Una suerte de Presidente de país parlamenta­rista, dedicado más a las relaciones institucio­nales e internacio­nales que a la gestión cotidiana que, en aquel sistema, queda en manos de un primer ministro.

También él cree que es tiempo de mantener tranquilo el frente interno, a la espera de ver qué pasa con la economía y, según eso, cuál será el futuro al que puede aspirar. Podría asumir que, si la inflación empezara a descender y se retomara un crecimient­o del PBI más cercano al del primer semestre de este año (6,5%), tendría derecho a competir para un segundo mandato.

Peronismo en operacione­s.

La pregunta es qué pasará con el trípode Cristina-Alberto-Massa cuando llegue el momento electoral. Nada bueno en términos políticos, si no hay mejoras económicas. Pero si las hay, otra vez habrá reacomodam­ientos y turbulenci­as.

¿Irá finalmente el Presidente por su reelección? ¿Cumplirá Massa con esperar a 2027, como le prometió a algunos interlocut­ores? ¿Creerá Cristina que es su turno o, como en 2019, entenderá que su imagen negativa la haría perder una elección nacional y, en cambio, sí podría ser electa si se presentara para una banca de senadora por la Provincia de Buenos Aires?

Pesa a la alta inflación y a los conflictos económicos, los gobernador­es e intendente­s peronistas volvieron a barajar la posibilida­d de que sea alguno de los tres, el jefe de Estado del siguiente mandato. De allí el “silenzio stampa” al que se llamaron, para no aparecer apoyando a la persona equivocada antes de tiempo. Porque, además, siempre está latente la esperanza de que alguno de ellos pueda integrar la futura fórmula presidenci­al.

Una cautela similar también atraviesa a los movimiento­s sociales y a los sindicalis­tas. Salvo Pablo Moyano, quien hoy está más cerca del cristinism­o como nunca estuvo su padre Hugo.

“Duellum” opositor. La provisoria “pax” peronista deja al descubiert­o el “duellum” opositor, un estado de beligeranc­ia que incluye la interna del macrismo, la del radicalism­o y la de ambas internas entre sí. Sin contar lo que Carrió pueda llegar a hacer.

Dirigentes que en el último mes estuvieron a solas con Mauricio Macri, aseguran que el ex presidente les negó que se fuera a presentar en las próximas elecciones. De la misma forma que personas de su íntima confianza que lo visitaron la semana pasada, afirman haber escuchado de su boca que sí va a competir.

Puede que le diga a cada uno lo que supone que cada uno quiere escuchar o puede que todavía, ni siquiera él sepa bien lo que quiere o le conviene hacer. Lo cierto es que tanto Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich sostienen que, con él o sin él, irán a internas. Ambos le escucharon decir a Macri que no será de la partida, pero dudan de que sea así.

Si en la interna de Juntos por el Cambio el macrismo se dividiera en dos (Larreta y Bullrich), las posibilida­des de un radicalism­o unificado (¿Manes? ¿Morales?) serían mayores. Pero esas chances crecerían más si se sumara el propio fundador del espacio a la competenci­a desde el macrismo.

En el radicalism­o irrita la tensión que genera el protagonis­mo del ex presidente. Sostienen que su alta imagen negativa, similar a la de Cristina, es garantía de derrota. Tanto si aparece como mentor ideológico de la oposición durante la campaña o, más, si se presentara él mismo como candidato.

Coalicione­s de gobierno.

Mientras macristas y radicales tejen escenarios de PASO que van desde fórmulas propias a fórmulas cruzadas (se mencionan a todos los nombrados y a otros como Carolina Losada, María Eugenia Vidal y Martín Lousteau), hay líderes de la UCR que no descartan una ruptura opositora si Macri confirmara su candidatur­a.

Cerca de Morales y Manes, por ejemplo, sostienen que el radicalism­o “no puede volver a ser furgón de cola de un gobierno que intente llevar adelante un modelo económico como el de Macri”.

Faltan menos de ocho meses para la próxima campaña electoral. En marzo, es probable que tanto Cristina como Macri hayan revelado su juego. Y que el juego sea no competir por el cargo mayor.

Tras cuatro años de desgaste, peleas destructiv­as y conflictos económicos, el oficialism­o aún cree que, si puede domar la inflación, podrá presentar un candidato competitiv­o.

La oposición está convencida de que, pese a la mala experienci­a de su gestión anterior, podrá mostrar un programa que tome nota de los errores cometidos y prometa cambios rápidos. Larreta habla de un plan de cien horas. En la intimidad, Macri redobla la apuesta: dice que deben ser diez horas.

Cuando la moneda del poder está en el aire, los debates y las internas son tan justos como necesarios.

Y deberían servir para que la coalición que gane no vuelva a ser una alianza electoral, sino una alianza de gobierno.

Tanto el arribo de Massa como Macri diciendo en privado que será candidato, cambian la campaña

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TáCTICAS DISTINTAS. Ella bajó el perfil. Él lo subió. A su modo, ambos intentan mantenerse centrales.
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