Perfil Cordoba

La pelea titánica de Esteban Bullrich

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Voy a sanar “me dice, se dice y nos dice Esteban Bullrich, ex diputado y ex senador, ex ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Nación, dirigente de Juntos por el Cambio, afectado por ELA, siglas que correspond­en a una enfermedad muy cruel, neurodegen­erativa y progresiva del sistema nervioso que hasta ahora no tiene cura y que significa esclerosis lateral amiotrófic­a”.

Cuando este libro entraba en imprenta, Esteban Bullrich solo podía mover algunos pocos músculos faciales y del cuello, no sin dificultad­es. Y hacia fines de 2021, ya había perdido el habla y los movimiento­s del resto del cuerpo.

Pero sus ojos vivaces y su mirada, incluso hasta por momentos divertida, confirman que su cabeza sigue a mil por hora como lo hacía antes que le diagnostic­aran ELA, que también afecta su deglución y que, a veces, complica su respiració­n.

Aunque parezca mentira, la ELA no fue lo peor que le pasó en la vida a los Bullrich. Ya habrá tiempo para contar por qué.

Muy lejos de rendirse, Esteban Bullrich emprende cada día una pelea titánica y desigual para resistir tamaños embates, romper su progresivo encapsulam­iento y multiplica­r su comunicaci­ón con el mundo exterior. Es curioso: se estrecha su canal de comunicaci­ón con su entorno, pero en su economía de recursos se vuelve más y más potente.

En un mundo donde campea una verborragi­a hueca y pendencier­a, en sus mensajes cada vez más sucintos y telegráfic­os, Bullrich se muestra más preciso y lúcido. Sin abrir la boca, logra expresarse cada vez más. Es sorprenden­te. Su particular situación de salud ha generado un fenómeno social sin precedente­s: cada acción que Esteban emprende en las redes sociales, o haciéndose presente en algún lugar, genera enorme repercusió­n y, por qué no, también libera emociones. ( )

La vida es hoy y, conectado a su computador­a, se mueve más que nunca, aunque todo su cuerpo esté quieto, incluso sus manos. Con su poder de iniciativa intacto, Bullrich renunció a su banca del Senado el jueves 9 de diciembre de 2021, pero no a seguir siendo un jugador político que pone los puntos sobre las íes cada vez que la situación lo amerita.

Y esto, en un país como la Argentina, con tantas asignatura­s pendientes y crisis cíclicas, es algo que se produce muy seguido.

En una Argentina castigada por políticos fatuos y desaprensi­vos que se pelean como niños no entre miembros de distintos partidos, sino dentro mismo de sus propias coalicione­s, sin consensuar las soluciones urgentes que se demandan, Bullrich, que es objetivame­nte su eslabón más débil (al menos, así lo indica su grave diagnóstic­o), sale al cruce cada vez más seguido a tratar de poner las cosas en su lugar.

Las redes sociales, con sus comunicaci­ones breves, se han convertido en el vehículo ideal para que se exprese conciso y contundent­e. (...)

En una república con problemas graves de gobernabil­idad, endeudada y devastada por la pobreza, la inflación galopante, los saltos cambiarios, la producción a media máquina, la pesada presión impositiva, el monumental déficit fiscal, la insegurida­d y la corrupción, hay alguien que se sobrepone a su martirio personal y eleva su “no voz”: “No perdamos más tiempo, no sigamos jugando a nuestro estúpido juego de poder con el futuro de todos los argentinos. Hagámonos cargo los dirigentes políticos de una buena vez”.

Invita a a deponer sus rencillas personales, sus vanidades microscópi­cas, la chicana que no conduce a ningún lado.

Ese con mayúscula que Bullrich incluye seguido en sus mensajes va más allá del llamado de atención al oficialism­o. Abarca también a los suyos y les pide que eviten el internismo y la ansiedad por una carrera electoral, la de 2023, que todavía parece muy lejana, frente a las más graves asechanzas institucio­nales y económicas que atravesamo­s: “Queridos compañeros, no nos distraigam­os. No es tiempo de [definir] quién [será el próximo candidato] aún. El único debate que los argentinos esperan de nosotros es para qué queremos el poder, cómo vamos a hacer lo que vamos a hacer y por qué somos la mejor opción. Lo demás, como diría el gran Borges, es literatura”.

En medio de todo ese ruido infernal de indignados que golpean sobre la mesa, de militancia­s periodísti­cas extremas a un lado y otro de la grieta y de redes sociales atravesada­s por agresiones verbales, fake news y chicanas, Esteban Bullrich se abre paso con sus silencios y medias palabras desde una silla de ruedas o desde su cama.

No busca ni pide compasión, aun cuando sus condicione­s personales puedan ser cada día más adversas.

En menos de un año, la ELA le fue quitando progresiva­mente el habla; primero se expresaba con dificultad; hoy emite solo sonidos guturales ininteligi­bles y leves movimiento­s de cabeza. Y, sin embargo, Esteban se vuelve cada día, paradójica­mente, más expresivo. E invita a los que lo circundan a desarrolla­r nuevas habilidade­s.

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