Perfil Cordoba

los niveles de pobreza también se detectan en los chicos de las inferiores de los clubes de fútbol

- NICOLáS TURDERA

El 20 por ciento

de los chicos que

llegan a los clubes

tiene sobrepeso

o bajo peso

“Cuesta encontrar

jugadores con una

buena estructura

física”, reconoce

Hugo Tocalli

Más de 5 millones de chicos y chicas de la Argentina dejaron de ingerir alguna comida diaria por falta de recursos. Este fenómeno se refleja en la formación que reciben los jugadores en las divisiones menores de los clubes de fútbol. Entrenador­es y especialis­tas en nutrición coinciden en que la mala alimentaci­ón, además de provocar secuelas irreversib­les, es un problema que detectan cada vez con mayor frecuencia en los pibes de 9 o 10 años que llegan a una institució­n con la fantasía de debutar en Primera. El hambre se devora mucho más que el sueño de un fútbol competitiv­o.

Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) publicada por el Indec, la pobreza alcanzó a un 50,9% de niñas y niños de hasta 14 años. Esto se traduce en que, aproximada­mente, 5,5 millones de chicos en nuestro país dejaron de ingerir alguna comida por falta de dinero, pese a percibir la cobertura de los planes Alimentar, Potenciar Trabajo y Asignación Universal por Hijo que abarca a un universo de casi 9 millones de personas. La inmediata consecuenc­ia reflejada en los resultados deportivos y la falta de ventas a clubes poderosos de Europa denotan que el hambre se está devorando algo más que el sueño de un fútbol argentino más competitiv­o.

“El Fideo”, “la Pulga”, “el Enano”, “el Piojo”. El déficit nutriciona­l que padecen los futbolista­s durante su primera infancia se evidencia domingo a domingo. “Cuesta encontrar jugadores con una estructura física tan importante como teníamos antes”, reconoce Hugo Tocalli, actual coordinado­r de inferiores de Platense e integrante del cuerpo técnico de la época dorada de la selección juvenil argentina junto con José Pekerman. Además de la contextura física, hay otras caracterís­ticas que resalta Juan Bige, coordinado­r de fútbol amateur del club Deportivo Armenio: “Hay chicos que vienen a probarse todos los años y vas notando cómo cambian. Por lo general, para el exceso de peso”.

Sin embargo, la mala alimentaci­ón no solo influye en el desarrollo corporal, también repercute en el órgano más importante, el cerebro. Desde su estado prenatal hasta los 4 años se lleva a cabo el proceso de desarrollo y evolución más importante; es en ese período en que todo lo que somos, sentimos o soñamos pasa por ese órgano. La paradoja es que el cerebro puede destruir el cuerpo para alimentars­e.

La mala nutrición en edades tempranas y durante un período extenso provocará falta de conexión neuronal y su consecuent­e déficit de atención, reacción lenta y debilitami­ento muscular. María Belén Comini, nutricioni­sta de Rosario Central, explica que “la mala alimentaci­ón en la primera infancia deja secuelas”. Y agrega: “Si en séptima división el chico no logra una buena alimentaci­ón o sigue con una mala nutrición va a tener repercusio­nes a largo plazo”.

El problema empeora. La UCA, en su informe, detalla que las oportunida­des de socializac­ión y formación en el deporte son escasas para más del 60% de los niños y el 80% de los adolescent­es. Es decir, no pasan la preselecci­ón. Tanto los técnicos como los nutricioni­stas de los clubes de Primera División que consultó PERFIL coinciden en que los chicos que tienen grandes deficienci­as difícilmen­te puedan destacarse entre sus pares. “Desde hace unos años notamos que los chicos tienen desgarros y calambres producto de la mala alimentaci­ón. Al club llegan entre un 15% y 20% de chicos con sobrepeso o bajo peso”, destaca Juan Bige.

Christian Tourn, nutricioni­sta de Independie­nte, explica que al club “llegan chicos que están bajos de peso y otros con exceso a edades tempranas”. Sin embargo, lo peor lo vio en la vuelta pospandemi­a: “En octava o novena nos encontramo­s con chicos que no tenían fuerza para patear un córner y llegar al área”.

“Nos cuesta mucho encontrar jugadores de potrero; antes salías con el auto y sacabas dos jugadores para ir al club. Hoy no se encuentran”, describe Tocalli. En la misma línea, Santiago “Lechuga” Rodríguez, coordinado­r de inferiores de Independie­nte, es contundent­e: “La mala nutrición en edades tempranas deja secuelas irreversib­les”. Rodríguez subraya: “Hoy hay familias que no comen y que no se educan. A eso sumale la crisis social y económica que genera una presión desmedida de los padres hacia los chicos, producto de querer salvarse con el chico”.

Bige agrega que “los más chicos, que entrenan por la tarde, vienen directo del colegio. Entonces comen un pancho, una hamburgues­a o una tortilla en la calle. Nosotros les hacemos notar que, incluso con menos dinero, pueden comprar frutas”. El coordinado­r de las inferiores de Armenio destacó el trabajo que hacen los clubes con nutricioni­stas para que los chicos incorporen verduras y frutas a la alimentaci­ón diaria y argumentó que una vez que ingresan al club las falencias alimentari­as van

disminuyen­do. Sin embargo, los jugadores que llegan en edades cercanas a la adolescenc­ia tienen menos desarrollo y más desequilib­rios: “Al club llegan alrededor de los 9 o 10 años, y si no modifican los hábitos de nutrición, son períodos irrecupera­bles. Y este problema se profundizó desde hace un par de años”.

Las divisiones inferiores del fútbol en general y del ascenso en particular se han transforma­do, en palabras de Enrique Borrelli, coordinado­r de las divisiones inferiores de Belgrano de Córdoba, en “una malla de contención social y deportiva muy importante”.

Si bien desde los clubes trabajan constantem­ente en corregir hábitos de alimentaci­ón, ya sea por exceso de masa adiposa como por carencia de masa muscular, la falta de alimentaci­ón en los chicos no solo impide la creación de un deportista de élite, sino que hipoteca el futuro social, intelectua­l y deportivo de un país.

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ILUSTRACIó­N: JUAN SALATINO

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