Cinco escritores en busca de un destino
En Malogrados (Eduvim), y a través de cinco historias de escritores que murieron jóvenes –por enfermedad o suicidio–, Lucas Petersen compone un friso periférico de la literatura argentina: Horacio Mendizábal, poeta negro que pudo haber inspirado el argumento inicial del Martín Fierro; Goycoechea Menéndez, protagonista de la bohemia del 900; Héctor Ripa Alberdi, olvidado líder de la Reforma Universitaria; el crítico literario José Luis Ríos Patrón; y Pepe Romeu, actor del Di Tella y autor de A bailar esta ranchera.
Malogrados, de Lucas Petersen (Eduvim), se ocupa de los semblantes biográficos de Horacio Mendizábal (1846-1871), Martín Goycoechea Menéndez (1877-1906), Héctor Ripa Alberdi (1897-1923), José Luis Ríos Patrón (1926-1957) y José Horacio Romeu (1948-1976). Ciento treinta años en los que cinco escritores desandan existencias breves, por enfermedad o suicidio. Evitando el dramatismo, a la vez que los rastros sensacionalistas, Petersen indagó en un archivo elusivo, a la vez que maraña de contradicciones. ¿Llega al punto central de cada biografiado? La historia del género lo precede: está la obra, único hecho, luego huellas deformadas por la memoria.
Aquí aparece otra paradoja. ¿Cómo se conforma un escritor en una sociedad de un país que hasta hoy duda en consolidarse como tal? Cuestión que puede molestar a nacionalistas acérrimos, así como ellos molestan en todo momento de la historia argentina. Ser argentino, entonces, puede ser la extensión de la paradoja vital en cada uno de estos jóvenes escritores. Disconformes, inadecuados, fuera de las formas, con todas las secuelas que implican la rebeldía y el deseo de escribir, el sistema cultural posterior los ha ignorado, como a tantos. Dentro de ese espectro se pierden Marcelo Fox, Carlos Catania y, aunque se escandalicen negándolo, Néstor Sánchez, Carlos Correas…
La segunda condena es negarles la lectura, cuando los únicos que se perjudican son esos nuevos escritores que, en espiral tóxica, tampoco leen. Así aparece otra vindicación de Malogrados: la marca del fenómeno lector en Argentina. Ripa Alberdi es el eje de ese cambio. Nacido dos años antes que Borges, en su fugaz brillo confluyen la lectura periodística, el reconocimiento universitario (incluyendo la proclama política) y la trascendencia del libro como elemento de validación. Algo que Borges supo transitar, y explotar, hasta su situación de escritor universal categórico, al punto que esto parece confirmado tanto por Dante como por Kant.
En este juego de precursores malversados, Petersen señala a Mendizábal (afrodescendiente y sarmientino), como influencia del Martín Fierro: “Hay un poema de ‘Primeros versos’ que resulta excepcional por fuera de toda duda. Se trata de Samuel, uno de aquellos que, en una línea byroniana, retrata un tipo popular. El protagonista es un gaucho payador que llega apesadumbrado a la pulpería y al que, cuando es advertido, se le pide que practique su arte. Samuel accede y relata sus desdichas: cuenta que fue llevado a la fuerza para nutrir los ejércitos de la frontera, en donde pasó largos años de penurias. Que, al retornar a su pago, encontró su casa derruida, donde ya no hay rastros de la mujer que fue obligado a abandonar. Consternado por no tener ya nada que lo retenga en el mundo de la civilización, decide dar un paso drástico: rumbear su caballo hacia el sur y perderse en la llanura”. Luego de esto, José Hernández queda bajo sospecha en su inspiración, casi como plagiario argumental de la inmensidad pampeana:
“(…) Alejandro Solomianski ya había llamado la atención sobre la familiaridad entre algunas composiciones del siguiente libro de Mendizábal, Horas de meditación, y el Martín Fierro. Los más notables los encuentra en el poema Arjentina, por la utilización de la figura del gaucho como narrador, quien, en este caso, exclama su deseo de no ir a la guerra civil sirviendo a un ‘tirano impío’ ni tampoco al contingente de frontera. (Esta obra tiene varios