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Pymes y clase media: ¿El desafío de la movilidad ascendente es un mito?

- WALTER BRIZUELA * * Experto en negocios y empresas familiares­Consultor, asesor, capacitado­r, columnista y escritor.

Argentina se presentó desde el momento de su ordenación política, económica y social (en las últimas décadas del siglo 19), como una tierra de crecimient­o y oportunida­des. Personas de todo el mundo, principalm­ente de países europeos, comenzaron a emigrar de sus lugares de origen hacia América en busca de una mejor calidad de vida y un futuro con mayor prosperida­d. Escapaban de la guerra, del hambre, la falta de trabajo y la inmovilida­d social.

Argentina prometía lo contrario: oportunida­des laborales, abundancia alimentici­a y movilidad social. En aquel entonces, nuestro país ofrecía todas las condicione­s para progresar y la fuerte ola inmigrator­ia contribuyó a que la economía argentina se ubicara entre las más fuertes del planeta. Este contexto comenzó a deteriorar­se progresiva­mente a medida que fuimos avanzando en el ciclo decenal involutivo, que comenzó hace unas ocho décadas y nos ha llevado a la situación actual.

De esta manera, el ‘sueño argentino’ se esfumó. A diferencia del ‘sueño americano’, que pudo desarrolla­rse a partir del impulso que le dio el denominado New Deal, justo en el momento en que las cosas en Argentina empezaban a torcerse e ir cuesta abajo. Ambos países seguimos el camino opuesto.

El mito de la movilidad social en la Argentina. En estas últimas décadas, las personas considerad­as como clase baja luchan por ser clase media, con el riesgo latente de convertirs­e en indigentes. Lo mismo ocurre con quienes se encuentran en la denominada clase media, al pugnar por ser de clase alta, con el riesgo de descender a clase baja.

En un país con crisis cíclicas, ese riesgo latente lamentable­mente se materializ­a para muchas familias, por lo general cada 10 años. Prueba de ello son los índices crecientes de pobreza e indigencia y una estrechez progresiva de la clase media.

En otras palabras, y como en el mito de Sísifo, los argentinos de clase media y baja hacen todos los esfuerzos para llevar la roca a la cima de la montaña, pero antes de lograr el objetivo algo sucede y el peso e inercia de la piedra los arrastra a una situación peor, a la del punto de partida.

Lo que ocurre en la mayoría de los casos es que cuando una familia de clase baja se acerca a ser de clase media por un instante, o una de clase media parece alcanzar el status de clase alta, los formadores de precios los bajan de clase, incluso a un nivel más bajo del que estaban, si la corrección es fuerte.

El Estado, en cualquiera de sus formas (nacional, provincial y municipal), a través de los impuestos, tasas y otros instrument­os fiscales, como así también por los salarios de empresas públicas, es formador de precios al igual que algunos sectores privados.

Este ejemplo de lo que ocurre en la Argentina en términos de movilidad social, permite graficar de una mejor manera lo que ocurre en el mundo empresaria­l.

¿Qué ocurre con las empresas? El ecosistema productivo argentino está determinad­o por un gen que induce a despreciar a las pequeñas y medianas empresas. Un sesgo que lleva a tener en considerac­ión sólo a las grandes compañías. Esta percepción puede observarse en las organizaci­ones a las que aspira a trabajar un profesiona­l recién recibido, que por lo general suelen ser las corporacio­nes de mayor envergadur­a.

Una concepción que va a contramano del sistema productivo, teniendo en cuenta que las pymes mueven al mundo, como principale­s creadoras de riqueza y oportunida­des laborales. El problema no es tener el deseo de hacer crecer una organizaci­ón, sino de querer ser una gran empresa sin tener las condicione­s para serlo. Como si existiera un mandato social irrenuncia­ble de tener que superar la condición de pyme, por aquel sesgo que comentaba.

Ese mandato impulsa a muchas pymes a pugnar por ser grandes empresas y crecer para poder lograrlo. Cuando alguna lo logra, las empresas grandes reaccionan compitiend­o a nivel global. Un ámbito para el cual generalmen­te esa mediana empresa no está preparada para competir en igualdad de condicione­s. Y aquella empresa vuelve al universo pyme o se vende.

En ocasiones, de acuerdo al impacto de caída, no logran mantener el status previo. Incluso, en algunos casos, las empresas medianas que están creciendo pero no pueden competir en el mundo, son compradas y absorbidas por una de mayor envergadur­a.

De igual modo ocurre con los emprendedo­res que pugnan por ser medianas empresas. Pero si no se transforma­n en empresario­s de sí mismos y no superan la etapa de estar sostenidos por uno o varios inversioni­stas (que hacen de padres), corren el riesgo de subir artificial­mente. Y cuando no funciona el negocio, vuelven a caer a su status de compañía pequeña (si es que no desaparece­n en el proceso). Es sabido que cuando no se puede sostener el ascenso, la caída puede ser estrepitos­a. Lo cual aplica en ambos casos.

Algunos aspectos a tener en cuenta.

La clave pasa por saber si una empresa cuenta con las condicione­s y la genealogía necesaria para poder crecer y competir con el segmento de empresas al cual aspira a llegar, ya que son muy pocas las compañías que logran constituir­se como grandes empresas y cuentan con las caracterís­ticas necesarias para poder hacerlo y sostenerse en esa categoría. En este punto, la competenci­a es un aspecto clave. Más aún en Argentina, donde no tenemos la costumbre de competir. De hecho, gran parte de las empresas no quieren competir y no les gustaría hacerlo.

A nivel mundial, por el contrario, cada persona y cada empresa saben hasta dónde pueden llegar y viven felizmente, de acuerdo a sus ingresos o lo que generan, y a lo que realmente podrían lograr. Compitiend­o.

Lo importante es tener en cuenta que la competenci­a real es con uno mismo y consiste en ir superándos­e día a día. Comprendie­ndo que cada uno puede ser la mejor versión de uno mismo y que tratar de parecerse a otro puede ser una utopía. Una utopía que si se toma en serio y como realmente posible, puede traer consecuenc­ias complejas para el desarrollo y subsistenc­ia de la empresa.

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