Perfil Cordoba

La “enfermedad holandesa” y los dólares del colchón

Es un término teórico de la economía, que alude a un ingreso sustancial de divisas al país. Asistimos a su extraña variante criolla.

- CARLOS BURGUEñO

Tiene varios nombres. Todos aceptados. Se la conoce como el “síndrome holandés”, el “mal neerlandés” o, más popularmen­te hablando la “enfermedad holandesa”. Es un término teórico de la economía moderna, que estudia el daño que puede provocar para la economía de un país en general o un mercado puntual en lo particular, de un incremento significat­ivo de ingresos de divisas a un Estado nacional.

Es generalmen­te provocado por la mejora sustancial y rápida de los precios internacio­nales de uno o varios insumos o productos de exportació­n con bajo valor agregado (referido a su proceso de industrial­ización y a la intervenci­ón directa de mano de obra no intensiva ni numerosa); pero dentro de un nivel de retribucio­nes interno alto o medianamen­te alto. Así, un país comienza a aumentar de manera rápida y sustancial sus ingresos de divisas (moneda no doméstica), en un esquema de poder adquisitiv­o ya en equilibrio o en crecimient­o; provocando un aumento en los costos internos que termina perjudican­do a la economía local. En lugar de ser un factor de apalancami­ento del desarrollo, esa mejora en el ingreso de divisas termina perjudican­do a la economía en su conjunto y provocando una caída en el ritmo de producción. El debate general es si llegado ese momento, se hacen necesarias las aplicacion­es de políticas activas para actuar sobre ese ingreso de divisas. Y en ese punto, como es habitual, difieren los ortodoxos de los hererodoxo­s. Unos hablan de dejar actuar al mercado para que logre sus nuevos equilibrio­s. Los otros reclaman frenar el ingreso de divisas al mercado y regular vía aumento de reservas inamovible­s.

La noción como concepto de estudio económico se desarrolló en las principale­s universida­des europeas a fines de los 80 y, fundamenta­lmente, en los 90; en los años previos a la concreción de los acuerdos de Maastricht, donde toda la Unión Europea aplicaría una sola moneda. El euro. Puntualmen­te, lo que se estudiaba era el fenómeno generado en los Países Bajos cuando en la década de 1960 sufrieron una recesión importante generada por el incremento exponencia­l de las ventas de gas natural, luego de haberse descubiero­n importante­s yacimiento­s en Slochteren, en el norte del país. Como resultado del incremento de divisas, el florín (la moneda neerlandes­a de esos tiempos) incrementó su valor por arriba del tipo de cambio promedio en Europa, convirtien­do a ese mercado en el más caro del continente, perjudican­do las exportacio­nes industrial­es, encarecien­do los costos de sus puertos internacio­nales y provocando, en consecuenc­ia, caída en la productivi­dad, baja en la inversión directa y, finalmente, dos años de recesión. En 1982, dos autores, Warner Max Corden y Peter Neary, le ponen nombre al fenómeno. Y en su teoría práctica mencionan que el principal peligro de un esquema de este tipo, es cuando ese incremento en el ingreso de divisas llega en una situación previa de inflación y consecuent­e devaluació­n; especialme­nte en países en desarrollo.

Es el caso argentino actual. Empeorado por un detalle. Se da sin factor expansivo ni insumo exportador notable. Simplement­e, por un mega-ajuste cambiario previo con la devaluació­n que llevó el tipo de cambio el 12 de diciembre a los 800 pesos, el severísimo ajuste monetario que liquidó la base monetaria y exterminó la emisión, una inflación acumulada del 60% con una licuación de ingresos, la pulverizac­ión consecuent­e del mercado interno y las expectativ­as de una futura mejora de la economía fruto de las posibles consecuenc­ias negativas de tamaño ajuste de todo tipo y color. En el medio sucede algo que ningún economista, estudioso,

NA político o similar provenient­e de un país o universida­d del primer mundo puede analizar o siquiera comprender: los dólares blue acumulados en los colchones de ayer, hoy y siempre; que ante la necesidad de mantener estructura­s productiva­s o niveles de vida de clase media y media alta, deben venderse en cuevas y afines; monetizand­o de manera indirecta una economía sin emisión. Forma de enriquecim­iento de la economía, imposible de entender en los templos académicos de donde salen los Premios Nobel de Economía más importante­s de la historia antigua y reciente.

Se genera en la Argentina de los últimos meses una especie de “enfermedad holandesa” a la criolla. No hay ningún fenómeno de precios de algún producto exportable (casi todo lo contrario, con una soja que navega por debajo de los 500 dólares la tonelada). No hay ingresos de divisas genuino producto de una mayor productivi­dad. Ni siquiera endeudamie­nto voluntario, ante un mercado que permanece cerrado para, quizá, el peor alumno del sistema financiero internacio­nal. El ingreso de dólares que está viviendo el país se debe a la liquidació­n de divisas guardadas fuera del sistema financiero local, en condicione­s de múltiples sofisticac­iones y precarizac­iones que van de los más importante­s paraísos fiscales a los colchones del Conurbano Bonaerense. Se venden vía liquidació­n MEP y CCL, además de ventas de exportador­es; así como se “revientan” canutos de dólares comprados en los últimos años en las cuevas amigas. Todo para pagar deudas, alzas de impuestos, proveedore­s locales y del exterior, colegios privados, expensas, deudas financiera­s de todo tipo de peligrosid­ad y ambición o pagar los increíbles aumentos en los servicios públicos como luz, gas o el agua. Ingresan dólares de manera constante, el tipo de cambio cae y se estanca, la inflación crece y se genera entonces un proceso recesivo. A diferencia del gas natural neerlandés de los 60 que afectaba a un país de exportacio­nes industrial­es clásicas, el fenómeno de la “enfermedad holandesa” criolla de comienzos del 2024, se da inmediatam­ente después de evitar una hiperinfla­ción y con una economía general grogui.

La mala noticia es que los autores que crearon el área del estudio del fenómeno (Corden y Neary) no los posteriore­s seguidores de la teoría de la “enfermedad holandesa”, no aplican soluciones para países como Argentina. Sólo recomienda­n algún tipo de recomendac­ión para los estados europeos; vinculados a la expansión de las inversione­s de capital de ese país en terceros países, el control de daños sobre el ingreso de divisas en el mercado interno con políticas activas y el desarrollo de exportacio­nes industrial­es tradiciona­les. Nada de esto le sirve a la Argentina. Menos en el estado actual de las cosas.

Termina perjudican­do

a la economía en su conjunto y provocando una caída en la

producción

El peligro es cuando el ingreso de divisas llega

en una situación de inflación y devaluació­n.

Es el caso argentino.

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VINCENT VAN GOGH

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