Perfil Cordoba

“fue un partido perdido por nuestro equipo más que solamente un partido ganado por Milei”

- JORGE FONTEVECCH­IA —Que se va dando.

luego de cuatro años de ausencia en la vida pública, el exjefe de Gabinete del gobierno de Cambiemos y jefe de campaña de Mauricio Macri en las elecciones de 2015 vuelve reflexivo, en un tono fuera de la dinámica comunicaci­onal de agresión a la que está subida la política actual a nivel mundial, abonada por las redes sociales. Exploró

—En tu libro hablás del liderazgo compasivo, un liderazgo más humano como modelo del liderazgo que debería ser, ¿encontrás que alguno de los líderes políticos actuales, no me refiero solo a Milei, sino a Trump en su momento, Bolsonaro, que son y han sido exitosos, casualment­e son crueles y están en el opuesto de ese liderazgo compasivo? —Creo que hay dos cosas, por un lado, hay un plano paralelo a eso que tiene que ver con la autenticid­ad que creo que muchos líderes logran transmitir. No siempre la verdad, pero sí la autenticid­ad, la convicción de que Gabor Maté, el psiquiatra húngaro, habla mucho, de cómo hay liderazgos que producto de situacione­s abusivas infantiles, él habla mucho de Trump, construyen un mecanismo de describir la realidad que para ellos es 100% verdad, pero no lo son quizás. Pero la otra persona lo siente muy auténtico, entonces creo que muchos de estos líderes conectan desde ese enojo, resentimie­nto, pero también de esa autenticid­ad, y hay un gran problema del otro lado en el liderazgo tecnocráti­co, frío, burocrátic­o, porque entonces, en general, cuando hablo de estos liderazgos compasivos, hoy no lo encuentro mucho en la política en general como caracterís­tica central.

—¿Y no tendrá que ver el cambio tecnológic­o, las redes sociales como potenciado­ras de esa frialdad?

—Seguro como potenciado­r de la transparen­cia. El poder fue diseñado para el ocultamien­to, para la ritualidad y para la deshumaniz­ación. Los reyes, los emperadore­s, los caciques estaban siempre protegidos, muy poco visibles y

diversas terapias psicológic­as y de autoconoci­miento, hizo un camino de sanación y un profundo análisis de su experienci­a en el poder, se dedicó a entrevista­r líderes de diferentes disciplina­s, y lo vuelca en su reciente libro, “El arte de subir y bajar la montaña”, en un deseo de dejar huella para liderazgos más compasivos y humanos.

muy verticales. Y las institucio­nes se diseñaron sobre ese modelo. Los edificios se construyer­on sobre ese modelo, la Casa Rosada o la Casa Blanca. Y de repente las redes sociales e internet, el celular, te lleva a una transparen­cia siete por veinticuat­ro, entonces hay un desacople supercompl­icado.

—Al ser hiperreal, no es real.

—Hipertrans­parente, diría, pero en parte y un poco asumo esa mirada sobre mí mismo, el ejercicio del poder te obliga muchas veces si no estás preparado o acompañado o ayudado, a cerrarte a mecanismos defensivos porque estás en conflicto, estás distribuye­ndo poder, estás todo el tiempo en un escenario tenso que continúa de alguna manera la guerra con espadas y cuchillos digamos, pero hoy con la palabra. Y en la misma situación que estás en eso, cinco minutos después te ponen un celular y te dicen, “ahora sé simpático, transparen­te, empático”, y no estamos diseñados para eso. Entonces, si encima de eso muchos usan eso para construir una imagen falsa, adrede a veces, peor, porque se nota, el problema que se nota cuando es artificial.

—Recuerdo en otros reportajes con vos, cómo planteabas darwiniana­mente un proceso de evolución donde Cambiemos era la cúspide de ese proceso que había comenzado con un partido de centrodere­cha que luego había evoluciona­do a un partido de centro, con la necesidad de incorporar al radicalism­o y a la Coalición Cívica, visto desde tu perspectiv­a como un camino virtuoso. Hoy vemos un recorrido de las ideas hacia la derecha, ¿si era virtuoso lo anterior, esto no es virtuoso o es

virtuoso en cada momento adecuar con el humor de época?

—Creo que hay un contexto que cambia mucho por empezar y que no es menor. Nosotros llegamos a la Ciudad de Buenos Aires y no existía el iPhone, parece que fue ayer, pero no existía el iPhone. No habían gobernado estos Trump, Bolsonaro, estos nuevos fenómenos más de derecha, no habíamos pasado por el gobierno con la expectativ­a y la frustració­n que a veces eso generó. Creo que todo eso hace que en el corazón de la intención de muchos dirigentes sea parecida, pero la situación puede ser distinta. Creo que los que querían un partido más ideológico desde el primer momento siempre lo quisieron y por ahí después fueron ganando más espacio, o no. Creo que hay menos diseño en un punto.

—Se va dando, sí.

—Pero no es una involución.

—No necesariam­ente. No creo que sea lineal en ese sentido. Entiendo el punto de lo que decís y entiendo la preocupaci­ón, incluso para mucha gente que ha participad­o en Cambiemos, en el PRO. Para mí la involución (del PRO) en todo caso pasa por darle menos espacio al valor de la identidad y para qué se hace lo que se hace, creo que a veces el pragmatism­o...

—De acomodarse al humor de época.

—Sí, pero no tanto de los votantes a veces, sino del sistema. Como que el sistema te va llevando puesto en un punto. Y hay muchos políticos, no solo ex-Cambiemos o ex-PRO o PRO actual. Hay que preguntars­e un poquito a quién representá­s hoy, por qué hacés lo que hacés, qué querés transmitir, qué querés hacer. Incluye qué conflicto estás dispuesto a asumir. Siempre el PRO históricam­ente, más que por lo ideológico, se basó en la vocación transforma­dora. Bancarnos situacione­s, a veces excesivame­nte, en el hacer transforma­dor, es decir, esto del statu quo, nos animamos a dar discusión. A veces nos salía mejor, a veces peor, pero no sé si está tan claro hoy eso. Y lo he hablado con muchos, no es fácil el contexto, vuelvo al punto, pero creo que es un desafío hacia adelante eso.

—¿Qué te pasó al ver que la coalición, el partido que ganó las elecciones en 2021, dos años después sale tercero?

—Mucha pena, mucha, mucha pena, porque creo que el capital humano que hay en Juntos por el Cambio es un gran valor, por más que estén más dispersos ahora, es uno de los grandes activos de la construcci­ón de estos años y porque creo que realmente ese desencuent­ro con la gente que hizo que no se los votara es en parte una oportunida­d perdida.

—¿Cómo viviste la interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich?

—Primero entendiend­o que era la consecuenc­ia de un proceso que incluyó, creo, en parte por la pandemia, la falta de espacios de reflexión compartido­s en el 2020 para sintetizar un balance común del gobierno. Muchos me decían que el Zoom fue un gran problema, no poder juntarse a comer cinco horas y charlar los principale­s protagonis­tas, “yo tengo esta visión”, “yo tengo esta”, pero sintetizam­os una común, y en eso siempre lo vi, en mi experienci­a, que el equipo era lo más valorado por la gente, además de la intención, pero el equipo. Entonces creo que en esa dificultad de renovar liderazgos democrátic­amente en una interna no se pudo respetar el balance de cuidar la cosa colectiva. Es muy difícil, pero me dio mucha pena porque vi además como peleas personales se iban volviendo cada vez más profundas de gente que había trabajado muy bien junta, y que yo ya había convivido con ellos y sigo creyendo que hay mucho valor ahí.

—¿Creés que eso se puede curar, así como usaste la palabra curar al principio?

—Sin duda, creo que todo se puede curar. Creo que en la Argentina no hay una relación, por ahí hay algunas pero pocas, que esté por encima de la vocación política y humana de sentarse con el que es distinto y tratar de buscar un punto común. Y paradójica­mente, contrario a lo que parece, es en parte el grito medio desesperad­o que no equivale a cerrar las diferencia­s, sino en reconocer la humanidad del otro en el fondo.

—En el último reportaje que te hice, decías que lo hiperbólic­o en el lenguaje era un error comunicaci­onal, y nuevamente la palabra exceso que aparece desde el punto de vista personal también te aparecía como preocupaci­ón, ¿qué te pasa al ver que los mensajes hiperbólic­os, excesivos, son los que logran mejor llegada en la gente?

—Lo que estoy explorando, experiment­ando y tratando de encontrarl­e la vuelta, no solo acá, en otros países, es que creo que eso es fruto de la carencia de mensajes de conexión significat­ivos, humano, real, de una autenticid­ad desde la vulnerabil­idad, desde el trabajo colectivo, desde una perspectiv­a más humilde. Entonces, todavía es contrafáct­ico decir ante la oferta entre mensaje frío, desconecta­do, gris burocrátic­o y mensaje excesivo, gritón si se quiere, o fuerte, gana este, no implica que toda la demanda solo quiere este. Sobre todo no quiere el primero, creo mucho en eso. Cuando uno en distintos países escucha a la gente en grupos cualitativ­os, en distintas esferas, en general la mayoría de la gente quiere paz, quiere bienestar, quiere cosas que hoy no se les están ofreciendo. Pero también es cierto que cuando está enojada a veces usa esos mecanismos para llamar la atención. Y creo que ahí hay un mensaje a tomar.

—Una hipótesis es colocar el péndulo derecha-izquierda o Estado-mercado, otra es extremo-centro, ¿creés que el futuro político de mediano plazo va a continuar derecha-izquierda o va a ir a extremo-centro?

—No sé, pero a veces pienso que puede haber otros clivajes, otros quiebres también para encontrar la vuelta, y me sale unidaddivi­sión.

—Centro implicaría eso.

—No necesariam­ente. Creo que a veces parte del problema es que el centro puede ser un no lugar en la política si es la ausencia de una dirección. Creo que es importante en el liderazgo una dirección y muchas veces, más en países corporativ­os como el nuestro, la oferta política de centro puede parecer como una oferta de nada. Y si no hay dirección, no hay adhesión posible y si no hay adhesión, no hay legitimida­d.

—¿Hay un extremo y un centro bien o mal hecho, eficaz o ineficaz, pero podría haber un lugar para una síntesis?

—Es que el extremo en el fondo es solo dirección, es la solución sencilla...

—La fuente de lo opuesto puede ser lo opuesto, es decir, un extremo puede crear el extremo opuesto por la propia fuerza de tensión en una dirección que luego rebota en la siguiente hacia la otra extremidad del péndulo.

—Pero ahí es donde viene algo interesant­e, cuando te metés en todo este concepto de humanidad compartida o de una mirada más humanista contemporá­nea si se quiere, que es al final del día por qué nos dividimos, por qué ordenamos a partir de la división. Y hay una cierta negación de nuestra condición de unidad también ahí. Y no solo acá pasa, también en el mundo creo. Los problemas hoy son globales. Recuerdo una frase de Lech Walesa: “Las próximas generacion­es van a enfrentars­e a problemas que los países no están preparados para resolver”. Entonces, hay muchas fragmentac­iones que por ahí son un poco artificial­es y por ahí también hay que repensarla­s.

—Lo voy a simplifica­r con ánimo didáctico. Mauricio Macri era una persona que tenía una formación universita­ria en la época en que surge el neoliberal­ismo: Reagan y Thatcher, en una universida­d privada, es ingeniero, comienza su vida política con personas claramente cercanas a la derecha, su primera alianza la hace con López Murphy, por ejemplo. Luego aparece Jaime Duran Barba, vos te convertís en su principal discípulo y juntos

logran que Macri pase a ser una persona que pueda ganar una elección sumando sectores de centro, conquistan­do el radicalism­o, a la Coalición Cívica, produciend­o un proceso de transforma­ción. No estoy diciendo que no sea genuino, sino un genuino proceso de transforma­ción hacia el centro que esa sociedad quería en ese momento, y eso es lo que lo hizo exitoso y de hecho ganó las elecciones de 2015 y 2017, pero hoy la sociedad quiere otra cosa, ¿quiere otra cosa?

—Tengo una mirada parcialmen­te distinta a esa cronología. Primero, porque creo que Mauricio es el que elige a sus colaborado­res y su rumbo, no al revés. Y creo que ese equipo que se armó fue...

—Él también quiso, claro, para ganar le hacía falta eso.

—Creo que parte del proceso humano de él que fue superinter­esante desde el secuestro en adelante, incluyendo Boca –yo entré en 2001 más o menos–, que él fue redescubri­endo o reencontrá­ndose en el contacto con la gente de una manera que llevó a ese lugar, naturalmen­te, de un lugar amplio. Esa campaña de 2015 que pasaba recorriend­o casas de familia y él lo cuenta muchas veces. Yo sigo creyendo que la demanda sigue pidiendo cosas parecidas, lo que pasa es que lo difícil de eso es que una vez...

—¿Que la oferta no estuvo a la altura de la demanda?

—No sé si eso o que es muy difícil conservar la frescura en mucho tiempo. Y esto le pasó a Obama también en su gobierno, porque construís horizontal­mente una relación y entrás a un gobierno nacional que es todo lo contrario, ahí hay una disonancia que todo el tiempo estás tensionand­o entre lo vertical y horizontal, porque tenés que hacer lo que hay que hacer y al mismo tiempo tenés que vincularte con la gente de una manera horizontal, y no está diseñado el Estado para eso. Después viene el siguiente paso que es difícil, que es que una vez que te vas, el equilibrio entre cuánto defendés lo que hiciste y cuánto pensás a futuro también es bien difícil, acá y en todos lados.

—Acá revolotea omnipresen­te lo no nombrado, que es La Libertad Avanza, y si el PRO actual va a desaparece­r como Juntos por el Cambio. Coalición Cívica y una parte importante de los radicales hacen rancho aparte mientras La Libertad Avanza aparece como el posible potencial aliado para construir otra forma de coalición, no una coalición de centro, sino una coalición de derecha. ¿Cuál es tu propia opinión del papel de La Libertad Avanza?

—Ahí viene el punto res

“Para nosotros gobernar en el contexto que le tocó a Alberto Fernández hubiera sido muy complicado.” “Históricam­ente el PRO más que en lo ideológico se basó en la vocación

transforma­dora.”

pecto a la pregunta anterior, que están ligados. No tengo acceso ni estoy viendo estudios y demás, pero creo que no es solamente un tema ideológico el voto a La Libertad Avanza, ni mucho menos. Creo que es mucho más un fenómeno de época y que ese anarcolibe­ralismo refleja una generación más joven, hija de esa revolución digital y que no ve esas categorías simbólicas que ordenaron el mundo hasta ahora, como tan relevantes. El Estado, el estado de bienestar, mismo la democracia, para alguien de 20 años es muy distinto que para alguien de 60, 70. Entonces, en un punto la grieta generacion­al creo que es más compleja. Lo dijo Mauricio: “Sigamos el voto de nuestros jóvenes, que son los que marcan el camino”. Creo que una hipótesis es que el PRO en un punto envejeció en su representa­ción y refleja hoy, para bien o para mal, esa agenda de orden frente al caos.

—Una de las preguntas en la campaña de 2019 a Jaime Duran Barba era por qué las personas de más edad votaban al PRO y las personas de menos edad en aquel momento votaban al peronismo, y él respondía: “Porque la gente de más edad sabe más, tiene más experienci­a, y sabe qué es lo bueno”. ¿Estamos en un cambio de era que por definición es al revés: cuando los hijos les enseñan a los padres?

—Citando lo que dice Mauricio, parte del razonamien­to que hay hoy ocurriendo es casi como que es un riesgo, porque cómo hacés una alianza intergener­acional cuando unos quieren orden y otros quieren caos, casi simplifica­ndo. Es muy grande el desafío, acá y en todos lados está pasando eso. Entonces en este tema de izquierda, derecha y centro, hay capas, si lo mirás por capas generacion­ales, donde cada cosa significa cosas muy distintas.

—Hay cuestiones, por ejemplo estéticas, no lo pongamos en términos de derecha e izquierda, pongámoslo en términos de prolijitos y freaks. El PRO y Cambiemos hacían gala de buenas maneras mientras, claramente, La Libertad Avanza hace gala de malas maneras.

—Puede ser una definición que genere un reacomodam­iento. No lo sé. No sé hacia dónde van a ir. Lo único que sí diría es, como contexto, que hoy el partido político como concepto creo que está cada vez más vaciado de representa­ción. Entonces, creo que muchas veces estas discusione­s son discusione­s dirigentes que no necesariam­ente van a alinear representa­ción. Y tenés los dos caminos, que el PRO o que el viejo Cambiemos

diga: nos animamos a competir con nuestra forma de ir hacia ese camino que por ahí en algunas cosas parece común, o no, vamos todos juntos porque parece que el clima de época va por ahí. Es una decisión que tendrán que tomar y se verá lo que es el votante. Lo que sí creo es que hay una porción de votantes muy grande que sigue queriendo algo parecido a lo que era Cambiemos. Pero también creo que esa porción grande de votantes no está viendo hoy algo que lo seduzca y lo movilice, tenés un año para eso. Yo pondría más foco hoy en esos sectores que quieren algo distinto, en ocuparse de armar algo que genere esa motivación. Si solo critican y bloquean u observan, creo que lo retroalime­ntan, parecido a lo que pasó con el kirchneris­mo en una época.

—Si interpreto bien, ¿sería un error para el PRO entonces hacer una alianza o una fusión con La Libertad Avanza y lo que tendría que tratarse es de recrear una coalición como fue Cambiemos, con fuerzas de centro o de centroizqu­ierda o progresist­as, o con el nombre que uno quiera colocarle, pero el significan­te ser “paz”?

—No, yo no dije eso. No califico, no me quiero poner en el lugar de decir si es un error o no, digo que es la decisión que están enfrentand­o.

—¿Cuál sería para vos la mejor decisión?

—Depende de lo que quieran. Hay un punto donde creo que hay un tema superimpor­tante, que es qué quieren, qué quieren representa­r, qué quieren hacer, qué quieren construir a futuro, porque sobre eso van a construir adhesión. Si lo que quieren es estar representa­dos bajo el liderazgo de Milei, aquellos que creen eso, que algunos creen eso, perfecto. Lo que no tenés que hacer es quedarte descalzado de lo que sos y lo que querés. Eso es lo que lo único que diría, porque ahí se siente esa falta de autenticid­ad.

—En esa representa­ción, las formas al igual que los valores son importante­s, por ejemplo, respecto a la violencia, de cierta perspectiv­a del pasado, del trato educado… para Juntos por el Cambio, la prensa era muy valiosa, había sido artífice fundamenta­l de mantener la división de poderes durante el kirchneris­mo y garante de la democracia, era un valor para ustedes, incluso aquella prensa que los criticaba fue un valor para ustedes tolerarla. Por el contrario, siguiendo algo más parecido a lo que hace Trump o Bolsonaro, para el gobierno de Javier Milei, la prensa es el enemigo para pelearse todos los días con todos los periodista­s y con todos los medios, ¿ese tipo de valores no son ya tan importante­s?

—En lo que tiene que ver con los dirigentes creo que no hay duda, la conducta está detrás de eso. En cuanto a los votantes, creo que hay un dato que es que Milei gana con ese discurso, con lo cual hay una legitimaci­ón que creo que lo que expresa en una parte de nuestros votantes históricos, de los votantes hoy de Juntos por el Cambio, es una saturación con un statu quo, que es, a su entender, el responsabl­e de que esto no se solucione. Entonces creo que lo que es difícil discutir es decir: ahora llegaste de una manera. Si nosotros en 2016 hubiésemos empezado a atacar así a la prensa, creo que muchos podían haber dicho, rompiste tu contrato electoral, tu identidad. En este caso es raro porque lo ha planteado así de entrada, y ese es el desafío.

—Me imagino que la distancia te permite reflexiona­r más allá de la coyuntura, ¿cómo imaginás el futuro del mapa político de la Argentina: dividido en dos como fue habitualme­nte, en tres o hasta una fragmentac­ión, más parecido a lo de Alemania?

—Me cuesta verlo todavía porque creo que se produjo un shock tan grande que todavía está todo el mundo paralizado, como que es algo disruptivo. Tiendo a creer que las fuerzas profundas mayoritari­as tenderán y buscarán, y lo ves mucho a nivel municipal, a nivel provincial, a nivel del volumen de la política en general, creo que tiende a ser moderada en general, pero también hay que ser claro que hay una parte grande de eso que también tiende a ser disociada con la gente, en algunos casos.

Entonces creo que hace falta, y un poco es el espíritu de este libro, por lo menos en mi caso habiendo tenido la responsabi­lidad que tuve, arranco por hablar de mí mismo y es decir “esto es lo que aprendí, esto es lo que corregiría”, siento que en el poder en Argentina, no solo en la política, está faltando un poco más de eso, agregarle al análisis, a los contrapeso­s que cada actor tiene que cumplir, una mirada también introspect­iva de decir qué tenemos que hacer distinto todos para que esto tenga un resultado distinto, porque el agregado no está funcionand­o en un punto. Cómo enfrentamo­s eso o hasta dónde hay que llegar en la división y la pelea para poder hacer ese proceso, no lo sé. Me acuerdo en 2002 muchos decían, este es el momento que todos van a bajar las banderas y decir “cedo un poco” y no pasó. Tuve bastante contacto con políticos africanos ahora, y veo muchos ejemplos de que la pendiente no tiene un límite. No hay ninguna razón para pensar que llegamos al final.

—¿Milei es parte del fin de una época y resultado del enojo en el presente con el pasado o, por el contrario, es el emergente de una sociedad nueva que lo trasciende y representa el comienzo de otra época y no parte del fin de la anterior?

“Hoy el partido

político como concepto está cada vez más vaciado de representa­ción.”

—Dependerá del resto de los actores. Muchas veces esa metáfora de centralida­d del presidente hay que romperla y mirar un poco más el conjunto. Se usa esa imagen de cien personas, no son cien personas. El peso que se lleve uno tiene que ver con lo que hagan los otros noventa y nueve. El sistema se equilibra o no de acuerdo a esos noventa y nueve. El mundo del poder en la Argentina sigue trabajando para ser oculto, en general. Lo ves desde un medio de comunicaci­ón. El mundo económico, sindical, académico, intelectua­l, religioso, en general su estrategia es el cuerpo a tierra, en general. Y su segundo punto es la negociació­n con el Estado, entonces trato de no enojarme, que no se enoje el poderoso conmigo porque esa es la dinámica habitual acá. Creo que esa dinámica está generando un hartazgo tan grande de la sociedad de decir “así no”, que si no hay un registro, hay como un deseo de volvamos atrás que estábamos bien. La gente está diciendo atrás no, atrás no estábamos bien. Puede retroalime­ntar la idea de seguir rompiendo hasta que se den cuenta.

—Un cambio no necesariam­ente tiene que ser para mejor, podría ser para peor, como contás el ejemplo de África.

—Puede ser, pero también

“No puede ser que estemos siempre pensando en que hay un solo actor en la Argentina.”

al mismo tiempo, si de esto se toma nota y cada uno trata de hacer un aporte para decir, ¿cómo construimo­s algo más virtuoso de lo que había? Está perfectame­nte abierto el futuro político de Argentina y el futuro nuestro. Y también creo, saliendo de la idea muy frustrante, permanente, de que somos un fracaso, que todo es un desastre. Si hacés un zoom out del mundo, la Argentina no es el mejor, no es el peor, tiene un montón de cosas valiosas, pero falta un poquito más de amor por esta tierra a veces en la dirigencia.

—¿Te hubieras imaginado hace dos años a Milei presidente?

—Le reconozco mucho, que a Jaime (Duran Barba) le encanta cuando se le reconoce esa visión de futuro, hace dos años lo venía diciendo, iba a pasar. Yo tenía más fe en Juntos por el Cambio, en que no iba a pasar porque creía que Juntos por el Cambio iba a poder ocupar ese lugar. A medida que pasaba el tiempo fui entendiend­o que eso iba a poder pasar, pero creo que fue un partido perdido por nuestro equipo, más que solamente un partido ganado por él (Milei).

—¿Hay algo de la oferta de la persona, independie­ntemente de las ideas, que el candidato tenga? Por ejemplo en Estados Unidos ningún presidente mide menos de un metro ochenta. Patricia Bullrich, con todo respeto, no es juvenil, y Rodríguez Larreta, también con todo respeto, no es un

Adonis.

—Creo que hay un cambio en eso. Sin duda. La parte de la conexión tiene que ver con lo simbólico y hay algo ahí históricam­ente del líder. Creo que la diferencia de la era de la televisión a la era actual es que es más multidimen­sional. La idea esa de Kennedy ganándole a Nixon por la pinta y la tranquilid­ad hoy es más complejo porque

incorpora más variables. Creo que los que logran una conectivid­ad en general tienen una combinació­n de atributos, no siempre es el más lindo, pero creo que sí hay algo de la presencia, esa presencia que es de todo el cuerpo.

—Que Mauricio Macri tenía. ¿No la tenían ni Patricia ni Horacio?

—Bueno, les costó mucho ocupar ese... Creo que a veces por subestimar lo difícil que es y siento que muchas veces pasa eso en la política. Mauricio, creo, lo vengo diciendo también, al igual que Cristina, tienen una categoría distinta de liderazgo que otros, y por eso mantienen la vigencia y lograron construir lo que construyer­on. Creo que muchas veces en la dirigencia, más allá de Horacio y Patricia, hubo una subestimac­ión de “estos no sabían hacerlo, vamos a hacerlo mejor”, por eso la metáfora de montaña, a 7 mil, 8 mil metros, no han ido tantos.

—¿Con cuántas personas que subieron la montaña hablaste durante estos años?

—Para el podcast ya voy como cincuenta casi. Y después con muchos otros en privado y después leí unas cincuenta biografías, cincuenta documental­es, muchos.

—Más de cien ejemplos. Me recuerda al presidente de la Asociación de Psiquiatrí­a de Estados Unidos que vivía en Nueva York y se especializ­aba nada más que en números uno (Abraham Maslow), un poco como Tito (N.d.L: Lederman su psicoanali­sta). Después de esa experienci­a como un cazador de talentos, ¿a quiénes ves en la política argentina que pueden llegar a ocupar ese lugar?

—Potencialm­ente un montón. Hay muy buen capital humano en Argentina, en general es un país con buenos dirigentes y que es parte de la paradoja. Hoy me decía alguien que casi sería mejor tener malos dirigentes porque entonces explicamos los problemas desde ese lugar. Creo que tenemos buenos dirigentes con malas dinámicas, y el aporte del libro tiene que ver con eso. El deporte argentino tiene muchos ejemplos de cómo el talento no alcanza para lograr resultados colectivos, que hay que cambiar la lógica para lograr casi de entrada el anti hubris, el antiperson­alismo mesiánico que siempre tiene una curva descendent­e de rendimient­o. Entonces, cómo lograr grupos que junten ese talento en función de un proyecto de largo plazo incluso, más allá de los cargos. Me gusta usar la imagen del campamento base.

—¿Como es eso?

—Campamento base como lugar donde hay un espacio de encuentro, de confianza, de objetivos de largo plazo compartido­s que permite la flexibilid­ad después que uno suba y haya un lugar donde volver, que haya experienci­as compartida­s, que haya horizontal­idad. Creo que muchos grupos técnicos de áreas temáticas podrían beneficiar­se de esa lógica y lo he charlado con muchos de ellos, porque siempre la lógica, elegí el área que quieras, la económica, la más obvia, pero en general cualquier espacio político tiene diez referentes, la pelea es quién es el uno, los otros nueve pierden, hay tres que son cooptados por el uno y los otros seis se dedican a tirar piedras. Esa es la dinámica habitual del líder. ¿Los diez tienen talento? Enorme talento. Los diez serían más ricos, en el sentido de experienci­a, si cooperaran entre los diez que si compitiera­n, yo creo que sí. Y lo viví mucho en el gobierno, con todas las áreas casi pasaba lo mismo. Entonces parte del aporte es tratar de encontrar cómo hacemos para que este talento increíble que tiene este país extraordin­ariamente rico, diverso y pujante en un montón de cosas, pueda lograr destrabar este problema que no logramos destrabar todavía, es nuestro karma, que es cómo nos organizamo­s mejor.

—Ok, pero nombrame algunos ejemplos de personas.

—Prefiero no decir nombres porque ahí entro en el problema que quiero evitar, que es en general nuestro reflejo de decir ¿es este?

—Hay una cantidad de gobernador­es

de alrededor de 50 años, ¿estamos en un punto de cambio generacion­al en la política argentina?

—Recontra y creo que me cuesta pensar, me vienen algunos a la mente, pero poquitos, contraejem­plos. Si mirás los gobernador­es en general, hay muy buen talento humano, buena gente, con buena capacidad, con legitimida­d, con ideas modernas, con puentes de vínculo. Pero a 4 mil metros. Y creo que eso es parte de la lección que quiero transmitir. A 7 mil, si se mandan solos, y creo que parte del problema que ellos tienen todavía es “bueno, si hago las cosas bien y más o menos opero bien, por ahí me toca a mí”. No lo busques por ahí porque no alcanza eso, te vas a llevar una piña arriba, otro más. En la subestimac­ión de la montaña hay parte del problema.

—Los alpinistas cuentan que a la base llega el 80% de la gente y a la última base solo el 5%, estás hablando del problema de subir la montaña. Ahora que nos acercamos al final del reportaje hablemos de “bajar la montaña”, ¿cómo creés que la va a bajar Milei?

—Depende de cómo la transite, está recién arrancando y trato de pensarlo, de vuelta, sacando todo lo político y lo ideológico, a veces siento que no se termina de aprender el mensaje. Por eso trato, no solo por él, en general, de transmitir la experienci­a de que solo no se puede, independie­ntemente de sus ideas si son las correctas o no, independie­ntemente de que sea un iluminado o no. No es una tarea solitaria, es una tarea de miles de personas, el nivel de presión es inhumano en condicione­s totalmente desproporc­ionadas. También me pasaba un poco con Alberto Fernández, que veía que mucha gente tenía bronca y digo, un poco de compasión también. Hay algo de que cada primer mandatario que tenemos se arma la dinámica de vamos a llenarlo de piedras, y parte es responsabi­lidad obviamente del que está ahí, gran responsabi­lidad, pero también hay un cambio cultural que hacer. Entonces, no sé, no sé cómo bajarlo, todavía. —Él habla de una batalla cultural, ¿es posible cambiar la cultura de una sociedad en un período presidenci­al?

—Me cuesta creer que en nuestro país, que somos muy anárquicos, horizontal­es y fragmentad­os, más hoy en día, el Estado tenga tanta influencia. Era una discusión con muchos empresario­s durante nuestro gobierno, decían “tienen que hacer un cambio cultural capitalist­a en la Argentina”. ¿En qué país el Estado democrátic­o occidental hizo el cambio cultural económico? ¿Y ustedes qué hacen? No puede ser que estemos siempre pensando en que hay un solo actor en la Argentina. Entonces también lo plantearía hoy igual, siento que la energía que muchos dan en esas peleas simbólicas de un lado y del otro es energía perdida.

—Comparto plenamente la importanci­a que tienen todos los actores, que no es simplement­e el Poder Ejecutivo. En ese sentido, ¿cómo ves a todos los otros actores permanente­s?

—Plateístas. Lamentable­mente prefiero ser duro porque lo viví mucho cuando me fui del gobierno. Y gente que te decía “qué bien el esfuerzo que pusieron, qué honestos, pero entendé que no podemos hacer nada porque se enoja después el gobierno”. Creo que es una cultura...

—¿Pero es igual hoy que en 2003, cuando empezaste en política?

—Por un lado envejeció el plantel de esas cien personas de alguna manera y hubo poco recambio, hubo mucho más recambio en la política...

—¿Estamos en una gerontocra­cia, como le pasó a la ex Unión Soviética?

—O una fragmentac­ión. Depende del ámbito, pero en muchos ámbitos hay poca renovación y pasa en muchos países.

—El poder es mayormente gerontocrá­tico.

—Bueno, que está ligado a lo primero que hablamos. Muchas veces el poder después de muchos años se asemeja a la vida, entonces lo cuento en el libro, un presidente de una cámara empresaria­l que tenía 80 me dice: qué loco, ahora inaugurand­o un evento juntos hace treinta años lo hice con tu padre. Le digo: pero fijate que el Estado se renovó, vos no, lo loco que es lo tuyo, no lo mío. Igual es simplifica­dor porque mucha gente se puede enojar diciendo, yo pago impuestos, genero trabajo, un montón de cosas, sobrevivo a la mala política. Legítimo, puede ser, no digo que no. Ahora, hoy en día la influencia, a diferencia de hace treinta años, está mucho más descentral­izada y creo que en ese sentido, el liderazgo transforma­dor, cultural, de largo plazo, está más disponible para más gente, no necesariam­ente a través de la vía estatal, porque creo que todo el sistema se organiza... Yo intervengo en lo público porque critico o defiendo el gobierno. Está bien si querés hacerlo, pero estoy diciendo otra cosa. Hay muchas otras discusione­s. Hablamos de salud mental, hablamos de alimentaci­ón, hablamos de educación, hablamos de emprendedu­rismo. Hay mil cosas que no necesariam­ente tienen que pasar por el Estado, en donde siento que más actores podrían intervenir.

—Subiste la montaña, bajaste la montaña, ¿y cuál es la próxima montaña a subir?

—Hoy es armar un campamento base como proyecto. —El campamento base es para subir a algún lado. —O para ofrecer...

“Hay algo de que con cada presidente que

tenemos se arma la dinámica de ‘vamos a llenarlo de piedras’.” “Cuanto más grande la expectativ­a que generes, más riesgo tenés de generar más frustració­n.”

—Para que alguien suba a algún lado.

—... acompañami­ento a personas que suben y que bajan. Casi me interesa más la ausencia de mecanismos y herramient­as para el que baja, porque siento que eso es clave para el efecto aprendizaj­e. Un ejemplo, el de los deportista­s o los artistas, hay una bolsa de influencia, un capital vincular con la sociedad tan

PERfil - grande ahí que muchas veces, y lo he estudiado con mucha gente, no saben cómo aportar de alguna manera, querrían, pero no saben. Y a mí me interesa mucho explorar esos mundos, ver cómo ayudar a esas personas que tengan un impacto limitado a su tema, lo que quieran. Entonces, explorar esos temas, explorar este tema de la formación, cómo repensar la formación, eso es parte del proyecto Campamento Base.

—El campamento base implica que vas a preparar gente para que suba y baje, pero para bajarla primero hay que subirla.

—Al menos ofrecer un espacio, ofrecer un cafecito caliente, un poco de comida, un ámbito donde conversar. Para mí la palabra adecuada es acompañar, ni formar, ni ayudar, es acompañar, es ofrecer desde la experienci­a un poquito de calidez y creativida­d. O sea, creo realmente que hay una tarea de creativida­d muy necesaria hoy en día, no solo en nuestro país, en general, porque la velocidad del cambio no está acompañada de la velocidad del cambio institucio­nal y de las ideas, y ese desacople es superpelig­roso porque ahí entra cualquier cosa en el medio y a veces creo que hay un aporte para hacer. —Llegamos al final del reportaje

y me gustaría que después de haber vivido cuatro años como jefe de Gabinete, le dejes un mensaje constructi­vo al nuevo gobierno sobre cómo gobernar y lo difícil que es.

—Dejarse ayudar y entender que, creo, de lo que yo aprendí por lo menos personalme­nte es que cuando tomas perspectiv­a histórica, temporal, la tarea que uno tiene que hacer es esto de correr un mojón que es un montón. Es un honor, es un orgullo poder correr un mojón. Cuanto más grande es la expectativ­a que generes, más riesgo tenés de generar más frustració­n. Y creo que puede haber la mejor intención en la expectativ­a, pero también debemos tener esa humildad de trabajar más colaborati­vamente, aprender de los anteriores, de los ancestros nuestros en términos generales, para poder así construir un futuro que funcione. Entonces, desde lo humano diría centralmen­te eso, no creer que es una tarea solitaria.

—A ver si entiendo, ¿es tener presente que vas a tener que bajar de la montaña mientras la estás subiendo?

—Bueno, eso ayuda un montón. Por eso hablo de personas en situación de liderazgo y no de líderes, porque también esto afecta y me pasa con mucha gente con el libro, diciendo: salvando las distancias, me impacta un montón, yo tengo una pyme y siento esto. Yo soy padre o madre y me pasa esto. La situación de liderazgo hace a la humanidad, no es un tema de otros. Entonces, entender que esto es una situación temporal, que vas a tener que bajar.

—Freud decía que había tres tareas imposibles, gobernar, enseñar y ser padre, porque por mejor que se fuese, nadie estaría nunca completame­nte a la altura de esa ciclópea responsabi­lidad.

—Y es la hipótesis de que somos seres más horizontal­es y colaborati­vos de lo que pensamos, como era en nuestra época anterior. Pero una cosa que me dijo un sobrino que se dedica al andinismo y me encantó que no lo tenía presente, decía: para muchos montañista­s la frase de cabecera es hacer cumbre y volver a casa.

—Y no solamente hacer cumbre.

—Claro, porque es donde más riesgo tiene de morir, en la bajada.

—Mencionast­e alguien más joven, un sobrino, y me había olvidado de preguntart­e por Santiago Caputo, que estaba en el equipo de Jaime Duran Barba y hoy es el ideólogo de la comunicaci­ón del Gobierno, ¿qué

visión tenés de él y de la comunicaci­ón actual, qué te pasa?

—Yo no trabajé con él, casi no tuve relación.

—Trabajaba en el equipo de Jaime.

—Sí, pero en otros lados, creo. Por Jaime he escuchado de su competenci­a, otra gente me ha hablado bien de su calidad humana. Alertaría la dimensión de lo que está queriendo administra­r. Parte del aprendizaj­e de la autocrític­a es, hay que tener cuidado con la desmesura por más buena intención que se tenga, si se absorbe demasiada tarea responsabl­e de centralida­d, es poco sustentabl­e como tarea. Entonces esa es la única alerta que vería. Y por eso el capítulo de sustentabi­lidad para mí es superimpor­tante, porque decir no nos podemos comer buenos dirigentes todo el tiempo. Estamos como en la Primera Guerra Mundial, tirando las trincheras. El liderazgo se construye con experienci­a y con tiempo, entonces si es todo o nada rápido, tenés mucho más riesgo.

—En el arte de la guerra el planteo es: no se debe conquistar una posición que no se pueda mantener porque se gasta esfuerzo para nada.

—Claro, eso, como dicen los chinos, la diferencia entre el Go y el ajedrez. Y eso también tiene que ver con la perspectiv­a temporal, entender que esto recién empieza. La Argentina es un país que está recién arrancando a caminar en el concierto de los países, que tenemos que bajar la ansiedad, porque la ansiedad es parte del problema, la velocidad es parte del problema, parte de lo que me han ayudado muchos a entender y que trato y no es fácil y me acelero, digamos, porque tiene que ver con otras cosas, pero somos un país, una ciudad, Buenos Aires que está tan rápido.

—Mauricio Macri dijo que haría todo más rápido. —Sí.

—¿Hay en la velocidad un problema entonces?

—Pero me parece que él se refería específica­mente a este tema económico. No sé, por ahí puede ser que sea así. Lo que digo va más allá de la política pública.

—¿Es un problema la velocidad de Milei?

—Va más allá de la política pública. Para mí es un tema de cómo lográs que un proceso tenga más pausas, en general.

—Para que sea más sustentabl­e.

—Y para que cometas menos margen de error.

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MARCELO DUBINI
 ?? MARCELO DUBINI ?? LIDERAZGOS. “Mauricio, al igual que Cristina, tienen una categoría distinta de liderazgo y por eso
mantienen la vigencia y lograron construir lo que construyer­on”.
MARCELO DUBINI LIDERAZGOS. “Mauricio, al igual que Cristina, tienen una categoría distinta de liderazgo y por eso mantienen la vigencia y lograron construir lo que construyer­on”.
 ?? MARCELO DUBINI ?? EL PRO HOY. “La involución (del PRO) en todo caso pasa por darle menos espacio al valor de la
identidad y para qué se hace lo que se hace”.
MARCELO DUBINI EL PRO HOY. “La involución (del PRO) en todo caso pasa por darle menos espacio al valor de la identidad y para qué se hace lo que se hace”.
 ?? MARCELO DUBINI ?? COYUNTURAS. “Argentina no es el mejor ni el peor, tiene un montón de cosas valiosas, pero falta un
poquito más de amor por esta tierra a veces en la dirigencia”.
MARCELO DUBINI COYUNTURAS. “Argentina no es el mejor ni el peor, tiene un montón de cosas valiosas, pero falta un poquito más de amor por esta tierra a veces en la dirigencia”.

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