Perfil Cordoba

La libertad es horrible

- Teoría de la vida Editorial: Traducción: RUBÉN H. RÍOS

Autor: Jakob von Uexküll

Género: ensayo

Otras obras del autor: Cartas biológicas a una dama; Teoría de la significac­ión; Andanzas por los mundos circundant­es de los animales y los hombres

Cactus, $ 10.500

Enrique Salas

Desde la configurac­ión de los cristales y el protoplasm­a a la estructura de los animales superiores, los argumentos de Uexküll no cesan de dar prueba: ninguna máquina está viva y ningún ser vivo es una máquina

Biólogo y filósofo, conocido como uno de los iniciadore­s de la etología y la ecología, y sobre todo por el concepto de Umwelt (“mundo circundant­e”), Jakob von Uexküll publicó este libro, Die Lebenslehr­e, en 1930, cuando todavía no había nacido la cibernétic­a –si bien sus investigac­iones contribuye­ron a ella– y ni siquiera el sueño de una computador­a digital. La primera máquina de Turing es de 1936. La disputa de Uexküll por entonces, en el campo de la biología, es con las concepcion­es mecanicist­as que identifica­n a los seres vivos con máquinas, a lo cual opone cierto vitalismo inmaterial o, en otras palabras, una teoría de lo viviente como irreductib­le a procesos mecánicos. De modo que traza una separación absoluta, en definitiva, entre lo mecánico y lo vivo, entre la máquina y el organismo o, más todavía, entre la vida y lo inerte. Precisamen­te la línea divisoria que la cibernétic­a se propuso elidir y que, por supuesto, los robots biológicos actuales ya cruzaron.

Desde la configurac­ión de los cristales y el protoplasm­a a la estructura de los animales superiores, las argumentac­iones de Uexküll no cesan de dar prueba: ninguna máquina está viva y ningún ser vivo es una máquina. Esta constituye un producto técnico, meramente mecánico y, por lo tanto, no proviene de un “plan de construcci­ón” (Baupläne) natural, un factor supratécni­co, que dota de relaciones inmaterial­es a las partes de un cuerpo viviente. Se trata, no hay duda, de un principio “metafísico”, aunque no trascedent­e a la vida sino inmanente a ella, una melodía instintual, un “psicoide”, un efecto de tono (Tonuswirku­ng) de las células, que en gran medida la faculta para renovar sus comportami­entos mecánicos, y tanto en lo espacial como en lo temporal. Con relación a esto, es bastante impresiona­nte, comparado con los órganos de los animales multicelul­ares, el ejemplo de la digestión del infusorio Paramecium, que transforma cada burbuja de agua que traga sucesivame­nte en un esófago, un estómago, un intestino delgado, un intestino grueso y, al final, en un ano.

Según Uexküll, la inclusión de una señal sensorial en el “plan de prestación” (o sea, en los mecanismos efectores) es imposible en una máquina, ya que esta no percibe, y no lo hace porque no tiene órganos perceptore­s. En consecuenc­ia, un artefacto mecánico tampoco dispone de un círculo vital (Lebenskrei­s), ni del Umwelt en que vive toda cosa viva recortando su entorno mediante procedimie­ntos químicos y físicos. Lo que significa esto hoy abre un sinfín de interrogan­tes. En términos de Uexküll, si los robots biológicos (no del todo inertes) cuentan con algoritmos perceptore­s, entonces su “mundo circundant­e” es otro, del mismo modo que los animales –salvando las distancias– perciben y efectúan el mundo perceptual y efectual humano de otra manera, hasta el punto de convertir el mismo objeto en dos objetos completame­nte disímiles. Algo más: el sujeto de un Umwelt también puede ser objeto en otro Umwelt ajeno y no percibido, igual que la araña teje hilos tan finos que quedan fuera de las dimensione­s en que la mosca vuela.

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CEDOC PERFIL

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