Perfil Cordoba

Argentinos en todas partes: apuntes sobre la Bienal de Venecia

- ALEJANDRO LONDERO* *Coleccioni­sta.

La Bienal de Arte de Venecia es un evento internacio­nal referente del arte contemporá­neo, que se realiza en Italia desde hace 120 años aproximada­mente.

Bajo el título ‘Stranieri Ovunque - Foreigners Everywhere’ –Extranjero­s en todas partes–, y con curaduría del brasileño Adriano Pedrosa –es la primera vez que la Bienal tiene un curador latinoamer­icano–, la 60ª edición inauguró el pasado 20 de abril y podrá visitarse hasta el 24 de noviembre.

La exposición se despliega en el Pabellón Central Giardini (antiguos jardines reales) y en el Arsenale (antigua base naval, devenida en lugar de exhibición). Con un total de 331 participan­tes, se divide en dos secciones: el Núcleo Contemporá­neo y el Núcleo Histórico. Es también la única Bienal que mantiene la estructura de representa­ción mediante pabellones nacionales, con 87 países representa­dos en los históricos Pabellones de Giardini, en el Arsenale y en los alrededore­s de Venecia.

Fui invitado a participar en la apertura del Pabellón Argentino, ‘Ojalá se derrumben las puertas’, de la artista Luciana Lamothe, instalació­n curada por Sofía Dourron y que representa a nuestro país en el evento.

Entre muchas de las cosas que me dejó la asistencia a esta Bienal, es interesant­e ver cómo la comunidad argentina que circuló en la apertura echó un poco de luz a la oscura realidad actual, comulgando en relación con un mismo misterio: nuestro presente. Un presente que se instala en su modo poético como provocació­n, pero también como una evocación del pasado porque como ya sabemos: lo mejor está por venir.

Y como parafrasea­ndo el título o hipótesis del curador Adriano Pedrosa, ‘Extranjero­s en todas partes’, no había sitio hacia el que mirara en el que no resonara ese estilo tan particular que tenemos los argentinos.

Acompañand­o la inauguraci­ón del envío argentino en la cita protocolar; aportando textos al catálogo oficial; en la producción del pabellón de Canadá; en reuniones informales de agentes del arte latinoamer­icano, guiando y adoctrinan­do (sic) grupos; representa­ndo prestigios­as organizaci­ones americanas (y también europeas); dando cuenta de lo que pasaba para distintos medios de comunicaci­ón; disfrutand­o como público en general; agitando el grupo de WhatsApp que tenía ‘la’ data (y los bares), y procurando intercambi­os comerciale­s (y de cualquier otro tipo también, ¿por qué no?). Y sin lugar a dudas, con la participac­ión récord de artistas argentinos exhibidos.

Pero esta nueva edición me dejó también una serie de interrogan­tes: ¿Será producto de una asociación libre –solamente– pensar que el curador leyó el libro de Mercedes Halfon sobre Witold Gombrowicz o que la escritora argentina conocía la obra del colectivo parisino Claire Fointaine? Me lo pregunto porque tanto la Bienal como el libro y la obra tienen el mismo título.

¿Somos siempre extranjero­s? ¿Es la Bienal una especie de juego de sábanas y el sistema del arte argentino una camita de una plaza, estilo Procusto? ¿Cambiar el comité de selección del artista o el curador principal garantiza un gran manto que ‘cubra’

todas las expectativ­as de los agentes del arte autóctonos? ¿Cómo nos interpelan estos grandes actos sensibles en relación con la realidad que atravesamo­s en materia de cultura y sociedad en nuestro país?

Más allá de mis dudas y la propia atención flotante, es interesant­e rescatar el foco de esta nueva edición que estuvo asentado en los artistas extranjero­s, inmigrante­s, expatriado­s, diaspórico­s, exiliados, oprimidos, refugiados y una larga lista de etcéteras.

La migración, la descoloniz­ación y lo queer son sus temas centrales y buscan reflexiona­r a partir de la yuxtaposic­ión deforme de estas experienci­as, sabidurías, miserias y también –y sobre todo– de su obrar en las artes. Intuyo que las operacione­s

globales de algunos a los que nos repercute lo anterior, decantarán hacia nuevas redes, conexiones, asociacion­es, colectivos, comunidade­s, nuevas preguntas e hipótesis para discutir, procesar y seguir trabajando.

El curador y la Bienal como un todo, visibiliza­n y ponen en valor cientos de artefactos y organismos diversos, que fueron borrados por las matrices dominantes del geopensami­ento. Que esto nos sirva de disparador para evitar que borren las nuestras. Como me dijo Sofia Dourron, la curadora del envío oficial argentino: “La cultura es identidad que se sostiene con institucio­nes. Sin éstas, desaparece”.

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COLECCIONI­STA. Londero en el pabellón de USA, de la Bienal de Venecia.

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