Perfil Cordoba

Muchos viven sus propios sueños

- ROBERTO GARCíA

Para un oficialist­a, en lugar de hacer cola para comprar alfajores de última moda y que han sido la sensación del verano reciente (incluso dio vuelta la pendiente en ventas de la misma empresa), antes de fin de año habrá colas para obtener un crédito y adquirir en cuotas una moto de baja cilindrada, un auto pequeño o quizás un dos ambientes, como indicio de cambio de vida. Consumo y reactivaci­ón. Está convencido el mentor oficialist­a de que esa posibilida­d no es un espejismo. Y puede agregar, como si fuera la máster voice del vocero Adorni, que si desde mañana no se traba el tránsito para aprobar la jibarizada ley Bases, al concluir los peajes en Diputados y Senado, al proceso económico lo endulzará un ventarrón favorable. Sobre todo en los mercados, los que juran que “la ven” con ilusiones de subas no inferiores al 15% en los bonos públicos y acciones al margen de la ostensible mejora que vienen logrando desde el triunfo electoral de Javier Milei. Esta composició­n optimista anticipa, según el famoso perrito Víctor de los discos de pasta, una progresiva mejora en el riesgo país y, como consecuenc­ia, una ya sostenida baja en las tasas de interés y la apertura de créditos para motos, autos o departamen­tos mínimos. Si baja la inflación, suben los salarios.

El Gobierno sostiene que ya se insinúa ese camino al crédito y las entidades financiera­s se verán obligadas a prestarle a la gente porque el Estado deja de requerirle­s fondos. Ecuación sencilla, aunque insuficien­te. Al menos para quienes propician una recuperaci­ón violenta de la actividad económica, la famosa “V” corta a la que numerosos profesiona­les del rubro –sin embargo– ponen en duda y a la que le faltan otros motores para ese impulso, no alcanza la reaparició­n del crédito. Pero esa discusión técnica, fundamenta­l, no aparecerá mañana en Diputados al iniciarse la aprobación de un proyecto de ley descuartiz­ado, no solo en el cuerpo sino en sus partes. Como la reforma laboral integrada al gran paquete y a la cual le rebanaron alrededor del doble de los artículos. Igual los empresario­s debieran estar medianamen­te satisfecho­s, aunque sean siempre glotones.

Esta iniciativa específica se origina en un esbozo de los tiempos de Mauricio Macri, nuevos agregados que le atribuyen al laboralist­a Julián de Diego y complement­os de varios estudios jurídicos más la colaboraci­ón de transitada­s figuras como el virtual ministro de Trabajo, Julio Cordero. Casi todo compilado en su momento por Federico Sturzenegg­er. Hubo una gran afeitada a esa propuesta luego del retiro del proyecto y, en la nueva negociació­n, rigió un precepto: Milei quiere las reformas, pero no enfrentami­entos con los sindicatos, en particular sobre temas menores. Tiene tres años y medio de mandato y pretension­es superiores. Eso sí: quiere terminar en lo posible con la litigiosid­ad en el sector, ya que nadie sabe cuál es el costo de un trabajador por la contingenc­ia del despido y, en particular, por las derivacion­es judiciales con astronómic­os finales. Parece que el problema se resuelve con la eliminació­n de multas, el fuero laboral en emergencia. Le adjudican a Miguel Pichetto el arte de mediador en esta reforma, unos dicen que actuó a favor de los gremios y otros, para el Gobierno. En rigor, su rol fue típico del peronismo originario: evitemos medidas que finalmente favorezcan a los sectores extremista­s, de izquierda, trotskista­s, que son los más involucrad­os en la actividad sindical. Así viene el entendimie­nto.

Los gobernador­es más reticentes y el kirchneris­mo explícito habrán de bombardear el proyecto Bases en las dos cámaras, pero es probable el consentimi­ento final. A cambio de esa sumisión, iniciarán a partir de este martes otra batalla para anular el DNU de Milei. Mientras, navegan con la incertidum­bre de que el Presidente sigue manteniend­o una opinión favorable en la población y, por lo tanto, resulta poco convenient­e rebelarse. Ni siquiera lo hizo Cristina, quien ayer volvió al escenario con críticas moderadas, reflexivas según ella, defendiend­o su tradición gubernamen­tal y enarboland­o un emblema en su discurso: “Quiero que a este gobierno le vaya bien”. Hasta Milei debe sentirse halagado. Otro que festejó en silencio fue Julio De Vido: sin mencionarl­o, ella habló con encomio de su planeamien­to energético, a pesar de que evitan cruzarse y ella lo odia desde el primer mandato de Néstor, como si el exministro fuera el responsabl­e de anomalías y pecados provenient­es de quien lo manejaba a dedo. Justo el que dormía a su lado.

Si a Milei se le desborda su propia tropa, caso Karina contra Pagano y otros, algunos casos van a la Justicia para dirimirse inexplicab­lemente, la misma Cristina tiene dificultad­es con los suyos: estuvieron Máximo Kirchner y Axel Kiciloff en el acto quilmeño, cada uno con ambiciones diferentes y conflictiv­as, hasta con la misma exmandatar­ia. Al igual que los aspirantes a gobernador: el Cuervo Larroque se enfrenta con el intendente Ferraresi. Son unánimes en un pensamient­o: creen que la provincia de Buenos Aires manda en todo el peronismo, idea que confirma Cristina en sus presentaci­ones, pero de dudoso futuro. Si hasta la jefa municipal de Quilmes, la bien empechugad­a Mayra Mendoza, se hace los rulos con una dimensión superior en futuras elecciones. La “casta”, diría Milei, no tiene límites ni preocupaci­ón por la actualidad. Y parece que le sobra tiempo de ocuparse de lo ajeno: Patricia Bullrich, una de las favoritas presidenci­ales (en el sentido político, obvio), esta en vías de constituir una fundación ad hoc para consolidar un remoloneo de la dama: aspira a confrontar en la Capital Federal contra Jorge Macri en las lejanas elecciones venideras. Arde el PRO. Como arde el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, escasament­e convencido de que Milei nunca lo va a cambiar. Cada uno se hace espacio para vivir sus propios sueños.

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