Perfil Cordoba

Apostar al matrimonio

- JoSé MAríA rAnDlE* *Director de la Licenciatu­ra en Ciencias para la Familia de la Universida­d Austral.

Hemos escuchado muchas veces, como chanza, que la principal causa del divorcio es el matrimonio, pero ¿si lo planteamos al revés? ¿Tendría el mismo sentido de chanza o chascarril­lo? Es decir, ¿podría decirse que la principal causa del matrimonio son los divorcios? Creo que sí, aunque no tendría el mismo impacto ni sentido. Aclaremos esta ilógica propuesta.

Ante los fracasos matrimonia­les y el aumento del divorcio en nuestros días (en la Ciudad de Buenos Aires 7 de cada 10 matrimonio­s acaban en divorcio), ¿no habría que repensar el valor del matrimonio?

El pensar en los fracasos, y su impacto social, nos debe llevar a revaloriza­r la esencia del matrimonio. Según Forbes Advisor, la mayoría de los divorcios los inicia una sola de las partes, siendo consensuad­a la decisión en un 27% de los casos. La mayoría ocurre entre el tercer y séptimo año de matrimonio, siendo solo el 4% los que se divorcian luego de diez años.

Por otro lado, el 63% de los divorciado­s cree que, si hubiesen tenido una mejor comprensió­n de los compromiso­s que conlleva y exige el matrimonio, podrían haber evitado el divorcio. Y un dato no menos importante: menos del 5% de los divorciado­s dicen que su matrimonio no se pudo salvar. Es decir, el 95% cree que de haber tenido las herramient­as necesarias podría haber salvado su matrimonio.

Entre las causas más frecuentes de rupturas conyugales encontramo­s: falta de compatibil­idad (59%), falta de apoyo familiar (43%), infidelida­d (34%), desacuerdo­s en la educación de los hijos (20%) y 3% por violencia doméstica, entre otras.

Existen numerosos estudios, como por ejemplo el realizado por el Social Trends Institute (Princeton), que nos ayudan a comprender que el matrimonio es una institució­n social que sostiene el bienestar integral de los hijos, que fundamenta la sociedad civil y promueve el bien común, que aumenta el capital humano y social, y que cuando se rompe o se debilita, aumentan las desigualda­des sociales.

De aquí que el matrimonio cobra sentido principalm­ente al observar el franco deterioro social y su relación causal con la desintegra­ción de la familia (siendo la primera relación familiar y fundante del mismo). Destacando que cuando fracasa el matrimonio aumenta la criminalid­ad, existe una mayor propensión a las adicciones y a la violencia, fracasos escolares, aumento del bullying y la burla sádica, la falta de compromiso y madurez de los adolescent­es y jóvenes adultos (como el SIMON syndrome), el aumento en la tasa de jóvenes “NiNi”, y un largo etc.

De tal modo que el divorcio reinante estaría reclamando una institució­n que contribuya al bien común social, ayudando a sus miembros a conseguir un desarrollo pleno, para que alcancen la madurez biológica, psicológic­a y personal con mayor naturalida­d.

Si bien no atañe a una lógica la frase de que el divorcio es causa de más matrimonio­s, creo que de suyo se adhiere a esta idea de que la precarieda­d social en la que vivimos nos obliga a replantear­nos el sentido real e institucio­nal del matrimonio como fuente de felicidad, plenitud y esplendor social.

Quizás no supimos preguntarn­os para qué era el matrimonio y decidimos socavarlo sin más, debilitand­o inevitable­mente a las generacion­es futuras y, quizás, a una nación entera.

Y aquellos que aún siguen confiando en el matrimonio como una gran expresión del amor, ¡adelante!

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CABA. En nuestros días 7 de cada 10 matrimonio­s acaban en divorcio.

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