Color humano
“Vemos todos colores / sin saber lo que es hoy un color”, cantaba Spinetta una letra de Edelmiro Molinari. Un color puede ser también una enfermedad. Bien lo saben quienes se dedican a la infectología. Es que el hablar popular los usó para nombrar a algunas enfermedades infecciosas a las que llamó pestes: la negra (o peste bubónica), la rosa (HIV), la blanca (tuberculosis), la azul (cólera), la verde (malaria) y la fiebre amarilla. La necesidad de simplificar, la observación de los impactos físicos en las personas y, también, el prejuicio fueron fuentes para esta clasificación.
Pero, cómo es la tarea de quiénes se dedican a la lucha contra virus, bacterias, hongos y parásitos. Vacunas y antibióticos son dos herramientas clave. Investigación de laboratorio y aplicación clínica de los aprendizajes es otra pareja crítica para la especialidad. Sanitarismo y políticas públicas: la infectología no puede separarse del contexto social. Las condiciones de vida aumentan o disminuyen la vulnerabilidad humana. “Una ciudad se conoce por los modos en que trabajan, aman y mueren sus habitantes”, decía Albert Camus en 1947 en su novela La peste.
¿Y los colores? Vuelven en la contratapa del suplemento con la entrevista a una infectóloga y pintora, que nos cuenta este saludable encuentro entre medicina y arte. A propósito del arte, volvemos a Camus y su novela para reconocer el trabajo de quienes “a pesar de sus desgarramientos personales, no pudiendo ser santos, se niegan a admitir las plagas y se esfuerzan, no obstante, en ser médicos”.