Perfil Cordoba

“En mis pinturas aparece una bacteria divertida”

Es infectólog­a del Hospital Garrahan, donde atiende a chicos, muchos de ellos en una situación delicada. Pero también se dedica al arte. Logró conjugar ambas pasiones, y asegura que busca generar espacios distintos.

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“Artista plástica e infectólog­a pediatra”. Así se define Solange Arazi Caillaud, quien estudió arte al mismo tiempo que hizo la carrera de Medicina. La especialis­ta en HIV adolescent­e del Hospital Garrahan conversó con Acciones sobre la importanci­a de poder sublimar a través de otra actividad lo que vive en el centro de salud. ¿Qué lugar ocupa el arte en tu vida?

El arte es parte de mi vida, es un lugar muy * importante. Imaginate que durante toda la carrera de Medicina iba dos veces por semana a un taller y he dejado de rendir materias de la carrera por presentar obras en una exposición, por ejemplo. Así que para mí son paralelas. El arte siempre fue importante para sublimar las cosas que son más difíciles de digerir en la medicina, porque siempre hay cosas complejas.

¿Cómo, cuándo y por qué empezaste a pintar?

Siempre me gustó, de chiquita, y mi abuela me facilitó el camino. Me pagaba cursos durante las vacaciones. Empecé, como creo que quizás comenzamos todos, con naturaleza muerta, copiando cosas, retratos. Después se volvió una real pasión para estudiar el color y la forma a través de un taller más formal. Nunca me puse a estudiar en una universida­d porque no me daban los tiempos para las dos cosas. Estuve 12 años en el taller de arte del pintor contemporá­neo Marcelo Maira y ahí estudié la forma y el color.

Él me inició en todo este mundo, en la importanci­a de empezar a pintar lo que sentía, a buscar la imagen propia con la excusa de ir buscando colores y formas. Así fue el cómo. Respecto del porqué, creo que fue cambiando. Tanto en la medicina como en el arte se fueron modificand­o las razones de por qué hago lo que hago. Uno empieza por una cosa y después sigue por otra.

¿Te acordás por qué lo hacías cuando empezaste?

Pintaba porque me gustaba, me desconecta­ba de la realidad, de las preocupaci­ones, me sumergía en un mundo de colores y de formas que era imaginario. Después se fue transforma­ndo en otra cosa, en ir volcando ideas, otra manera de transmitir lo que me pasaba. Y cuando empecé mi formación infectológ­ica, creo que era sublimar un poco las cosas tan difíciles que veía en el hospital. Es un hospital de alta complejida­d, con niños muy enfermos, con patologías muy graves.

Entonces, es como que a las almas sensibles, en algún punto, nos tocan. Fue ponerle un poco de humor a través de un personaje que fui creando y que aparecen en las pinturas, que se llama Ludicoccus, es una bacteria divertida.

Representa un poco la vida y un poco la muerte. La diversión, pero también las cosas serias. Se fue modificand­o y representa­ndo a otras cosas. En los cuadros fui jugando con los colores y con distintas estéticas.

¿Y cuál es el espacio que ocupa la infectolog­ía?

La infectolog­ía es mi principal ocupación. Soy infectólog­a pediatra desde que empecé mi formación en 2005 en el Garrahan. Primero fui pediatra. Después, en 2007, me dediqué específica­mente al área de la atención de niños, niñas y adolescent­es con VIH. La práctica me llevó a quedarme en el hospital y a atender esa población muy especial. Les dedico el 100% de mi tiempo y mi preocupaci­ón en el hospital.

Parece una tarea dura...

Es un trabajo de dedicación casi exclusiva, en un hospital muy exigente, tanto con los pacientes como en lo académico. Todo el tiempo estamos haciendo ateneos, leyendo, una se tiene que actualizar constantem­ente porque llegan los casos que no se pueden resolver en otros puntos del país y son derivados al Garrahan. Entonces llegamos a los diagnóstic­os, quizás, más difíciles.

En cuanto a los pacientes, es complejo porque en general son graves, se sabe que dependen de una y del equipo del que es parte.

¿Cuál es la devolución de los chicos al ver tus obras?

Los chicos son súper cariñosos, se dan cuenta de que una da más de lo que da el común del médico. La idea es generar espacios distintos, hablar desde otros lugares, manifestar­se desde otros lugares. Ellos lo valoran muchísimo y saben que pueden contar conmigo aún cuando ya son más grandes y se van del hospital o siguen en otros centros de salud.

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