Virginia Derqui: entre la forma y el espacio
La artista expone sus obras de gran formato en el museo provincial de nuestra ciudad. Durante 10 años se dedicó a estudiar el espacio, la forma y el color para luego desaprenderlo todo. Fue figurativa, cubista, volvió al plano y, de repente, soltó todo lo que sabía y entendió que había algo más trascendental. De esa búsqueda nació una nueva forma plástica: la forma-espacio.
GUILLERMINA DELUPI Virginia Derqui siempre se caracterizó por ser muy disciplinada y académicamente correcta.
Pero en 2003 hubo un quiebre en su vida. Su padre muere entre su primera y segunda exhibición, lo que la obliga a cambiar radicalmente su manera de trabajar. “Me ocurre algo muy fuerte a nivel emocional y empiezo a trabajar con una forma plástica que surge a partir de esa necesidad emocional que yo sentía. Como nos pasa a todos con un fuerte dolor, me encontré con mi esencia”, dice la artista a PERFIL CÓRDOBA.
Derqui, que durante 10 años había trabajado con solo dos colores, el naranja –asociado a su cuerpo– y el azul –color que da fuerza–, empieza a sentir la necesidad de darse a luz en
la tela: “Una necesidad más física, como de encarnarme en la tela”.
Y así le da vida a un nuevo concepto, una nueva forma plástica, la forma-espacio. “La considero así porque es algo que surge del espacio, que se gesta y se transforma con el espacio y construye por
sí misma su propia estructura a partir de sus elementos y relaciones”.
En efecto, tradicionalmente el espectador que mira asocia a partir de él la forma, los colores y las proporciones para –a partir de allí– construir una unidad que termina siendo la obra de arte. “Pero acá la unidad ya es porque la forma ya surgió junto al espacio; la forma por momentos es espacio y el espacio por momentos es forma”, reflexiona.
Derqui confiesa que en este proceso de descubrimiento, empezó a sentirse más escultora que pintora o, si se quiere, una suerte de pintoraescultora, “porque con la línea moldeaba la forma en relación al espacio y empecé a descubrir nuevas relaciones. Me di cuenta que la única línea que separa la forma del espacio es también la única línea que la une al espacio”.
Así, a los dos colores que usó durante años les sumó el amarillo, luego el rojo y finalmente los colores complementarios.
En cuanto a las formas, todas van creciendo a su propio ritmo. “A algunas les doy hasta un año y medio para que crezcan; es un tiempo que yo necesito. En el taller, lo único que hago es mover la línea y la forma me va guiando, no soy yo la que manejo, las formas salen de mí sin un tema definido”, finaliza.