La fotografía y la muerte
“Este libro defraudará a los fotógrafos”, había advertido Roland Barthes antes de la aparición de La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. El ensayo largamente citado y conocido no tiene nada que ver con un trabajo sobre técnicas fotográficas ni estilos. Ni siquiera es a la manera estructuralista, una clasificación. Para el Barthes de ese momento, la fotografía será una manera de indagar en lo que fue el sentido de su último tramo de obra: una ciencia del sujeto. Ponerse al servicio de la escritura, una teoría de “ficción” en la que todo deber ser leído como si le ocurriera a un personaje de una novela.
Más allá de la técnica, conocida por los expertos y desconocida por los no iniciados, se teje una interrogación por la imagen fotográfica que la excede. ¿Cuál es el enigma que la hace fascinante y en especial a ciertas fotografías? Según el autor de Fragmentos de un discurso amoroso, en la imagen fotográfica que es la reproducción analógica de la realidad existen elementos retóricos que pueden funcionar como mensaje secundario. La connotación, entonces, es asimilable a un lenguaje; por lo tanto la foto es un lenguaje.
Finalmente, ese tiempo interrumpido, esa plasmación de lo que fue, que es como define a la fotografía, lo lleva a postular casi un tratado sobre la Muerte. Uno de los grandes temas de la filosofía. Hablamos de fotografía, pero en realidad estamos hablando de la Muerte, parece decir en ese ensayo.
Es un libro crepuscular, a todas luces: un tratado sobre el Tiempo, la Nostalgia y de nuevo, la Muerte. Como la del prisionero condenado a la ejecución. La fotografía de Alexandre Gardner de 1895, “Lewis Payne, el prisionero antes de la ejecución”, es el ejemplo que da entre el studium, la foto bella de un muchacho hermoso, y punctum, la muerte futura. Pero también, la propia. Que se rubrica a poco de la publicación: el 25 de marzo de 1980, el famoso semiólogo del siglo XX muere en París atropellado.