La banalidad del mal
Conversación en las montañas
Autor: John Banville
Género: novela
Otras obras del autor: Imposturas; El libro de las pruebas; Las singularidades; Los infinitos; El mar; El intocable; Las hermanas Jacobs; La alquimia del tiempo Editorial: Luz Fernández, $ 15 mil Traducción: Pablo Gianera
El encuentro entre dos personas notables que se admiran y se recelan, se decanta en Conversación en las montañas de John Banville mediante recursos estilísticos en los que la literatura, en sus diversos registros y géneros, “crea” la versión posible de un hecho real: la reunión del poeta Paul Celan con Martín Heidegger el 25 de julio de 1967 en una cabaña de la selva negra.
Difícil no recordar que razones nacidas del mismo acontecimiento que sacudió hasta los cimientos el siglo XX, dio lugar a la conversación entre los físicos Niels Bohr y Werner Heisenberg en 1941 (bajo el título de Copenhague, extraordinario drama escrito por el británico Michael Frayn). John Banville concibe este libro en 2006 para la BBC. Paradójicamente, aparecen en ambos casos dos mujeres. Una real, otra testimonial: La esposa de Bohr, la testigo. La otra, es quien interpelará a Heidegger, pero fuera de escena y de manera asincrónica: su amante, la filósofa Hannah Arendt. Dos vectores, una que mediará, al menos para la verdad teatral de Frayn. La otra, quien, según Banville, interpelará a su amante años después el holocausto. Puesto que ya sabemos que de esto tratan un encuentro y otro: del nazismo, su despliegue y sus consecuencias para los judíos, para Europa, para la historia de la naturaleza humana.
Celan, judío, de apellido Antschel, es un poeta del que Heidegger reconoce su enorme talento. La narración comienza con una lectura de poemas de y por Celan en la Universidad de Friburgo ante un público que cuenta con la presencia de Heidegger. Imaginemos la invisible linga de acero tensada entre Celan y Heidegger. El poema es, nada menos que el famoso Todesfugue (“Fuga de la muerte”). La ovación tras la lectura y al final el acercamiento entre el judío y el nazi quien le lanza al otro una invitación a su cabaña y que, contra toda suposición, Celan acepta: “Le confieso, Herr Celan, que me sorprendió un poco que aceptara venir hasta aquí”, le confía a Celan para el relato Gerhart Baumann, quien condujo la lectura pública y ahora maniobra el automóvil que pondrá al poeta ante la puerta de la casa de Heidegger (su humilde reino, como la nombra)”; a lo que Celan, responde: “A mí también me sorprendió”).
Habrá fuego cruzado entre los dos hombres durante aquella breve estadía de Celan en la cabaña de Heidegger. “No hay hechos, sino interpretaciones”, dirá Heidegger al referirse al holocausto. La refutación de Celán será inapelable: “Seis millones es un hecho. Seis millones de hechos. ¿Hay que negarlos?”. Heidegger sostiene no haber sido nunca antisemita. Hay arrogancia en Heidegger. Traicionó a Jaspers, a Husserl, a Hannah Arendt. A sí mismo. Quien sostuvo: “Toda la oscuridad del mundo no podrá con la luminosidad del Ser” vendió a colegas, a discípulos.
Aunque Hannah Arendt, en su último encuentro con Martin Heidegger, será implacable: ¿las bestias a las que te abrazaste, cómo pudiste? Silencio. Entre tanto, la “banalidad del mal”, coloniza a víctimas y victimarios. Al mundo.
La narración comienza con una lectura de poemas de y por Celan en la Universidad de Friburgo ante un público que cuenta con la presencia de Heidegger. Imaginemos la invisible linga de acero tensada entre Celan y Heidegger.